Mujeres líderes: no tengan miedo, no mordemos como en las películas

Por: Gabriela Oliván

La semana pasada fui con mis hijos a ver Minions, una de las típicas películas en las que conviven dos historias: una dirigida a niños y otra, a adultos. Por eso, mientras ellos disfrutaban de las simpáticas criaturas amarillas que conocimos en Mi villano favorito, yo me deleitaba con Scarlet Overkill, la primera mujer supervillana del mundo.

Al principio, me entusiasmé con esto de la «primera supermujer» y pensé en aquellas pioneras como Violeta Chamorro que fue la primera presidenta electa de América latina; Valentina Tereshkova, la primera mujer en ir al espacio, y Marie Curie, la primera en ganar un premio Nobel, por nombrar sólo a algunas.

Pero a medida que avanzaba la película, noté que Scarlet constituía uno de esos estereotipos de género que tanto mal les han hecho a las mujeres con capacidad y aspiración a acceder a puestos de liderazgo. Scarlet es una líder carismática que se parece más a una celebrity que a una supervillana. Es elegante y cultiva un estilo propio que es seguido por multitudes. En términos actuales, diríamos que es una mujer mediática que alimenta los tabloides con su excéntrico estilo de vida. Es pragmática y calculadora. Está obsesionada con el poder y su ambición no tiene límites. Su relación con lo masculino se ve representada en su novio Herb Overkill, quien a pesar de ser un inventor genial, vive a la sombra de Scarlet.

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Su perfil parece familiar. Seguramente todos conocemos mujeres con poder que tienen un estilo de conducción parecido al de Scarlet. Pero, en rigor, este perfil de liderazgo no abunda y hay numerosas investigaciones que así lo corroboran. Un estudio de 6Seconds sobre 24.000 casos en todo el mundo demuestra que las mujeres tienen niveles de inteligencia emocional superiores a los de los hombres. Son empáticas y pueden evaluar los costos y beneficios de sus decisiones antes de actuar. También pueden identificar y comprender los sentimientos que guían sus comportamientos y reconocer reacciones que se repiten con frecuencia. Esta sensibilidad emocional les permite tomar mejores decisiones y las hace más propensas a generar valor económico y social. Por otro lado, podemos decir que mientras los hombres ejercen un liderazgo transaccional basado en un intercambio de retribuciones o castigos, la mujer impulsa un liderazgo incluyente y participativo, afianzado en el intercambio de información.

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Pero a pesar de estas fortalezas, existe una gran asimetría respecto al acceso de las mujeres a posiciones de liderazgo. Según datos de la ONU, al 1° de enero de 2014, eran mujeres sólo el 21,8% de los parlamentarios, el 17% de los ministros de gobierno y el 5,9% de los jefes de Estado del mundo entero. En el ámbito corporativo, sólo el 5% de las empresas está dirigida por mujeres y, en el mejor de los casos, ellas cobran un 23% menos que sus pares hombres.

¿Por qué pasa esto? Sin dudas, uno de los factores son los estereotipos de géneros que desde muy chicos incorporamos a través personajes como Scarlet. En este sentido, el cine y los medios de comunicación tienen un papel crucial al presentar como válidos modelos sesgados y cargados de prejuicios.

La repetición de estos estereotipos termina instalándose culturalmente y provoca actitudes negativas respecto, por ejemplo, al liderazgo femenino, ya sea porque se considera que las mujeres no son aptas para ese rol o bien porque, cuando lo asumen, no actúan de acuerdo con el comportamiento esperable de ellas.

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Por eso, es importante saber discernir cuando estamos frente a este tipo de situaciones. No sólo porque plantean modelos falsos, sino también porque aceptarlos restringe las posibilidades de cambio social.

Como afirma un estudio recientemente realizado por CIO sobre igualdad de oportunidades para la mujer en la empresa, «de acuerdo con el modelo de mujer que impere en una sociedad, serán los niveles de comprensión de sus problemáticas y la flexibilidad para implementar acciones tendientes a facilitar su acceso a puestos de conducción».

El desafío será entonces identificar los estereotipos de género presentes en nuestra cultura, superarlos y generar espacios para otro tipo de modelos. Ojalá, en próximas películas podamos escribir sobre un nuevo personaje, pero entonces sí, una «primera supermujer» en serio.

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