Micromachismos: la forma moderna de caretear el sexismo

Por: #BorderPeriodismo

Por Leni Gonzalez

 

Ningún varón que quiera mantener la chapa de  políticamente correcto declarará en contra de la paridad de los géneros, el reparto de las tareas domésticas y la paternidad responsable. Pero en la letra chica del contrato de pareja heterosexual, aparecen incrustadas trampitas, manejos gatopardistas, estrategias solapadas, procesos ilusionistas que configuran un escenario mucho más resbaladizo, donde las cosas no son lo que parecen.

El nombre categórico es a elección: neomachismo, para marcar cierto aggiornamento; masculinidad tóxica, prefiere el traidor a su tribu Sergio Sinay; o, como las define Luis Bonino, psicoterapeuta y director del Centro de estudios de la Condición masculina de Madrid, micromachismos: “Al decir de Michel Foucault, prácticas de dominación masculina en la vida cotidiana, del orden de lo ‘micro’, de lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia”.

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Cuanto más encubierto e invisibilizado sea el micromachismo, más peligrosamente desapercibido resulta el efecto. En psicoanálisis, se los llama «mecanismos psicopáticos» a esas telarañas en que las mujeres quedan entrampadas: abuso de la capacidad femenina de cuidado, maniobras de explotación emocional, negación del reconocimiento, desautorizaciones o inexplicables imposiciones de silencio.

Para generar inseguridad en mujeres que se sienten fuertes y sin vergüenza de sus ambiciones, nada mejor que moverles el piso de la autoestima en los dos frentes que aún permanecen muy vulnerables a la mirada social: la maternidad y la seducción. “Cuando lo escuchaba hablar de sus otras mujeres, sabía que tarde o temprano así iba a hablar de mí. Las criticaba por cómo educaban a los hijos, porque no sabían ponerles límites o porque se los ponían en exceso; se burlaba porque estaban gordas pero las menospreciaba si salían a correr o a tomar clases de baile. Era el juez de todas, un amargado del que salí corriendo cuando me cayó la ficha de que con él, me la pasaba llorando. Eso sí: escondida en el baño, para que no me viera y se enojara”, cuenta Antonia, instructora de yoga y desde hace un tiempo, mejor relajada.

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La inglesa Virginia Woolf escribió en la primera mitad del siglo XX que las mujeres habían servido de espejos que reflejaban la figura del hombre a un tamaño doble del natural. Pero la lupa estalló y el pacto narcisista tradicional se quebró.

Es época de ir pensando en nuevos espejos donde poder mirarse, sin fotoshop, juntos. 

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