"Estoy más para el chau que para el hola" (el misterioso Caso Sullos)

Por: #BorderPeriodismo

Un pacto para trascender la vida. Una alianza para el más allá. Matar y después morir amorosamente, por compasión, o tal vez, para extirpar un dolor lacerante. Ludwig Süllös, ingeniero e inventor, creó un arma casera para quitarle ese sufrimiento que atormentaba a su hermana postrada por un ACV. Para él, vivir sin ella carecía de sentido. Generosos, sin hijos ni familiares, no dejaron dolores en este mundo.

Ludwig respetó su parte del contrato puntillosamente. Ella le había dicho que ya no quería vivir sin poder levantarse del sillón. Y allí murió, sentada en el sofá del living de su casa mientras dormía. Antes, él había enviado un mail a una amiga de ambos. “Muchos suicidas dejan mensajes. Se trata de un testimonio dirigido al mundo en general. No necesariamente tiene un destinatario. Delata premeditación, una decisión tomada de antemano, con frialdad y cálculo”, apunta el psiquiatra Enrique De Rosa a Borderperiodismo. “Dejar algo escrito es ser fiel a algún principismo. El caso más emblemático es la carta que en su momento dejó el Dr. René Favaloro”, agrega.

Él fue al dormitorio contiguo. Se sentó en la cama, empuñó el arma, lo llevó a su sien, cerró los ojos y cumplió su parte del pacto. Tal vez feliz, por qué no, o por lo menos aliviado. “Que ambos mueran de la misma manera es parte del contrato suicida. También tiene una connotación de ser fiel a lo acordado. Al mismo tiempo, que él haya sido quien mató para luego suicidarse revela que era la persona que dominaba en la relación entre ambos y por ello adopta el rol del protector”, subraya De Rosa.

Pero por qué, o qué circuitos de la mente llevan a tomar una decisión de la que no hay arrepentimiento posible. “Difícil de explicar para nosotros los mortales. En general, no se ve ninguna salida a algo que atormenta psíquicamente. Es un dolor en el pecho que asfixia. Tal vez amor, protección, escape. Tal vez, un poco de todo eso. Al mismo tiempo, el pacto suicida tiene una connotación de altruismo. No soportar ver a alguien muy amado sufriendo. Es, en última instancia, cuidar al que se quiere”, apunta de Rosa.

Ludwig y Lyly llegaron de Hungría escapando del horror de la Segunda Guerra Mundial a un país del que apenas conocían su nombre. Aquí, reconstruyeron sus vidas y su felicidad. Tal vez, el sábado pasado volvieron a huir del horror para ir a otro mundo del que tampoco tienen certezas. Juntos, para siempre, como siempre.

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