El desafío Macri 2015

Por: #BorderPeriodismo

En BorderPeriodismo tenemos bastante abandonado al Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, por eso acá va un balance.

Solido en la Ciudad de Buenos Aires, el PRO logró sostener un caudal de votos más o menos estable que ronda el 50%, pero hasta ahora se ha mostrado errático en el resto del país.

Los hombres claves en el desafío más importante que tiene Macri de cara al 2015 son Emilio Monzó, actual ministro de Gobierno, y Andrés Ibarra, ministro de modernización, que tienen la ardua tarea de «armar» a nivel nacional.

En la Provincia de Buenos Aires el principal operador es el intendente de Vicente López y primo de Mauricio, Jorge Macri, y la figura puesta es la vicejefa de Gobierno María Eugenia Vidal, cuyo esposo es un militante del Pro de Morón.

Pero más allá de Córdoba y Santa Fe, donde de la mano de personajes del deporte y del espectáculo como Héctor Baldassi o Miguel del Sel, el PRO logró representatividad, el proyecto macro no logra despegar, y el jefe empieza a ver cómo todo se parece al 2011, cuando no alcanzó a imponer un candidato propio en las presidenciales en las que arrasó CFK. Claro que hoy, el panorama es distinto al 2011 porque el kirchnerismo, debilitado por la inflación y el estancamiento del crecimiento económico, no encuentra su candidato.

Pero el problema más grande de Macri no es Cristina, sino Sergio Massa, quien hábilmente ganó las voluntades de un público que comparte con Macri.

En ese intento de construcción nacional, se lo vio el miércoles por Nueva York, en una cena organizada por el Congreso Judío Norteamericano en honor a los Clinton. Se sentó en la mesa junto a la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, firme candidata a la presidencia por el Partido Demócrata, y declaró que «la Argentina debe seguir el rumbo de Chile, Colombia y Perú».

Ambición no le falta, así que vamos a animarnos a una breve semblanza de MM (8 de febrero de 1959, Tandil): hijo de Franco, empresario de la industria del automóvil hoy aliado del kirchnerismo y que suele criticar a su hijo públicamente, Mauricio fue ejecutivo de la empresa Sevel, de donde se retiró en medio de una investigación por «delito complejo contra el fisco» por la importación de autopartes desde Uruguay de la que fue finalmente absuelto de culpa y cargo.

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La salida de los negocios a la política fue a través de Boca Juniors, club que presidió durante 12 años (1995 a 2007) y que vivió su momento de gloria deportiva de la mano del tándem con Carlos Bianchi. Esa gestión exitosa, en un país futbolero como el nuestro, le alcanzó para lanzarse a la arena de la política importante. Hay que decirlo, lideró al club más grande del país a su etapa más exitosa, y eso se tradujo en la cabeza de muchos en una hipótesis discutible pero efectista: «si pudo gobernar exitosamente en Boca y además es rico, lo va a hacer bien en la Ciudad y no robará».

Mauricio se lanzó son ese eslogan tácito a la carrera política: fundó el partido Compromiso para el Cambio en 2003, mismo año en que Néstor Kirchner (a quien luego dijo querer «tirar por la ventana») llegaba a la presidencia con tal sólo el 22% de los votos, en una elección que en los números perdió con Carlos Menem, gran amigo de la familia Macri. Macri primero fue diputado -entre 2005 y 2007-, cargo que desempeñó con un récord de ausencias -justificó su baja performance diciendo que faltaba porque «no se debaten ideas»- y que le valió las criticas de sus pares. Compromiso para el Cambio y Propuesta Republicana (de Ricardo López Murphy) se fusionaron en el PRO, gracias a los buenos oficios de los publicistas, a quienes Mauricio siempre colocó entre sus principales asesores. Más adelante sumaría a su equipo a Jaime Durán Barba, el ecuatoriano que moldeó toda la imagen amarilla y llena de globos del universo macrista.

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Pero volvamos a 2003: en ese año de crisis de la política, con el «que se vayan todos» latiendo aún en las calles al ritmo de las cacerolas, Macri tuvo su primer intento por lograr un cargo ejecutivo hablando desde una supuesta «no política». Aquella estrategia funcionó de maravillas porque el PRO quedó arriba en la primera vuelta junto a su compinche Horacio Rodríguez Larreta. Finalmente su fórmula de derecha perdió en el ballotage frente a los “progresistas” Aníbal Ibarra y Jorge Telerman. Pero el primer ladrillo ya había sido colocado, y esa concepción de «renovación desde el ámbito empresarial» terminaría por derrumbar a todos los contrincantes. Macri, hay que reconocerlo, nunca ocultó su fortuna proveniente de la actividad empresaria familiar y en su última declaración jurada (2012) informó un patrimonio de 30,5 millones de pesos y 6,9 millones de dólares y tres propiedades (CABA, Tandil y Maldonado, Uruguay).

Adelantémonos hasta el 2007, año de consolidación, para no aburrir. Tras la destitución de Aníbal Ibarra en la Legislatura por el incendio del boliche Cromañón en el que murieron 194 personas, y el interinato de Telerman, Macri se presentó a elecciones con Gabriela Michetti de vice y obtuvo el 45,6% de los votos ante el magro 23,7 de los peronistas Daniel Filmus y Carlos Heller. De allí en más, la historia es conocida: reelección en 2011 con Rodríguez Larreta de compañero de fórmula con el 47% frente al eterno perdedor porteño Daniel Filmus (jamás un peronista ganó en la Ciudad), triunfo en las legislativas con el fugaz Francisco de Narváez y nuevo procesamiento judicial, en este caso por el presunto armado una red de espionaje a cargo de Ciro James.

Macri, a nivel gestión, realizó importantes obras viales de paso a nivel, entubó el Maldonado y empezó con la obra en el Medrano, mejoró el tránsito en la ciudad con el Metrobus, las bicisendas, las peatonales en el centro y las playas subterráneas para evacuar la gran cantidad de combis que transportan hacia el Conurbano a miles de trabajadores pro día. Pero subejecutó los presupuestos de salud e infraestructura, enfrentó problemas por la falta de obras en las escuelas y desmanejó los recursos para construcción de viviendas.

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La creación de la temible UCEP (Unidad de Control del Espacio Público) fue el ensayo de pruebas para el nacimiento de la Policía Metropolitana, ambas fuerzas acusadas del uso desmedido de la fuerza (en el caso del cuerpo policial, contra pacientes y médicos del Borda, por dar un ejemplo).

Ahora, a poco menos de dos años de las elecciones presidenciales en las que el kirchnerismo lleva las de perder, Mauricio no resuelve cómo cruzar la General Paz. Con Sergio Massa no se entiende y los egos hacen difícil un acuerdo (aunque representan el mismo arco político ideológico) y con Daniel Scioli tiene una buena relación personal gracias a su mujer Juliana Awada, y a la pasión compartida por el fútbol. Pero con ninguno tejió acuerdos, y el tren parece haber pasado. Su viejo aliado De Narváez está mucho más cerca de Scioli, y Gabriela Michetti, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta viven una interna permanente que desgasta al partido. Asoman con buena imagen Diego Santilli (senador y ex ministro de Espacio Público) y «Guillo» Dietrich (responsable de Transporte). Sin embargo, Mauricio no convence fuera de Capital.

El hombre, eso sí hay que reconocer, muestra ambición de poder y supo trascender los negocios con su exitosa incursión política. Mal que le pese a su padre, MM lo superó con creces en habilidad y logró llevar a la familia a la política grande. Aunque para el gran salto, por ahora, todavía le faltan delfines.

 

 

 

 

 

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