Terror en el castillo: desesperado mensaje de las princesas encerradas por su propio padre

Por: #BorderPeriodismo

Desde hace trece años y por orden de su padre, las cuatro hijas del rey Abdoullah de Arabia Saudita permanecen encerradas en un palacio destaralado. Luego de denunciar el hecho, las condiciones de detención se endurecieron. “Nos quieren matar de hambre”, aseguran. Por qué ni la ONU ni el mismísimo presidente Obama quieren peticionar por ellas.

Por Fernanda Sández

La noticia, publicada hace algunas unas semanas por el diario inglés The Sunday Times, tenía todo para ser una verdadera “bomba periodística”: nobleza, traición, dinero (mucho dinero), cuatro princesas y hasta escenarios de Las mil y una noches en pleno siglo XXI. El punto es que, desde que la “bomba” estalló y los medios de todo el mundo recogieron la historia, las vidas de cuatro mujeres (las princesas saudíes Saha, Maha, Hala y Jawaher, hijas del todo poderoso rey y uno de lso hombres más ricos del mundo) valen todavía menos de lo que valían hasta ese entonces.

Las mujeres, de entre 42 y 38 años, fueron encerradas en  un complejo palaciego de la ciudad de Jeddah en 2001. Y “encerradas” significa en este caso prohibición de salir (salvo cada dos meses, y sólo para ir a comprar comida y medicamentos), de ver a nadie, de conversar con extraños. A su madre, llamada Alanoud Alfayez, tampoco la pueden ver porque el rey también prohibió las visitas hace rato.

¿Qué pasó? La historia, contada por las propias víctimas por mail a un diario londinense es, como mínimo, confusa. Aparentemente, su padre habría decidido encerrarlas en 2001 por diferencias con la madre de las cuatro chicas, que no quiso saber nada más con su alteza luego de que éste se divorciara de ella dos veces, y sin mediar explicación alguna. Ante la negativa de Alanoud (que vive en Londres desde hace más de diez años) de volver a su cama por tercera vez, Abdoullah hizo sentir como nunca su poder y puso a las cuatro princesas bajo siete llaves.

¿Por qué la historia no “saltó” antes? Simple: porque en un país como Arabia Saudita, en donde las mujeres son para siempre menores de edad y pasan de la tutela del padre a la del marido, sin ser nunca dueñas del todo de sus propias vidas, casos como éste son lo que abunda. De hecho, varias activistas por los derechos de la mujer en ese país aprovecharon la volada del “affaire de las princesas” para hablar sobre la dramática situación de sus congéneres con y sin corona.

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Algunos de los datos son recogidos la organización Human Rights Watch que, en su último informe, precisa que en Arabia las mujeres no pueden salir solas a la calle, ni ocupar cargos públicos de relevancia, ni manejar vehículos, ni hacerse intervenciones quirúrgicas que no estén previamente autorizadas por padre, marido o hermano. En materia de violencia doméstica, más espanto: en mayo del año pasado, y tras mandar a su mujer al hospital de una paliza, un hombre recibió una “condena” considerada dura: memorizar cien frases del profeta Mahoma.

Trabajar siendo mujer también es un “problema”. Sólo se puede hacerlo en determinadas áreas, y bajo estricta división por género para que varones y mujeres no interactúen. La educación es otro “inconveniente” para las niñas: las escuelas están segregadas por sexo y, como los bomberos son siempre varones, cuando se desata un incendio en alguna de ellas (como de hecho sucedió hace algunas semanas) lo más probable es que las chicas mueran carbonizadas. ¿Lo absurdo? Los religiosos islámicos sí pueden entrar a las escuelas donde hay niñas, a fin de “salvar sus almas”. ¿Más datos? Muchas mujeres tienen celulares sin teclado. La idea es que sólo puedan recibir llamadas, jamás hacerlas, lo que implica un espantoso modo de “encierro tecnológico” que sería impensable para una occidental.

Se entiende entonces, en este contexto, por qué ni la ex esposa del rey ni sus hijas prisioneras atinaron a alzar la voz antes. La solución más prudente pareció ser desde el vamos una “negociación familiar secreta”. Eso es lo que intentó Alanoud durante años y por la vía de dos influyentes príncipes, Mutahib y Abdelaziz, que ocupan cargos de suma relevancia en el gobierno de su padre. Mutahib, por caso, es el jefe de la temible guardia real y ambos son hermanastros de las princesas pero no hijos suyos, ya que el rey saudí cuenta con un verdadero “harén” de esposas. Ellas le han dado nada menos que 38 vástagos.

