Extorsión policial o legítimos reclamos de una población empobrecida. Esa parece ser la dicotomía por estas horas. Como si las dos hipótesis no pudieran convivir.
El accionar mafioso de un sector de la Policía de Córdoba, jaqueada por el narcoescándalo, es innegable. Liberar un barrio, avisar y desproteger los comercios a días de las Fiestas es un accionar delictivo.
La réplica, producto del fabuloso acuerdo salarial de la Policía cordobesa logrado mediante extorsión, era lo esperable. En todo el país y, incluyendo al siempre volátil conurbano bonaerense, los reclamos de aumento no se hicieron esperar. Por si es necesario aclararlo, pedir por un sueldo digno es un reclamo legítimo de cualquier trabajador. Ahora si ése trabajador tiene la obligación de cuidar la seguridad de todos, la prudencia debería ser la norma. Aunque en nuestras policías no lo es: eegún la crónica de los saqueos ocurridos en los últimos días, en el mejor de los casos dejan hacer y en el peor son parte de un porcentaje enorme de los delitos. Claro que los sueldos debieran ser lo suficientemente altos para no entregar a los uniformados a las redes de corrupción, que abundan.
Córdoba fue la mecha de una bomba que empieza a estallar en todo el país. “Acciones deliberadas para generar caos” (Capitanich); “El 95% de los policías trabaja bien, es sólo una protesta minoritaria de un sector” (Scioli); “Están en juego los valores de la democracia” (Bonfatti). «El que saquea es un ladrón» (Massa) Desde la oposición que no ocupa cargos ejecutivos, silencio stampa que es poco menos que una incentivación a la violencia.
No hace falta ser oficialista para darse cuenta de que la situación hoy y en el 2001 es sustancialmente distinta. Mañana la democracia cumple 30 años ininterrumpidos, hecho inédito en la Argentina. A pesar de las mentiras del Indec y de la galopante inflación, la Argentina está lejos de ser un país sumido en la pobreza. Un informe de la CEPAL ubica a la Argentina como el país con la menor tasa de pobreza de la región (http://bit.ly/1cZvUkE) y un estudio de una ONG foránea ubica a nuestro país entre los de mejor alimentación de la población. (http://cdn.wfp.org/hungermap/). Esto no es decir que no hay necesidades, hambre, pobreza o desempleo. Pero no a los niveles que generan estallidos sociales.
¿Hay una necesidad de acopiar comida en aquellos que saquean? Probablemente no. ¿Hay malos ejemplos desde el poder sobre la impunidad de la corrupción? Claro que sí. Y Marín Caparrós ensaya en su artículo Contra la propiedad una interesante reflexión: las personas actúan, o dejan de hacerlo, más por temor a la represión que por una real conciencia de lo que es del otro. Y lo hacen, en gran parte, por la falta de ejemplos desde arriba (http://blogs.elpais.com/pamplinas/2013/12/contra-la-propiedad.html)
También podemos decir que no todo es tener un plato de comida caliente en la mesa. Educación mejor, trabajo en blanco y bien remunerado, hospitales públicos de excelencia en todo el territorio, son materias con algunas buenas notas y con rutilantes aplazos en gran parte del territorio nacional.
Pero si miramos las imágenes en TV, o salimos a la calle quienes estamos cerca de las barriadas, veremos lo que ningún analista político desde un estudio de televisión puede negar: zonas liberadas, incitación al saqueo, poco menos que extorsión policial, y la siempre latente explosión social, producto de un modelo que no llega a igualar las oportunidades de todos y que por ahora se sustenta en el consumo mucho más que en el ascenso social tan ansiado por los relegados de siempre.
Quien tenga tiempo, puede ver un ensayo sobre esto que decimos, con base en Rosario.
https://www.youtube.com/watch?v=si952Ed7Vu0
