#ViolenciaDeGenero: mamá cobra frente a un Estado bobo

Por: #BorderPeriodismo

El reloj de muertas no se detiene ni baja de su promedio de 200 nuevos cadáveres por año. Se habla de femicidio, se contabilizan las muertes pero algo pasa si nada sucede a partir de eso. Aquí, una vuelta por el “detrás de cámara” de la violencia de género.

Por Fernanda Sández

Casi 1500 mujeres muertas en cinco años. Más de 200 en los primeros nueve meses de 2013. Casi 300 chicos huérfanos de madre a causa de la violencia sexista. Los datos, consignados en el informe Por ellas, impulsado por la ong La Casa del Encuentro, de quien además depende el único Observatorio Nacional de Femicidios, fueron prolijamente levantados por casi todos los medios de comunicación nacionales. Sin embargo, y más allá de lo escandaloso de las cifras (en Argentina, el país con buena gente, es asesinada una mujer cada día y medio), está claro que entre saber y actuar en consecuencia hay una diferencia brutal. Y es precisamente por esa brecha por la que siguen cayendo muertas y más muertas.

De allí también el pedido de parte de muchas organizaciones de defensa de derechos de las mujeres de que se decrete la emergencia nacional y se le dé al tema la seriedad que merece. ¿Que si hay una ley? Desde luego que la hay: es la 26.485 (su nombre completo es Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en los que desarrollen sus relaciones interpersonales) y fue aprobada hace cuatro años.

Pero, como siempre, hecha la ley, hecha la trampa: la norma no está íntegramente reglamentada y por eso no hay partida presupuestaria asignada a la implementación de cuestiones tan centrales como  la creación de hogares de tránsito para las víctimas y sus hijos, o una asignación económica temporaria para que quienes sufran violencia no tengan que seguir eligiendo entre la comida y los golpes.

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Por caso, la ley prevé el diseño de un plan nacional de lucha contra la violencia de género”, explica Fabiana Túñez, coordinadora de La Casa del Encuentro. “Este abarca desde la prevención hasta la asistencia directa,  pasando por otro montón de cuestiones a discutir e implementar. Un sólo ejemplo: se necesita contar con hogares-refugio en todas las provincias y eso hoy no está. Al no estar reglamentado este punto, no hay plan nacional ni tampoco partida presupuestaria asignada. Y lo que estamos reclamando es eso, porque si no tenemos una ley preciosa y nada más que eso. Y eso es como tener letra muerta”.

Así, las víctimas, que no paran de llegar. En ese sentido, si algo deja en claro hojear el libro Por ellas (cuya edición estuvo apoyada por la Embajada de Estados Unidos, la Fundación Avon y las Naciones Unidas) es que no hay quién esté realmente a salvo. Ni jóvenes ni mayores (de hecho, el libro revela que en la franja de mayores de 60 años la tasa de crímenes se incrementó), ni solteras ni casadas. Ni siquiera los niños se salvan, muchos de los cuales son asesinados bien para vengarse de la madre, bien porque se cruzaron en el camino del asesino al intentar defenderla. Como sea, esta es la clase de juego macabro en el que el final siempre es el mismo: todos mueren. De uno u otro modo, nadie sale realmente vivo de una experiencia tan atroz como ésta que en estos nueve meses ya les costó la vida a 12 menores de edad, y dejó huérfanos a 293.

¿Qué las víctimas no hacen la denuncia? Falso: el informe demuestra que 14% de las asesinadas habían presentado una acción judicial y en algunos casos hasta habían logrado excluir del hogar al violento. ¿Que los atacantes son siempre desconocidos? Falso otra vez: en 7 de cada 10 ocasiones, el que mata es o fue pareja de su víctima.

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Frente a esta clase de datos, queda claro que una ley es un buen principio pero evidentemente no alcanza. No ya para desmantelar un sistema basado y sostenido en la violencia, sino al menos para detener la avalancha de cadáveres. ¿Cómo es posible, por caso, que al día de hoy haya muchos crímenes y casi ninguna condena en casos de femicidio? ¿Será que el patriarcado, infiltrado como está hasta lo más profundo del sistema judicial, tiene una mirada benevolente sobre los asesinos de mujeres, y de algún modo autoriza la multiplicación de los hechos?

Según Monique Altschul, de la organización Mujeres en Igualdad, lo que sucede es claro. “Hay poquísimas condenas, hay poca conciencia de género y no olvidemos que hasta hace muy poco, en la ciudad de Buenos Aires, un violento podía apelar a la probation”, consigna.

Y, a modo de ejemplo, otro caso para el espanto: el Observatorio de Femicidios en Argentina lleva el nombre de Adriana Marisel Zambrano en memoria de una joven jujeña asesinada por su pareja. Todavía hoy, y tras una condena mínima, su asesino y viudo puede reclamar la tenencia de la hijita de ambos. Pero este es, dicen los expertos en el tema, apenas un episodio de cientos igual de injustos. La justicia argentina se rige todavía con una doble moral, según quien asesine sea hombre o mujer. Según el asesinado sea hombre o mujer.

“Por eso también a este plan nacional hay que sumarle una modificación en las curriculas educativas de todos los niveles, para que la violencia de género se vea desde el jardín hasta la universidad”, se entusiasma Túñez. “Así, luego de quince años, vamos a tener nuevas generaciones que van a estar siendo educadas desde otro lugar. Todas estas cosas se tienen que dar con simultaneidad. Porque si no, ¿qué pasa? Ante un caso de violencia de género, un abogado o un psicólogo no sabe cuál es el correcto abordaje. O quizá hasta en una comisaría no quieren- como ya ha pasado- tomar una denuncia por violencia psicológica. Y la ley dice que están obligados a tomarla, sea lo que fuere que después decida el juez”, agrega.

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Sin embargo, y al menos por ahora, las buenas noticias no son lo que abunda. Por algo, Mujeres en Igualdad les preguntó a los catorce ministerios de la Nación qué clase de medidas y acciones habían tomado para poner en marcha lo que indica la ley 26.485. Era, concretamente, un pedido de información colectivo, impulsado por alrededor de una veintena de organizaciones feministas sobre un tema clave: qué se está haciendo desde el Estado (qué planes, qué medidas, qué campañas, etc) para que la norma no se limite a ser sólo palabras.

De los 14 ministerios, 7 no contestaron. Y de los otros 7, sólo el de Defensa presentó un informe realmente completo. Otros desconocieron la requisitoria, “pidieron una prórroga o dijeron no entender la pregunta”, comenta Altschul. Por lo visto, con una ley no basta para comenzar a modificar una realidad tan sombría como ésta. El tema será, ahora, ver si la contundencia de los datos (las 1400 asesinadas, los casi 1800 niños huérfanos) sirven para hacer de esa norma algo más que letra muerta.

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