Mememanía: como incide Twitter en las comunicación política

Por: Quena Strauss

Desde muchos avisos saturados de bebés o viejitos, pasando por aquel en el que se mostraba al ex presidente De  la Rúa rodeado de uniformados y así hasta llegar hasta la mememanía de  los increíbles spots de campaña de Sergio Massa cambiando de tonada según su auditorio, la comunicación política parece prestarse a lo que sea. ¿Vale todo por un voto?

Por Quena Strauss

“Hola, soy Sergio Massa y te…..”. Lo que siga a ese mensaje dependa de en qué zona del país se viva. Porque, por ejemplo, en spot dirigido a los misioneros el candidato del Frente Renovador sacó a relucir una jota de lo más autóctona  (y cuando dice “estas ahí” lo que resuena es “tajaí”)  mientras que en el caso de Córdoba el aviso sonó con ecos del Potro Rodrigo, aquel que andaba sin documentos por tener el acento de Córdoba Capital.

https://www.youtube.com/watch?v=7_8W6TjW8bI

Lo que siguió a ese mensaje fue, también, un rebote geométrico en las redes sociales, los diarios, la televisión.  Y, multiplicándolo todo, la creatividad de la gente que bajo el hechizo de la risa convirtió aquellos spots en memes de todo tipo y factor  y maravillas como ésta, Sergio Vader, el candidato del Imperio para las próximas elecciones en las galaxias:

Hubo pues avatares del candidato hablando con diferentes tonadas y hasta estilos de letra. Y, en todos los casos, el mensaje era el mismo: “Me voy a convertir en lo que vos seas para que me creas y me votes”. Pero, frente a eso, la pregunta subsiste y se resume en una sola línea: ¿vale cualquier cosa a la hora de conseguir un voto? ¿Vale este intento desesperado de mímesis absoluta con el que escucha, a punto tal de calcarle la entonación? ¿Vale incluso que muchos se mofen en la Web, siempre y cuando el aviso sea visto por tanta gente como sea posible, y que eso propulse las chances del candidato de “darse a conocer”?

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massa teletubbie

 

Por lo visto, sí. O así al menso parecen confirmarlo la larguísima lista de spots de campaña que – a lo largo de todos estos años de democracia- hemos sabido conseguir.  ¿O quién no recuerda acaso  Graciela Fernández Meijide vestida con un poncho con los colores de la bandera abrazando a un nene, o a Carlos  Menem  hablándonos de la robótica, la informática y varias esdrújulas más?

Según Marcos Mayer, periodista cultural y autor de Partidos al medio –Relatos y contrarrelatos en la Argentina de hoy (Ed. Aguilar) A ningún político le sirve callarse. Y en el caso de Alberto Massa, Ramiro Agulla (su asesor en comunicación) percibió la escasa incidencia del candidato en la opinión pública y armó esos spots sin desconocer que iban a tener repercusión. Logró con eso algo fundamental: que se hable de Massa. Supongo que puede llegar a sumar si no es una aparición aislada”, advierte.

En cuanto al aspecto risible al que se prestan estos spots en los que el candidato pasa de comerse las eses a hablar como un vecino de Las Cañitas, y de ahí  a decir el mismo texto pero como si fuera un nativo de Cañada de Gómez, argumenta que “la adhesión previa al candidato genera una suspensión de la incredulidad, aún sabiendo cuánto de ficción hay en la publicidad política”. Ergo, los potenciales votantes de Massa (o de cualquier otro posible político que protagonice alguna variante de estos avisos papelón) sencillamente no ven nada de censurable o de cómico en esos envíos.

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Para el experto en comunicación política Mario Riorda, sin embargo, el “rebote” o la repercusión no son un valor en sí mismo. Y, a diferencia de aquellos que creen que lo peor que le puede pasar a un político es que no se hable de él, considera que no cualquier cosa le sirve a un candidato. “Descreo y me desmarco absolutamente de la tesis de que más vale que hablen de un candidato mal, antes de que no hablen. De que cualquier viralización o masificación de un contenido, aún deformado de la pretensión inicial, es bueno para un político. La acumulación en el tiempo de incoherencias, banalidades no son gratuitas para un perfil político”, apunta. “Pero como lamentablemente en la comunicación política suele primar la visión de los ciclos cortos y de la política como punto de llegada (llegar a una buena imagen, por ejemplo) sin atender al largo o mediano plazo, los costos de dicha estigmatización se pagan ante un escándalo, crisis o merma de consenso futura, sostiene.

Algo es real: aun a los protagonistas de campañas publicitarias supuestamente exitosas (como podrían ser los que alcanzaron la presidencia de la Nación, por caso), a la hora de la cruel verdad esos spots que lograron traducirse en votos les aseguraron absolutamente nada en lo que  a solidez y estabilidad en el poder se refiere. De la Rúa, luego de aquellos avisos en los que avisaba que estaba “un paso más cerca” de la Casa Rosada terminó, con el tiempo, escapando en helicóptero de la terraza de ese mismo lugar al que había llegado con tanto esfuerzo.

¿Entonces? Evidentemente, eso que se podría llegar a entender como un éxito del marketing político no necesariamente es un acierto desde el punto de vista de la ciudadanía. Y a eso también alude Riorda al hablar de los riesgos de la manía por los sondeos o lo que él mismo define, no sin humor, como “sondomanía”. Esto es, “una práctica recurrente –y bastante poco profesional por cierto- que consiste en  el exceso de testeo. Este exceso de atención a la opinión pública produce lo que se denomina  kitsch político, que son prácticas políticas que actúan exclusivamente sobre bases sociales testeadas”.

Esto es, darle a los electores justo ese mensaje que ellos mismos les acercan a los candidatos por vía de sondeos y consultas de opinión pública. Así es como después vemos campañas en donde un candidato dice tener “un plan” (aunque nunca lo explique, como sucedió con De Narváez) o estar “preocupado por la seguridad”, tema que –junto con la inflación y el empleo- encabeza la lista de preocupaciones argentas.

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El peligro de esto es lo que apunta Riorda: que los políticos terminen diciéndole a sus votantes justo eso que ellos quieren escuchar. “Como sostiene Martin Plot, el kitsch político reduce la actividad de creatividad política, que pasa a rodearse de una alta previsibilidad y trabaja con manifestaciones o acciones públicas con alto potencial de aceptación, lo que predispone a la opinión pública, en un plebiscito dispuesto a la aclamación, a la acogida, a un clima psicológico favorable. Si se permite una comparación, es como surfear sobre la ola –dominante- de la opinión pública. Obviamente produce una acción netamente conservadora que no transforma ni crea absolutamente nada”. Ni aquí, ni en las galaxias.

Ver más: una recopilación completa de los spots y memes de Sergio Massa

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