Inundados: el arte de vivir con fe, sin saber con fe en qué

Por: #BorderPeriodismo

Por Leila Sucari

El domingo el aire olía a suculentos asados. Muchos festejaban el día del padre copando las parrillas de terrazas, jardines, patios y balcones. Otros se preparaban ansiosos para el debut de Argentina en el Mundial. A las siete de la tarde, la mayoría de los argentinos estuvimos pegados al televisor y a las nueve festejamos el triunfo con bombos y platillos. Pero no todos tuvieron la misma suerte. Mientras los fanáticos celebraban en el Obelisco, en la zona del litoral crecían las inundaciones. En Misiones quedaron aisladas 50 mil personas, en Chaco -el mismo domingo- debieron dejar sus casas 3.500 personas. En Corrientes y Formosa también hubo evacuados y se prevé que en los próximos días habrá otros miles en Entre Ríos, Santa Fe y al norte de la provincia de Buenos Aires.

Estamos acostumbrados. Todos los años se repite la misma historia y miles de familias pasan a formar parte de la lista de víctimas y afectados. Las inundaciones son un problema nacional que lleva años sin que nadie se haga cargo. La culpa no es de la lluvia, sino de la falta de políticas públicas que inviertan en obras sanitarias y en prevención. Los políticos de turno siempre prometen pero rara vez cumplen. Disimulan la tragedia dándose una vuelta por las zonas más afectadas y después vuelven a la comodidad de sus casas. A los pocos días la noticia pasa de largo y nadie se acuerda. Hasta que vuelve a pasar.

Ser uno de los evacuados no es hacer un pijama party en el centro comunitario más cercano. Es quedarte sin colchón, sin ropa, sin comida. Es perder las fotos de tu infancia, los documentos, los libros, los animales. El agua empieza a subir y no da tregua. Primero intentás absorberla con trapos, sacarla con baldes, a las patadas. Hasta que te das cuenta de que es una tarea inútil y no te queda otra que abandonar tu casa. Empezar todo de cero.

Ríos que crecen, arroyos que desbordan, lluvias que superan valores históricos. Muertos, evacuados y heridos. No se salva nadie: desde los pueblitos más remotos del litoral hasta los barrios céntricos de Capital Federal. Todos sufrimos a bordo del mismo Titanic. Vivimos al borde del naufragio. Nos dicen que se están tomando las medidas necesarias, que las causas son ambientales y que el gran problema es el cambio climático y el calentamiento global. ¿Es realmente así? ¿Hay modo de hacerle frente? ¿Quién debería tomar las riendas del asunto?

La crecida del Río Paraná se debió, en parte, a las elevadas precipitaciones registradas en la cuenca del Río Iguazú, que provocaron que las Cataratas alcanzaran un caudal de 50.000 m3, cuando lo normal es que sea de 8.000 m3. Sin embargo, especialistas en medio ambiente, aseguran que la crecida de los ríos es consecuencia de la deforestación ilimitada. O sea, de la carencia de una política de preservación ambiental. Según un informe de Greenpeace, la situación actual de la selva misionera es crítica: queda sólo un 7% de su superficie original. «Los bosques y selvas, además de concentrar mucha biodiversidad, juegan un papel fundamental en la regulación climática, el mantenimiento de las fuentes y caudales de agua y la conservación de los suelos”, señala Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace en Argentina. “Son nuestra esponja natural y paraguas protector. Cuando perdemos bosques nos volvemos más vulnerables ante las lluvias y corremos serios riesgos».

