Ideas sobre la inseguridad sin la urgencia de la TV (aquí el tiempo no es tirano)

Por: #BorderPeriodismo

No hay tema más sensible en la agenda cotidiana que el problema de la seguridad. Es algo que, mida quien lo mida, en la Argentina da siempre en el primer puesto de preocupación del votante. Y eso también lo sabemos -sobretodo lo sabemos- quienes trabajamos en la tele. Sólo que el tiempo es tirano y trabajamos con la opinión y en análisis acotado a esa tiranía del tiempo. A los políticos también les pasa. Pero ellos no trabajan en la tele, o sea que más allá de la facilidad o dificultad de cada uno en explicar su plan en los medios; lo suyo es qué tantas ideas tienen para explicar a su gabinete y para instrumentar en sus gestiones. A veces los veo más preocupados por la tiranía de la tele que por la tiranía de la realidad. La comunicación resulta casi más importante que la capacidad de ejecutar soluciones para cambiarle la vida a la gente. Y eso, como dice Moria Casán, es lo que nos hace sentir que vivimos en un ispa..

Y el problema de la seguridad, como mucho pero igual a ninguno, responde a una multiplicidad de causas que exigen el mayor de los esfuerzos por parte del Estado. Es, principalmente, un problema de educación para lograr la inclusión social y en el merado laboral y, en definitiva, acceder a la salud, la dignidad y la oportunidad de progreso.
Pero ese combo, que no es sencillo de completar en el corto plazo, exige también una respuesta para el aquí y el ahora. Porque es difícil explicarle a un padre que perdió a su hijo que el asesino que ahora merece castigo y no lo tiene, antes mereció una oportunidad.
El aquí y ahora se resuelve con policías honestos, con jueces comprometidos y con mejores leyes. Y también con políticos preocupados, pero de verdad, no cuando la luz roja del estudio indica AIRE. La reforma del Código Penal, ese debate que ha quedado trunco por las efectistas críticas de Sergio Massa, es una discusión que tiene que ser dada sin mirar las encuestas. El código, con 400 artículos y más del doble de enmiendas, es poco menos que un castillo de naipes, siempre a punto de caer. Ese debate tiene que darse en el Congreso, y salir con un amplio respaldo, que incluya a la sociedad civil. Tenemos que abandonar las simplificaciones entre garantismo y mano dura y desafiarnos todos a apoyar lo más efectivo y justo.
Por si no lo saben, los principales desajustes de ese código que heredamos de la Dictadura, se dieron tras el clamor popular que encabezó el «Ingeniero» Blumberg, terriblemente dolido por el vil asesinato de su hijo Axel. Ese dolor, inenarrable, dio como resultado un pedido ciego de justicia que terminó agravando más que resolviendo el problema.
No es cierto que el nuevo código sea más sencillamente más laxo con los delincuentes. Lo es en ciertos delitos y es más duro en otro. Con el nuevo código, por ejemplo, el juez que dejó en libertad al delincuente del «caso Romano»  debería haber tomado una decisión sobre ese hombre si o sí antes de mandarlo a la casa hasta que se sustancie el juicio. Pero bueno, esa decisión tiene más opciones: apresarlo, dictare prisión domiciliaria o pedirle una probation.
Lo que quiero decir, es que con cada reforma del código hay una serie de complejidades que exceden en mucho el debate público sobre el código.
Por ejemplo, a mí me hace ruido que se elimine el registro de reincidencia. Es decir que a la hora de juzgar a un delincuente no sean tenidos en cuenta sus antecedentes. Su prontuario.
¿Cuál es la explicación?
Los juristas dicen que si una persona fue juzgada, por ejemplo, por un robo y purgó su pena no es justo que ante otro hecho criminal se lo vuelva a juzgar teniendo en cuenta el delito ya purgado. Todo lindo, pero eso deja un sabor amargo en la opinión pública. Porque si no se computan las faltas nunca me quedo libre, diría un adolescente cursando la secundaria.
Detrás de su redacción están los penalistas más importantes del país. Así y todo, no es un texto sagrado: debe ser sometido a debate, a una discusión seria.
Para corregir el problema de la seguridad -que nunca va a ser nulo- debe arrancarse por leyes claras, por jueces que las hagan cumplir, por más y mejores fuerzas de seguridad (no corrompidas por el poder de la droga) y políticos que den el ejemplo (y de eso falta mucho). Eso es en el corto o mediano plazo (ahí lo tenemos a Daniel Scioli anunciando, tarde, la emergencia en seguridad en la provincia de Buenos Aires). En el largo plazo hay que continuar subiendo el presupuesto educativo, mejorando los hospitales, generando trabajo y luchando de frente contra la droga. Sólo así la tentación de sacar un arma para quitarle al otro lo que yo no tengo va a ser la excepción y no la regla.
Sea quien sea el que llegue al sillón de Rivadavia en 2015, tendrá que hacerse cargo de los miedos de la población, hacer caso omiso a los lobos que desde los medios de comunicación piden mando dura (cuando no los lobos que manejan esos medios) y trabajar para mejorar un problema que exige como ninguno, respuestas múltiples.
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