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No tuvo suerte. Apeló incluso-y por medio de una carta formal- al área de Derechos Humanos de la Organización para las Naciones Unidas (ONU). Pero no así obtuvo respuesta. A fines de marzo entonces, y en coordinación con la mayor y la más chica de sus hijas, inició la acción mediática.  En el colmo del absurdo-y de lo dramático- ex reina y princesas cautivas no dejaron de contar nunca con acceso a Internet y por eso, las tres al mismo tiempo, abrieron cuentas en Twitter. Justamente por eso, y en un insólito “reality show de la realeza árabe”, Saha y Jawaher se dedicaron desde entonces a escribir en 140 caracteres un verdadero “diario del cautiverio”, contando al mundo lo que les sucedía. Desde entonces, el hashtag #freethe4 (Liberen a las cuatro) se ha vuelto parte del paisaje de Twitter.

La reacción del rey padre, desde luego, no se hizo esperar. Pero no fue, como se hubiese estilado en Occidente, alguna suerte de descargo diplomático o comunicado oficial. No, no es así como se manejan esta clase de asuntos en Arabia Saudita. Por eso, además de reforzar el ya de por sí  férreo control sobre sus hijas con más guardias y hasta dos tanquetas en la puerta del palacio, el rey dispuso que limitar todavía más su acceso a alimentos y medicamentos.

“Nuevas órdenes del rey: mis hijas ya no pueden ni salir a comprar comida. Las quiere ver muertas mientras el mundo mira”, tweeteó entonces Alanoud. En la misma tónica, la princesa Sahar –la mayor de las cuatro – escribió: “Necesitamos salir a comprar comida y un inhalador para el asma de mi hermana Jawaher. Pero nos han dicho que no hay órdenes de dejarnos salir. ¿Pretenden matarnos de hambre?”

Si bien nadie  habla públicamente de este asunto en el reino, lo cierto es que no son pocos los que sospechan – verbo siempre asociado a una mujer en Arabia, donde las féminas son esencialmente “sospechosas desde el nacimiento- que fue alguna flagrante “inconducta” de las chicas allá lejos y hace tiempo (durante un viaje de vacaciones a Italia, sostienen algunos) lo que generó la desproporcionada reacción del soberano.

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Interrogada al respecto, Alanoud echó por tierra la teoría y aseguró que-si de venganza se  trataba- era hacia ella por no haber querido volver con él, y no hacia las muchachas. Porque, en última instancia, “ellas no hicieron nunca más de lo que hace cualquier muchacha, cualquier hija”, dijo la mujer. Sin embargo, hay otra hipótesis (bastante más inquietante, por cierto) según la cual el verdadero motivo del encierro colectivo tendría que ver, concretamente, con la princesa Hala.

La historia sería así: Hala, graduada en Psicología, habría realizado sus prácticas profesionales en un hospital militar en donde, accidentalmente, descubrió que muchos de los disidentes políticos del régimen de su padre terminaban encerrados con diagnósticos psiquiátricos falaces. Para decirlo muy rápidamente, se los quitaba del medio y “empastillaba” so pretexto de enfermedades mentales irreales. Opinar libremente en Arabia Saudita se paga, evidentemente, con la reclusión.

¿Las princesas serían entonces ya no víctimas de una pelea de ex pareja entre sus padres sino de una conspiración política bastante más pesada que eso? Nadie lo sabe con certeza. De lo que sí no caben ya dudas es justamente por quien más se teme es por la princesa Hala, con quien las demás no tienen ninguna clase de contacto y por cuya salud mental tampoco nadie se atreve a poner las manos en el fuego.

También por eso, en un gesto desesperado, la madre de las cuatro presas aprovechó el reciente viaje de Barak Obama a Arabia Saudita para pedirle que intercediera por sus hijas. Pero no hubo novedad alguna luego de la comida que compartieron el rey y el presidente de los Estados Unidos. Tampoco hay de qué asombrarse: Estados Unidos es- luego de Canadá- el segundo comprador del indispensable petróleo saudí y es de imaginar que, dadas las circunstancias, el affaire de las princesas no habrá siquiera sobrevolado la amable conversación entre dos de los hombres más poderosos del mundo.

Para saber más:

http://www.hrw.org/world-report/2013/country-chapters/saudi-arabia

http://www.thesundaytimes.co.uk/sto/newsreview/features/article1384494.ece

http://elpais.com/elpais/2014/03/10/gente/1394466129_088916.html

http://www.elmundo.es/internacional/2014/03/28/5335870cca47416c338b4578.html

 

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