Las inundaciones recurrentes en toda la provincia de Buenos Aires también ponen en evidencia el grave problema que implica la falta de decisión política a la hora de coordinar acciones de prevención. La carencia de infraestructura y el pateo constante hacia adelante por parte de la dirigencia, hace que Argentina sea uno de los siete países en vías de desarrollo más vulnerables ante las inundaciones, según un informe del Banco Mundial. El alto costo de las inversiones y el tiempo que lleva concretar las obras hace que nadie haga lo suficiente y nos deja en un lugar de total desamparo. Nadie quiere buscar soluciones a largo plazo, mejor que se ocupe el que sigue. Y así estamos. «El agua expone la falta de inversión, de mantenimiento y la ausencia de un plan hidráulico integral», dijo el ingeniero Romanazzi, director del Departamento de Hidráulica de la Universidad de La Plata, al referirse a las inundaciones en su ciudad. «Si no se empiezan a ejecutar obras para contener las inundaciones y no mejoran los controles para ordenar la urbanización, en 20 años esta y otras zonas del Conurbano pueden convertirse en un gran delta».

Agostina Mileo, Lic. en Ciencias Ambientales, explica: “En el caso de las inundaciones, se estudia cómo y por qué un fenómeno climático, como la lluvia, puede constituirse en una catástrofe para la comunidad. Las causas son varias. Existen cuestiones ligadas a la actividad humana, como la deforestación que reduce la capacidad de absorción de la tierra y vuelve los suelos más débiles y proclives a derrumbes, por lo que todas las precipitaciones terminan en los cursos de agua y aumentan notablemente los caudales. Por otro lado, la ausencia de planes de contingencia es lo que convierte a un fenómeno climático en catástrofe. Para cada zona de nuestro país hay estudios extensos sobre los distintos factores que intervienen en las inundaciones. Si bien hay procesos que son difíciles de revertir, porque tienen que ver con el modo de explotación de los recursos, podrían promoverse medidas de ingeniería. El tema es que hacen falta recursos económicos muy grandes y, en nuestro país, ni siquiera contamos con lo básico, que es una promoción masiva de prácticas de evacuación”.

Para que el gobierno de Scioli tomara la decisión de invertir en obras, en La Plata tuvieron que morir 89 personas, verse afectadas más de 74 mil familias y perderse 500 millones de dólares como consecuencia de las inundaciones del 2 y 3 de abril del año pasado. Recién entonces, después de que la tragedia devastó a la ciudad entera, el gobierno bonaerense aprobó la realización del plan de Obras Hidráulicas Estructurales para La Plata, Berisso y Ensenada. El objetivo es llevar a cabo la Limpieza y Adecuación de los arroyos Del Gato, Maldonado, Pérez, Regimiento y sus afluentes y el saneamiento, limpieza y mantenimiento de los arroyos Martín y Azul, Carnaval, Rodríguez y Don Carlos. Para eso, se consiguieron dos fuentes directas de financiamiento: un préstamo de $1.973 millones provenientes del gobierno nacional y 32 millones de dólares del Fondo Financiero para el Desarrollo de los Países de la Cuenca del Plata (Fonplata). Se trata de un complejo plan integral que servirá para prevenir inundaciones y que estará terminado de acá a dos años. Las estrategias para evitar que el agua hiciera desastres ya existían, la mano de obra y el dinero se consiguieron. ¿Por qué hubo que esperar una tragedia para actuar? Lo mismo pasó con el incendio de Cromañón, con la tragedia de Once y con tantos casos de femicidio ¿Por qué estamos acostumbrados a que se haga lo debido cuando ya es demasiado tarde?

Las herramientas las tenemos. La comunidad científica puede prever con bastante exactitud y anticipación cuánto va a llover, dónde y qué va a pasar dadas las condiciones de cada región. “Que una lluvia abundante provoque inundaciones y constituya una catástrofe es una decisión jerárquica que tiene que ver con la ausencia de políticas públicas a largo plazo y planes de contención a corto plazo”, concluye Mileo. Nos acordamos de las inundaciones cada vez que hay una situación crítica. Pero hay que tomar conciencia de que se trata de un problema grave y crónico, que no va a solucionarse hasta que se encaren las obras con responsabilidad. Mientras, se siguen tapando baches, y el agua sigue subiendo.

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