ONCE: LOS DAÑOS COLATERALES QUE EL GOBIERNO IGNORA

Por: María Julia Oliván @mjolivan

853.

53 muertos.

800 heridos.

De éstos últimos, no pude saber cuántos no lograron subirse al tren gastado de sus vidas laburantes, a un año de la tragedia. Porque el único registro oficial que hay de ellos es el de las listas de las guardias de los hospitales del 22 de febrero de 2011. Nunca más en todo este año alguien se ha tomado el trabajo de alistarlos para, por ejemplo, asistirlos. Una cosa de sentido común y humanidad.

Tan así es la cosa que la Justicia ordenó al Estado Nacional que les brinde “ayuda integral” a las víctimas de Once. Lo dictaminó la Justicia porque el Estado no lo hizo. Y porque, en este caso, la causa avanzó con bastante justeza al tribunal Oral.

Arranqué hace unos meses una búsqueda por saber quién se había ocupado de los heridos de Once. Encontré acciones aisladas y voluntaristas que, orgánicamente, pinchan lo que una aguja en un pajar.

Natalia Mesa, de 29 años, contó que Horacio Rodríguez Larreta le dio una pequeña ayuda de su propio bolsillo y que con eso su papá arregló la casa para las comodidades que ella necesitaba. Hoy no la ayuda más.

Natalia estuvo 5 meses internada. Recién en noviembre empezó a caminar, pero con muletas. Le cuesta todo porque se quebró el talón y el tobillo derechos y tiene injertos. En el izquierdo tuvo fractura expuesta. Todavía le queda una operación en la planta del pie, pero le falta piel.

Otra mujer aseguró que conoce a alguien a quien Julio De Vido le mandó el  dinero para cubrir todos los gastos del sepelio de su hijo.

Mireya, una hermosa chica peruana de 24 años que viajaba ese día en el primer vagón y que quedó destrozada (ver su historia aquí) recibió un subsidio único de 400 pesos de parte del gobierno de la Ciudad.

Los sobrevivientes que entrevisté (15 de ellos) concuerdan en asegurar que los municipios de Morón, Merlo, Tres de Febrero, San Martín y Moreno ayudaron a muchos económicamente en el momento de armar los sepelios.

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Muchos otros coincidieron en contar que recibieron una ayuda única de 400 pesos de parte del Ministerio de Desarrollo Social de Nación, que también les brindó asistencia siquiátrica y sicológica. Eso sí que estuvo muy bien cubierto. Pero los remedios, digo los calmantes antipánico y los antidepresivos, corren por cuenta de los heridos.

María Luján, la mamá de Lucas Menghini Rey, me contó que hubo heridos convocados por TBA que cerraron acuerdos por 5 o 10 mil pesos en concepto de indemnización. Otros están en juicio. Los caranchos acecharon a todos: les ofrecían hasta 100 mil pesos para que les firmen un poder. Como la generalidad de los heridos son gente laburante y ajena a los pasillos de Tribunales, esperaron unos cuantos meses antes de tomar la decisión de iniciar la demanda.

Otros, que estaban por llegar a un acuerdo cuando la empresa perdió la concesión, se quedaron con las manos vacías. (Cabe señalar que el grupo Cirigliano perdió el Sarmiento pero sigue controlando un pool de empresas entre las que está el poderoso grupo Plaza que opera un total de 40 líneas urbanas. Ellos siguen siendo proveedores del Estado).

Pero, orgánicamente, es decir, desde algunos de los estados involucrados, nadie hizo nada. Es más, en la Provincia de Buenos Aires, el diputado de Unión Celeste y Blanca Mauricio Dalessandro presentó un proyecto para otorgar “un subsidio mensual y vitacilio” a los familiares de los muertos en aquel accidente, así como a los heridos “con secuelas físicas o psicológicas graves”. Pero.. ¿adivinen qué pasó?

Nada.

Si en lugar de ignorarlos, el Estado Nacional hubiese decidido darles a los heridos de Once un subsidio vitalicio de 1500 pesos por mes, les hubiese costado por año 14.400.000 pesos. Unas 85 veces menos que lo que sale el Fútbol para Todos.

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No hago la comparación por demagogia sino para resaltar que no es una partida que hubiera puesto en jaque la economía nacional, obvio.

Pero, “en un punto son coherentes”, razonó Paolo Menghini cuando lo entrevisté en la radio. “Si la tragedia no existió, ¿por qué van a ayudarnos?”.

Tremendo.

Y para ser justos, después tenemos el anuncio permanente de obras del ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo. Desde la pantomima del soterramiento inaugurado que nunca se comenzó a cavar hasta los plasmas en las estaciones para leer los horarios de llegadas y salidas.

Desde los vagones pintados y las vías renovadas hasta los trenes comprados a los chinos que, Dios nos ampare, puedan ser adecuados a las vías argentas. Y, no olvidemos del “aire acondicionado” de algunos vagones.

Pilar Padrón (ver el vídeo en el que cuenta su historia) dice que “los trenes los han pintado y ahora parecen de juguete”.

“Yo ya no viajo porque me vengo en colectivo al trabajo, pero mi hermana y mi cuñada viajan y les pasó de todo.. Se les quedó el tren y tuvieron que caminar por las vías. Se les incendiaron vagones. Todo sigue igual”. Pilar probó subirse dos veces al tren, escuchando música para evitar el pánico, pero no pudo.

Paolo Menghini lo describió así: “hubo un cambio, lo reconocemos. Pero las prioridades que ha tomado el Ministerio(de Interior y Transporte) no tienen q ver con las prioridades del pasajero porque si vos te ponés a mirar todo desde afuera del vagón, ves el andén arreglado, el tren pintado a nuevo y un monitor de plasma adonde te informan qué tren viene.. Y decís ey!! Qué cambio! Qué bien qué buena mejora; y te vas”.

“Pero si estás del lado de adentro del tren y venís con 15 minutos de demora en un coche que está igual que antes o si le cambiaron la butaca tiene la misma chapa que antes y no le cambiaron el sistema de seguridad y para el caso de una emergencia en choque las condiciones son igual que hace un año, entonces, no te parece que la cosa va bien. Pensás, ey me están jodiendo”.

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Como muestra basta un botón. Así que tomen aire y lean este fragmento del diálogo entre el controlador de turno y el el maquinista del Chapa 16 (el tren que chocó) el 18 de febrero de 2011.

Este fragmento, que consta entre los reseñados por el fiscal federal Federico Delgado en su acusación es digno del guión de una película de terror: “…se me viene cayendo las presiones, así que…no me supera los seis kilos, eh los cinco kilos ochocientos, novecientos mas de eso no levanta, y se está haciendo un poquito para largo para el freno…” (archivo 316); “…eh mira acá no tengo presión en el tubo principal de freno…” (archivo 372); “…tengo el depósito principal en cinco kilos, tengo equilibrada la presión me estoy quedando sin frenos…” (archivo 395); “…fijate si nos podes hacer un huequito entre medio del primero que salga porque cada vez menos compresores funcionando y nos vamos a quedar sin aire en mitad de camino…”.

¿Puede alguien garantizar que es diálogo hoy no se está produciendo?

María Luján me dijo que iba a luchar con todas sus fuerzas para que Lucas no haya muerto en vano. Para que el 22 de febrero de 2011 sea un antes y un después en el sistema ferroviario argentino.

Una madre de cuarenta y pocos a la que se le murió de una manera pelotuda, totalmente evitable, un hijo de 20.

53 familiares de muertos y 800 heridos lo afirman: la corrupción mata.

Es necesario que con esto, los argentinos también escribamos un NUNCA MAS.

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