PECHERAS Y SOLIDARIDAD: ¿Y si bajamos un cambio?

Por: María Julia Oliván @mjolivan
Columna publicada en Diario Perfil, 14-04-20013El entredicho entre el periodista Juan Miceli y el diputado y secretario general de La Cámpora Andrés “Cuervo” Larroque generó un revuelo sobredimensionado, cuyas repercusiones no derivan del reportaje que emitió Visión Siete, sino que son ni más ni menos que la expresión de preconceptos que están latentes. En los K y en los anti K.

Cuando a Miceli se le ocurrió la pregunta que le hizo a Larroque (por qué usan pecheras de La Cámpora para repartir las donaciones anónimas), probablemente advirtió que eso iba a molestarlo. Pero ¿qué iba a hacer, censurarse por las dudas?

Cuando Larroque contestó, empezó bien y terminó mal. Tal vez, cansado por el trajín del asunto y ayudado por la falta de ejercicio de ser entrevistado por alguien “que no sea del palo”, se mostró agresivo y subestimó la legitimidad de Miceli por no estar en el centro de evacuados. Ahora, ¿debía estar para poder preguntar? “Te espero cuando termines el noticiero para que vengas acá a ayudar”, le enrostró.

Les cuento una anécdota: mi debut en televisión abierta fue en el programa Día D, de Jorge Lanata, en 1999. Se trató de una nota en la que denunciábamos el estado aberrante en el que vivían menores en un hogar de niños dependiente del Arzobispado de Mercedes, que conducía el ya fallecido monseñor Emilio Ogñenovich.Para colmo de males, recibían subsidios del Estado provincial para prestar el servicio. El cura me mandó la seguridad, la sorteé y me dijo que era un cachivache, un payaso de un circo, y me cerró la puerta del auto con mi brazo metido adentro. Me hizo un raspón.

Anecdótico. A todos los periodistas nos han contestado barbaridades y convengamos que Ogñenovich tenía menos motivos para indignarse con la pregunta que el Cuervo Larroque.

Con esto quiero decir que a veces es exagerada la dimensión que le damos a lo que en realidad son los gajes de nuestro oficio. ¿A quién no lo patotearon haciendo preguntas incómodas? ¿Está bien? No. Más bien hasta podría perjudicar al propio diputado.

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Y por el otro lado, es un absurdo atacar al que pregunta. Como hicieron luego con Miceli en 6, 7, 8. Con el agravante de que el programa se emite por el mismo canal que el noticiero.

Según la lógica del programa, el que cuestiona opera para la corporación, el que pregunta sobre los modos en que el Estado articula la ayuda con una agrupación política de su propio signo (aun tratándose de un fin noble, como el de la ayuda a los inundados) forma parte del relato antipolítica, y así otros preconceptos que son aplicados a casos diversos.
Se juzga a los protagonistas del episodio y se cancela un posible debate sincero.

Es cierto que una parte importante de la sociedad cree que la política es incapaz de responder a los problemas de la gente. Que están ahí sólo para robar y sacar ventaja. Y eso no es siempre así y tampoco sirve a una sociedad civil descreer de sus representantes, aunque obviamente todos estos prejuicios están basados en la corrupción y los desmanejos que todos sufrimos.

Ahora, que exista gente que piense así no puede inhabilitar al resto que nos hacemos preguntas. Las preguntas que queramos. Las que se nos ocurran. Algunos no queremos colgarnos un cartel de clausurado en la cabeza para dejar de pensar.

La invariabilidad de un pensamiento, el propio, por caso, no es otra cosa que letargo intelectual. Esos periodistas que siempre dicen que todo es un desastre o que todos son unos chorros son iguales a los que dicen que preguntar es una mala palabra.

Y después aparece otro debate, el de las pecheras.
A ver, la Cruz Roja lleva pecheras porque, cuando se formó durante la Primera Guerra Mundial, al vestirse de rojo los voluntarios evitaban ser blancos en la batalla. Los boys scouts tienen sus pañuelitos y los de los clubes de fútbol las camisetas.

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Los de la Red Solidaria, que con sus acciones y trayectoria logró juntar la solidaridad de la gente y mandar a La Plata 42 camiones de donaciones no usan nada como distintivo. Esto es porque su fundador, Juan Carr, tiene una postura original sobre el asunto.

El cree que no existe la división entre el primero, el segundo y el tercer sector de la sociedad, acuñada en los años 90. Carr concibió Red Solidaria como un nexo entre quienes quieren ayudar y quienes necesitan esa ayuda. Por eso, no son una ONG, ni una fundación, ni tienen camisetas.
Le pregunté a Juan Carr, mientras escribía esta columna, qué pensaba del asunto de las pecheras y de cómo se había manejado la ayuda solidaria en las últimas inundaciones.

“Mirá, tengo diez tragedias naturales encima y nunca vi tantos jóvenes de tantos partidos políticos y organizaciones y sindicatos distintos ayudando. Fue fenomenal lo que pasó y me parece bien que los militantes políticos se metan a ayudar. Los chicos de La Cámpora, los del sciolismo, los del PRO, los del GEN, los radicales y los de las ONG. Yo seré demasiado optimista, pero tiene que salir algo muy bueno de esa generación”.

Pueden decir que Carr está loco, que es un optimista empedernido, o que yo soy naïf, pero ¿saben qué?: vivimos una catástrofe. Nuestros conocidos se han quedado sin nada y hay al menos sesenta muertos entre Ciudad y provincia de Buenos Aires. Miremos la foto completa y no nos distraigamos con peleas que no son nuestras. Lo que pasa en la televisión tiene una importancia absolutamente muy relativa.

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Otra anécdota. Una vez le contesté muy mal en un móvil (en vivo) de Día D a Lanata. Yo estaba en General Mosconi, me había compenetrado en la represión, me había desmayado con los gases, había escrito notas, hecho informes para la tele y juntado a treinta personas en la plaza del pueblo para hacer un móvil. Lanata me dijo al aire que no tenía tiempo para pasar el material. Yo le dije que entonces no tenía nada más que decir, porque lo que quería era que hablaran los salteños. Cuando llegué al estudio, me habló serenamente:
—No me podés hablar así al aire, Oliván, yo entiendo todo pero tenés que contestarme bien.

—Tenés razón, Jorge, pero estaba destrozada, no sabés lo que fue eso, trabajé un montón y quería mostrar tantas cosas… Ese material tiene fecha de vencimiento.
—Pero esto es así. Mirá, capaz que vos te matás trabajando y una vieja va a sacar el pollo del horno y se perdió tu nota. Tenés que lidiar con eso todo el tiempo.
¿Qué quiero decir con esto? Que la realidad muchas veces no está en el microclima de una transmisión de televisión.
Que nos pasaron cosas muy graves como para rasgarnos las vestiduras porque un diputado fanático del Gobierno con una pechera puesta patoteó a un periodista.

O porque en 6, 7, 8 dijeron tal o cual cosa de Juan Miceli.
Ni las pecheras, ni las preguntas, ni los comunicados de solidaridad con Miceli, ni nuestra indignación son útiles para lo importante, que es que la plata que tiene que servir para hacer obras de infraestructura que soporten el cambio climático que estamos viviendo se use realmente en eso.
No nos quedemos con el cotillón. Bajemos un cambio y concentrémonos en lo verdaderamente importante.

 

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