La historia entre Lijo y Stiusso: ¿seguirá firme en el caso Nisman?

Por: Javier Álvarez

Tras 40 años de vivir en las sombras del poder, Antonio “Jaime” Stiusso irrumpió en el último mes en la vida política pública. El agente secreto con más temido de la Inteligencia Argentina es acusado por el Gobierno de armar un complot para anticipar la salida de Cristina Kirchner del Gobierno. Sin embargo, queridos amigos, el peligroso espía es, para la Justicia Federal, un hombre de lo más confiable. Casi les diría que es el tipo al que el juez Lijo le compraría un Taunus.. perdón un Falcón. Enterate por qué.

 Por Javier Álvarez (@JaviAlvaBa)

El juez federal Ariel Lijo se basó fundamentalmente en el relato de Jaime Stiusso cuando, en 2009, procesó al ex presidente Carlos Menem y a su primo Munir, al ex jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy, al entonces Jefe de la Policía Federal, Jorge «Fino» Palacios, al ex juez de la causa, Juan José Galeano, entre otros funcionarios.  Los procesó por el encubrimiento del atentado a la AMIA sobre la base del relato de este ahora ex espía, expulsado de la Secretaría de Inteligencia (SI) hace un pelín: el 17 de diciembre de 2014. Fue Stiusso quien convenció al magistrado que se había desviado la pista siria hacia la pista iraní ya en 1998.

Lijo identificó en su fallo que había una fuerte digresión entre dos sectores bien definidos de la SI. Y en la página 209 del dictamen determinó la “anuencia” de un sector (La Sala Patria) para el encubrimiento y destacó el rol de Stiusso (de la Base EEUU) por estar “decidido a investigar o por lo menos dispuesto a determinar la relevancia de la pista siria”.

Fallo Juez Lijo – Página 209

Si bien hubo otras pruebas, Stiusso le aportó a Lijo intervenciones telefónicas y documentos (como una agenda de uno de los acusados). Y su relato terminó de completar el panorama para el dictado de los procesamientos. El juicio por el encubrimiento del atentado a la AMIA se daría en el segundo semestre de 2015. Si Lijo condena a Ménem y a todos los acusados, la pista iraní quedaría expuesta a contrapruebas y podría comprobarse que es una farsa.

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La Procuradora Alejandra Gils Carbó le comunicó a los familiares de las 85 víctimas del atentado de julio de 1994 que será un grupo de fiscales el que tomará la posta que dejó Alberto Nisman y continuará con la investigación. Nisman había pedido en diciembre pasado al Tribunal Oral en lo Criminal Federal 2 que adelante para el primer semestre de 2015 el inicio del juicio oral contra los acusados de encubrir el atentado en lo años ‘90.

Los acusados son el ex presidente Carlos Menem y su primo Munir; el ex PFA, Jorge Alberto «el fino» Palacios; el ex juez Juan José Galeano; y el ex PFA, Carlos Antonio Castañeda. También el ex jefe de la exSIDE, Alfredo Anzorreguy; el ex subsecretario de Inteligencia, Juan Carlos Anchézar; por encubrimiento, abuso de autoridad y falsedad ideológica; y el ex espía, Patricio Finnen, por el delito de peculado.

Finnen pertenecía a la Dirección de Antiterrorismo e integraba la llamada “Sala Patria”, que se oponía a los criterios de la de contrainteligencia que lideraba Stiusso, quien cuestionaba la línea de Galeano de acusar a policías e iraníes.

Antonio Stiusso, conocido cariñosamente como “Jaime”, “Jaime Stiler”, “Horacio”, “Jorge” y, puertas adentro de la SI como “El Ingeniero”, por su extrema habilidad con las tecnologías informáticas y experiencia en intercepciones telefónicas, fue y es clave en la primera acusación por encubrimiento del atentado terrorista.

Este espía estuvo afectado a investigaciones de la ex SIDE desde momentos posteriores al atentado a la Embajada de Israel en 1992 y su función era la de detectar los “blancos islámicos”. Tras la voladura de la AMIA, nunca creyó en la pista iraní.

Stiusso se crió en la localidad bonaerense de San Justo, en La Matanza, y, según fuentes consultadas por Borderperiodismo, cuando supo ser un espía consagrado, habría visitado en reiteradas oportunidades el cuartel central de la CIA en Langley, Virginia. Ex colaboradores indican que Stiusso tuvo estrecha conexión con Ross Newland, representante secreto de la CIA en Buenos Aires entre 1999 y 2000, cuando Fernando de Santibañez dirigía la SIDE.

