Wimbledon abrió una polémica de género en el tenis profesional

Por: #BorderPeriodismo

Por Fer Sommantico

Se está jugando Wimbledon, el torneo más emblemático para el mundo del tenis y como ocurre cada 4 años su alcance mediático se ve opacado por los mundiales de futbol. El abierto inglés, al igual que los otros 3 Grand Slam distribuye los mismos premios en dinero para los segmentos masculino y femenino. Una recompensa justa que no distingue entre géneros.

Sin embargo no todos están de acuerdo con ello. En efecto, muchos de los jugadores comentan en voz baja -y otros no tanto- que no es justo que se reparta la misma cantidad de dinero, dado que los hombres juegan al mejor 5 sets y las mujeres al mejor de 3. Sostienen que el esfuerzo que realizan es muy superior y, además, que la audiencia televisiva –la gran fuente de ingresos- es menor en los partidos femeninos. Algunos van más lejos aún.

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El siempre polémico leton Ernest Gulbis, top ten en estos días, afirmó que las mujeres no deberían jugar tenis profesional, porque es muy duro y exigente el circuito. Más allá de la polémica, lo cierto es que está fuera de discusión la igualdad de géneros. Sin embargo, esa igualdad es política, porque la naturaleza indica que hombres y mujeres tienen una contextura física diferente. La fuerza de los hombres, por ejemplo, es mayor. Surge, entonces, la siguiente pregunta ¿Es posible en el tenis la competencia entre varones y chicas?

Para develar esta incógnita me voy a remitir a un partido que es, hasta hoy, considerado como el único que se jugo a cara de perro entre un hombre y una mujer (mas allá de que hubo otros que no fueron tan relevantes). Me refiero al que se jugó en el año 1992 entre Jimmy Connors y Martina Navratilova y que un genio del marketing instalo en los medios bajo una consigna provocativa: en qué circunstancias la mujer podía competir de igual a igual contra el hombre. Ambos jugadores superaban los 35 años, aunque seguían en actividad y con muy buen ranking. De hecho, Connors hizo semifinal del abierto norteamericano a los 40 años.

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A pesar de que se trataba de un partido de exhibición, lo volvía más interesante el premio pues, los dos se llevarían 500000 dólares por participar más otros 500000 para el ganador. Las condiciones no eran iguales, porque se buscaba equiparar de alguna manera las diferencias físicas. Tras algunos estudios se determinó que Connors jugaría con un solo saque por punto y que la cancha de su lado era un metro y medio más ancho. Ganó Jimbo 7-5 y 6-2. Las crónicas narran que Navratilova jugó muy nerviosa y no supo aprovechar las dimensiones de la pista, quizás con un par de partidos mas de entrenamiento en esas dimensiones el resultado hubiese sido otro.

Así, es evidente que la cuestión de los premios se mide en base a otras variables y no solo en términos de fortaleza física y esfuerzo deportivo, ya que se mezclan otras cuestiones que no podemos enumerar ahora. Aún con estas limitaciones, la experiencia de 1992 revela que las polémicas declaraciones de Ernest Gulbis carecen de evidencia empírica.

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