Cambios en Seguridad: Rosario siempre estuvo cerca (de Medellín)

Por: #BorderPeriodismo

Audio de entrevista a Pablo Escobar Gaviria

Hoy hace 20 años la Policía abatía a Pablo Escobar Gaviria, cuando intentaba huir de una redada en Medellín, Colombia. Al mando del Cartel de Medellín, el Patrón del Mal había logrado amasar una fortuna con el tráfico de cocaína y ese poder le permitía poner y sacar gobernadores y diputados a su antojo para que no lo molestasen.

Medellín es hoy otra ciudad, no sólo por aquel final, sino por la furiosa intervención norteamericana, que dispuso cientos de millones de dólares y su poderío militar para frenar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y la hegemonía del país cafetero en el negocio de la cocaína. No nos detendremos a analizar las razones profundas de esa intervención que pactada con el Gobierno y que se llamó Plan Colombia, pero claramente no tenían sólo la sana intención de erradicar el problema de las drogas, si no cambiar de manos el negocio. Lo que nos importa es que aquella arremetida contra el poder de los carteles provocó un corrimiento del negocio hacia Méjico, donde se vive un infierno de muertes brutales por el control de los territorios, y, en menor medida, a la Argentina.
Tal como aseguran especialistas como el ex ministro León Arslanian, los capos de la droga tienen en nuestro país un potencial de desarrollo enorme y que ya está en marcha desde hace al menos diez años. Todavía, sin embargo, no hemos visto ni la punta del iceberg.
El Gobierno ha tomado nota – como siempre tarde-, del asunto y en los últimos días nombró a dos figuras nuevas para tratar de recuperar la agenda: María Cecilia Rodríguez fue designada al frente del Ministerio de Seguridad, en reemplazo de Arturo Puricelli, mientras que el sacerdote Juan Carlos Molina quedó al frente del Sedronar. Dos gestos que de poco servirán si sólo quedan en eso.
Son, claro está, dos puestos claves, junto con el que ocupa Segio Berni, para mostrar algo de acción en un terreno aún virgen. La dilatada compra de radares, las discusiones por la propuesta Ley de Derribo y los esporádicos allanamientos y decomisos son fuegos de artificio: hoy no hay un solo gobernador e intendente que no haya planteado aún el temor que la clase dirigente siente ante el ascenso de los grupos mafiosos que manejan los hilos del narcotráfico.
El caso de Santa Fe, con la casa del gobernador Antonio Bonfatti baleada por narcos, es el más paradigmático, pero no el único.
Cristina ha demostrado con estos dos últimos nombramientos querer recuperar el control de la situación. Pero los ejemplos de Colombia y Méjico dejan una clara evidencia: es necesaria la connivencia con el poder de policía y con el poder políticos para que estos grupos prosperen. La intervención en todos los estratos corrompidos por el poder de los narcodólares debe hacerse ahora, antes de que la sangre llegue al río.
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