Colaboró con el equipo de expertos llegados desde los Estados Unidos para trabajar sobre el atentado a la AMIA en mayo de 2001. Seis hombres y una mujer (todos del FBI), expertos en Oriente Medio y contraterrorismo, trabajaron en secreto con el espía local durante varios meses.

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Y el juez Lijo determinó el 2 de octubre de 2009 que no le quedaban dudas: Menem y su hermano Munir obstruyeron la investigación por el atentado al ordenarles a Anzorreguy y a Galeano no avanzar sobre la denominada pista siria. Según esa hipótesis, lo hicieron para proteger al comerciante Alberto Kanoore Edul (fallecido en 2010), cuya familia estaba ligada a la de los Menem.

Fallo Juez Lijo – Página 221

 

Tensiones entre la SI y la CIA

Siempre hubo recelo entre las agencias de inteligencias y las acusaciones de falta de confiabilidad de la CIA, el FBI y, por decantación, el Mossad israelí, hacia los espías argentinos se mantiene inalterable hasta hoy. La relación entre la SIDE y la CIA se deterioró con fuerza cuando espías locales revelaron en 2000 una foto de Newland, quien se tuvo que ir de urgencia de la Argentina.

Jamás había ocurrido en ningún país del mundo que la cara de un jefe de la CIA se diera a conocer y mucho menos saliera publicada en un diario, como ocurrió aquí en Página/12. Esa operación habría sido realizada por el entonces jefe de Contrainteligencia, Alejandro Brousson (fallecido recientemente) y el director de Reunión Interior, Fernando Pocino.

La áspera situación de desconfianza y presiones de la CIA y el FBI sobre la Casa Rosada hizo que estallara una guerra fría que puso a Stiusso en una vereda y a Brousson y Pocino, en la otra. Esos dos últimos agentes de inteligencia lideraban la llamada “Sala Patria” –en la que estaba Finnen- y tenían su base no tan secreta de operaciones en el cuarto piso del Palacio Barolo, sobre la Avenida de Mayo 1370.

Stiusso fue ganando poder en su trinchera: la “base Estados Unidos”, por su ubicación en la calle que lleva el nombre del país del norte, en el barrio porteño de San Cristóbal. En el caluroso diciembre de 2003, Néstor Kirchner reunió a un grupo de espías de ambas bases en la Rosada y les ordenó que se dejaran de “romper las pelotas” porque sino iba a “cortarles la cabeza”. Los amenazó con disolver la Secretaría. Y les pidió que colaboraran para evitar saqueos durante las fiestas de ese fin de año.

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Poco después, ya en 2004, Kirchner llevó a Stiusso a Olivos y se lo presentó a Alberto Nisman, a quien había designado como fiscal especial de la causa AMIA. Los puso a trabajar juntos. Como ofrenda, aseguran las fuentes consultadas por #Border, Stiusso le entregó dos carpetas con los prontuarios del Presidente y la entonces primera dama, Cristina.

La confianza de Kirchner a Stiusso profundizó la interna en la ex Side. Pocino se encargó acercarse a Cristina tras la muerte del ex Presidente el 27 de octubre de 2010 y, principalmente, al jefe del Ejército, César Milani, desde que el militar se hizo cargo de la inteligencia de las fuerzas armadas. Las fuentes consultadas por #Border indican que en medio de la guerra interna, Stiusso había comenzado a tramitar su jubilación en junio de 2009, pero el propio Gobierno le impidió la salida por temor a que se exiliara en Estados Unidos y se convirtiera en un dolor de cabeza.

Stiusso dio cuenta que estaba muy lejos del Gobierno cuando siete halcones de la Policía Bonaerense ingresaron minutos antes de la 6 de la mañana del 9 de julio de 2013 a la casa de uno de sus hombres y lo acribillaron de ocho balazos. El espía siempre creyó que a Pedro Tomás “Lauchón” Viale lo asesinaron por orden de la línea opositora de la SI para golpearlo a él, en una presunta represalia por bandas de narcos con contactos policiales y políticos que ayudó a atrapar.

Ahora Stiusso entra y sale de la Argentina (desde el Uruguay) con identidades cambiadas y teme que lo asesinen. E incluso, a esta altura, se cuida de la CIA y el Mossad. El ex espía sabe demasiado, tanto como para condicionar a dos o tres Gobiernos después de Cristina. Y eso le pesa.

 

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