Cómo leyó el gobierno al paro nacional: no aclares que oscurece

Por: #BorderPeriodismo

En estos días de paro escuchamos de los más variados argumentos para desacreditar el paro convocado por las centrales gremiales y la izquierda. Todos ellos son verdades que encierran una trampa dentro del propio discurso del gobierno de Cristina Kirchner. Enterate por qué.

Argumento 1:

No hay un contexto social que justifique el paro porque la situación actual no es igual al de los paros de la hiperinflación del 400 por ciento anual y ni se acerca al estado de país cuando los piquetes en las rutas nacionales denunciaban hambre y desocupación de casi un 20 por ciento.

Es cierto. Nunca vamos a estar tan mal como la peor vez que estuvimos. Nunca (Dios quiera) vamos a llegar a la debacle del 2001 o al genocidio que arrancó en el 76; o vamos a sufrir de un plumazo la terrible devaluación del peso que impuso el Rodrigazo.

¿Pero quién anotó a los argentinos en la carrera barranca abajo? ¿Quién dice que sólo en las épocas en que estemos hambreados y sin salida nos habilitan a protestar o a salir a las calles?

¿No es justo que un trabajador que viaja dos horas por día, trabaja ocho y tiene una familia, tenga dinero para, por ejemplo, comprar ropa, recrearse o ahorrar? ¿Es eso un privilegio?

¿Desde cuándo nuestra economía doméstica tiene que consistir en endeudarnos en cuotas para comprar plasmas, lavarropas y notebooks cuando lo que soñamos es tener una casa propia y que nuestros hijos estudien y progresen más allá de lo que nosotros logramos?

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Que el motor de la economía sea el consumo fue y sigue siendo una decisión política. Pero NO es la única decisión posible. Podríamos estar exportando más bienes manufacturados y más materia prima o recibiendo inversores que quieran desarrollar con compromiso y no con cheques en blanco el enorme potencial petrolero de nuestra región patagónica; y no depender sólo de la venta de electrodomésticos y zapatillas en cuotas. Punto.

Argumento 2:

El paro es político, se debe leer en el marco de una campaña electoral.

Chocolate por la noticia!

Todo paro es un hecho político. Los gremios son un poder en sí mismo con el que el gobierno ha bailado el tango. Que ahora se pisen los zapatos no quiere decir que haya que demonizar el juego político instalado por este gobierno en la mesa de los argentinos como nunca antes.

Es cierto que el paro es político y que también responde a una cuestión de política hacia el interior de los propios gremios que se ven corridos por los sectores de la iquierda más dura que les reclama planes de lucha y les roba protagonismo cada vez que hay un conflicto de despidos o suspensiones como sucede en los casos Lear o Donnelly.

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¿Eso deslegitima la medida? No creo. En realidad, tal vez el mayor éxito del paro es haber logrado que durante esta semana los medios pongamos en debate lo que le pasa a los trabajadores con sus sueldos, sus aportes a ganancias y con la precariedad laboral que afecta al 30 por ciento de los trabajadores(según datos del propio INDEC).

Es más, han logrado dejar en evidencia el argumento del estado sobre el reclamo el aumento del mínimo no imponible al impuesto a las ganancias: el oficialismo dice que es un debate de un sector privilegiado de la clase trabajadora, porque la mayoría tiene sueldos de 6000 y no de 15000 pesos.

Menudo problema reconocer que la mayoría de los que trabajan es pobre. Porque no me van a decir que alguien puede vivir dignamente con 6000, en el país adonde un alquiler de un monoambiente sale entre 2000 y 3000 pesos.

Entonces, llegamos a la conclusión que no estamos tan mal como cuando teníamos hambre, no había tantos jubilados ni nadie era alcanzado por los programas sociales que atienden a los sectores más vulnerables. Pero además de pensar en ellos, en los que en los 90 se cayeron del sistema; hay que registrar a los que en esta década reman en dulce de leche trabajando duro para avanzar muy poco.

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El gobierno de Cristina Kirchner le debe algo a los laburantes argentinos: justicia social.

No sólo para los más pobres. También para los trabajadores empobrecidos por la inflación galopante.

Un trabajador debe vivir dignamente y no ser un pobre que sale de un plan de cuotas y se mete en otro sólo para parecerse a su aspiracional de la publicidad.

Los sueldos fueron ajustados y esta vez no se paró nadie frente a una cámara a anunciarlo, como ocurrió cuando el bulldog Ricardo López Murphy era ministro de Economía. Anunciar un ajuste brutal al sector de educación le costó su puesto y su carrera política. Y dejó una enseñanza a la clase política argentina: nunca más un funcionario que vaya a ajustar debe decirlo en cámara. Hay que comunicar las cosas como para que si hay miseria que no se note. Pero el ajuste está entre nosostros. Y por más que el paro sea político, la realidad del empobrecimiento de los trabajadores argentinos no puede taparse con nada.

Ni siquiera si sale a hablar a los medios la exhuberante colorada novia del vicepresidente Amado Boudou una semana después de que se publicasen sus fotos totalmente desnuda en la tapa de Noticias.

Nada, sólo quería decirles que estuve pensando en esto.

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