“Apostar a este modelo de producción es una visión de corto plazo”

Por: Fernanda Sández @siwisi

Border viajó a Rosario al Tercer Congreso Internacional de Salud Socioambiental y estuvo a solas con Marie Monique Robin, la periodista que en cada uno de sus libros (todos ellos best sellers) desnuda la verdad detrás de las corporaciones que prometen “alimentar al mundo” y terminan envenenándolo. ¿La buena noticia? Cambiar será difícil, pero no imposible.

Por Fernanda Sández (@siwisi)

Llega taconeando por el largo pasillo de la facultad, como si no tuviera tiempo que perder. Y no lo tiene, de hecho: llega a Rosario directo desde Buenos Aires y por tierra (horas de ruta que no han hecho mella en su cara, irremediablemente francesa), adonde llegó desde París esta misma mañana. Y de aquí se irá a Córdoba, y luego a Misiones, y luego vaya a saber una a dónde.  Porque desde el éxito mundial de su primer libro (El mundo según Monsanto, en 2008) la periodista  Marie Monique Robin se ha convertido en una suerte de “celebridad verde” a la que todo el mundo quiere escuchar. ¿Para qué? En parte, para que nos diga cómo salir de la trampa que nosotros mismos nos hemos tendido al transformar a la comida en una mercancía, a las plantas en algo “patentable” y a la tierra en una especie de fábrica que funciona en base a dosis cada vez más potentes de herbicidas, insecticidas, fungicidas y unos cuantos “cidas” más que terminamos deglutiendo, sin siquiera saberlo, cada vez que nos sentamos a la mesa.  Y  todo eso mientras, en la vereda opuesta, algunos divulgadores científicos (como el caso del bioquímico español Miguel Mulet, autor del libro Comer sin miedo) tratan de persuadirnos de que algunos miligramos de endusolfan, glifosato, atrazina o clorpirifós (cuatro de las decenas de químicos que se arrojan sobre los cultivos que comemos), vamos, tampoco son la muerte de nadie. ¿O sí? Veamos.

 ¿Podemos “comer sin miedo”, como se promociona desde la industria, o hay en realidad buenas razones para preocuparse?

  Obesidad: ¿Sirve contar las calorías que consumimos para prevenirla?

:No, no, y por eso mi último libro se llama Nuestro veneno cotidiano. Yo siempre digo que si de verdad queremos comenzar a comer sanamente, hay que pasarse a lo orgánico. Nada de la comida industrial o transformada genéticamente, porque les ponen muchos químicos o  tienen residuos de herbicidas, de insecticidas, etc. Me apena pero ésa es la verdad. Y todo, ¿para qué? En parte, para alimentar animales, porque la soja transgénica de acá llega a mi país para alimentar a los puercos, vacas y pollos en las granjas industriales.

Creí que ustedes no recibían esa soja…

¡Pero sí! Sí que la recibimos. Entonces, estamos en una confabulación total, porque en toda Europa se prohíbe el cultivo de transgénicos salvo en España, que tiene algo de maíz BT. En ningún país europeo está permitido el cultivo PERO importamos la soja transgéncia de Argentina, Estados Unidos o Brasil para alimentar a los animales de las granjas industriales. Otra contradicción que tenemos en Europa: es obligatorio etiquetar a los productos que contienen transgénicos, ¿no? Entonces, si en el mercado quieres comprar un aceite hecho con maíz transgénico, tienen que etiquetarlo OGM para que, si quieres, puedas evitarlos. Ahora, las carnes que vienen de animales alimentados con soja transgénica, eso no está etiquetado.

¿Y entonces?

Es por eso que este momento hay una campaña muy fuerte en toda Europa y pensamos ganar con eso el derecho a que se etiqueten también las carnes alimentadas con soja argentina. Porque ahora que ya sabemos que el glifosato puede actuar también con dosis muy muy  bajas, ése es el nivel de residuos que se encuentra en la carne de una vaca alimentada con soja transgénica.

Pregunta:  ¿hay algo realmente “orgánico” en un país en el que, como en éste, se arrojan al campo más de 300 toneladas de agroquímicos al año?

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¿Vos decís qué deberían comer aquí como orgánico, con tanto transgénico dando vueltas? La verdad es que no sé qué decirte. Lo que sí te puedo decir es que yo llevo veinte años viniendo a este país.  La primera vez fue en 1992. Y la transformación que han tenido los paisajes es…increíble

¿Cómo se sale de esto?

Justamente para responder  a esta pregunta fue que yo hice mi documental Las cosechas del futuro. Porque todo el mundo me preguntaba “Y si no, ¿cómo hacemos?” Y además me interesaba verificar si había otra opción de verdad para alimentar al mundo. Y yo siempre digo que quienes dicen que si eliminamos los agrotóxicos no vamos a poder alimentar al mundo, desconoce que con los agrotóxicos tampoco podemos alimentarlo porque según la FAO hoy hay casi 900 millones de personas que sufren hambre y la mayoría de ellos (80%) son pequeños campesinos.  Entonces, yo di la vuelta al mundo entero y la respuesta es sí: podríamos alimentar al mundo sin agrotóxicos y mucho más que ahora.

¿Y cómo se cambia de modelo? ¿Cómo sería ese pasaje?

Es que aquí el principal problema no es el pasaje sino cómo descontaminamos, porque el principal problema aquí es la contaminación. Pero existen técnicas buenas para descontaminar el suelo. Eso sí: llevan cinco o seis años. El problema aquí es el tamaño: tantos millones de hectáreas, con suelos acabado y sin ni un solo árbol. Uff. Igual, se pueden plantar. Y la silvicultura (N de R: la cría de ganado en la selva) es muy bueno también para captar carbono. En Europa se calcula que se podrían plantar con árboles unas 600.000 hectáreas y allí hacer silvicultura.

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Es que Europa alguna vez, hace mucho tiempo, también fue un gran bosque…

Claro, claro, hace mucho tiempo. Y se han destruido muchos árboles, como acá. El tema aquí en Argentina es la amplitud, que es…abrumadora. Esto es como Estados Unidos: en Nebraska tampoco hay un solo árbol. Y esto es importante de señalar porque –según datos de la Organización para las Naciones Unidas, ONU- 50% de los gases con efecto invernadero vienen de este modelo agroindustrial.  Y eso se debe a que este modelo utiliza muchos herbicidas que son elaborados a partir del petróleo, y además fertilizantes. El 19% de esos gases viene de las granjas de animales y el resto de la desforestación que genera hacer soja transgénica como acá o para hacer biocombustibles. Pero  eso en parte es una buena noticia, porque si queremos bajar nuestras emisiones a la mitad, podríamos hacerlo con sólo cambiar el sistema agrícola. Ese es un dato importante, sabemos qué es lo que debemos hacer.

¿Qué es lo que falta entonces?

Falta, sobre todo, voluntad política. Porque apostar a este modelo es una visión a corto plazo. Porque, imaginate que alcanzamos el éxito con esta campaña que estamos lanzando en Europa y le decimos a la gente “Cuidado con la carne que proviene de vacas alimentadas con soja transgénica”. ¿Qué va a pasar con la Argentina? ¿A quién le van a vender? ¿Y qué van a comer, si hasta los tambos han desaparecido aquí?  Este era el país de la vaca y de la leche y ahora….Qué vulnerabilidad, ¿no? Y lo peor es que ya tienen los datos. Porque cuando tu país se lanzó en esta aventura, no se sabía bien. Pero ahora sí se sabe.  Y esa es la gran diferencia.

 

 

 

 

 

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