Cacerolazo y prejuicio. Autocrítica.

Por: María Julia Oliván @mjolivan

El jueves del cacerolazo yo fui al teatro a ver 3 Mitades, una encantadora obra que dirige mi amigo José María Muscari. Crucé Barrio Norte y ví gente caminando decidida hacia la Plaza de Mayo. GCU, como le dicen ellos. Gente como uno.

La avenida Corrientes estaba desierta y se podía caminar por el medio de la calle. Un páramo en el corazón de la ciudad encendida.

Cuando iba hacia el Picadilly no pensé sino en observar todo desde mi prejuicio. ¿Cómo encontraron estas señoras las cacerolas en sus casas? Se quejan por no poder ir a Ball Harbour, en paz? (Inmediatamente me vino a la cabeza la foto que salió en las revistas de la farándula de Jorge Lanata haciendo shopping en el mall que popularizó Susana.  E imaginé la editorial de hoy).

Cuando ví la crónica en TN me fijé si eran planos cortos o generales. Si había tomas aéreas de la Plaza entera. Pero no había trucos. Era mucha la gente movilizada. Si lo pensaba bien, yo misma tendría motivos para movilizarme, ¿quién no?.

Después del teatro y en los días siguientes reflexioné sobre mis propios prejuicios y desarmé con paciencia mis pensamientos. Ya sé que en este punto muchos de ustedes piensan y esta chica, de qué lado está? Eso lo dejo a tu criterio. No estoy acá escribiendo para caerle bien a nadie, sino sólo para aportar un análisis posible de lo que nos pasa.

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Supongamos que ese prejuicio mío, que es igual al de muchos kirchneristas obedientes, sea cierto. Que quienes se movilizaron el jueves último sean puros miembros de una clase social que a la que siempre le incomodaron los políticos populistas, los estados intervencionistas de la economía y, sobretodo, el peronismo.

Qué hacemos con ellos? Los expatriamos?

Digo, ¿son menos argentinos por ser de clase media o media alta? Tienen menos derecho a reclamar ante sus gobiernos?

Descalificarlos por su condición de clases ¿no es la misma subestimación inversa de quienes sostienen que los sectores populares se movilizan sólo cuándo se activa, con ayuda social, el poderoso aparato político del peronismo?.

La manifestación del jueves fue importante. Miles de argentinos se movilizaron en diferentes ciudades del país. Lo hicieron sin consigna cierta, con diversas quejas. No a la re-re; no a la cadena nacional; no a la inseguridad ni al cepo cambiario.

Así lo notaron políticos con muchos kilómetros encima como el senador Anibal Fernández y el diputado Carlos Kunkel. También los gobernadores más poderosos del oficialismo como Daniel Scioli o José Luis Gioja.

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Pero así como es evidente que un sector de la población está enojado con el rumbo que ha tomado la gestión de gobierno también lo es, el hecho de que ningún grupo de la oposición política ha logrado representar ese descontento y capitalizarlo.

El primero en hacer el try el jueves fue el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien salió por TN mientras se estaba desarrollando la movilización. Pero nadie podría decir que se quedó con el rédito político de lo que sucedió.

Macri está lanzado a posicionarse a escala nacional y trabaja fuertemente en poner un pie en los principales distritos del interior del país.  Sin embargo, es inorgánico y aún débil ese armado.

Las demás alianzas políticas que se están tejiendo (como las del FAP y el radicalismo) tienen en contra los antecedentes de las pasadas elecciones.

Esa incapacidad para liderar la protesta social de parte de la oposición le da al oficialismo una ventaja. Puede todavía hacer algo con ese descontento si asume el supuesto que entre quienes se movilizaron hubo gente que votó a Cristina en 2011.

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Si se niega eso y se presupone que los sectores movilizados son homogéneos y un caso perdido entonces la reacción será para la tribuna. Es decir, para consolidar los votantes que siempre han confiado en el modelo.

Y en esa interpretación de los hechos está la clave.  Más confrontación, más réplica a la réplica o tomar nota de todo y bajar el tono de la pelea.

Y acá es cierto ese axioma que dice que menos es más.

Si se toma nota del descontento. Si no se responde con más ataques. Si en la inclusión también se tiene en cuenta que hay sectores que están en desacuerdo, es más fácil que Cristina Kirchner revalide su gestión.

Su validación de inicio de su presidencia es fuerte por el 54 por ciento de los votos logrados, pero desde ese momento hasta ahora es un día a día de cuidar lo ganado para no perderlo.

Y parece que llegó el momento de dejar de sobrestimar la fuerza de la confrontación permanente. Porque la intensidad cansa y desgasta mucho. Incluso a los que pensamos en sumar.

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