Titanes del coco: La vuelta de Fabián Casas

Por: Pablo Strozza

La nueva novela del escritor, tras diez años de no publicar ficción, no es lo que se esperaba de él y, al mismo tiempo, plantea un universo fascinante.

“Ir en contra de la habilidad propia”. Palabras más, palabras menos, así se suele referir el escritor Fabián Casas a su método de trabajo. Una postura similar a la de Babasónicos cuando dicen que su último disco en cuestión reacciona contra lo que ya habían hecho antes. Y ahí es donde vale la pena preguntarse a que le discute Titanes del coco, su primer trabajo de ficción en diez años, reseñado por Border días antes su aparición en las librerías de todo el país. Y Titanes… le pelea al guión borgeano de Jauja (la película de Lisandro Alonso escrita por Casas y protagonizada por Viggo Mortensen, premiada en el Festival de Cannes), a los ensayos de La supremacía Tolstoi, a los relatos infantiles de Rita viaja al Cosmos con Mariano y también al costumbrismo de Ocio. Titanes… no es el texto que el lector esperaba de Fabián Casas. Y eso es lo que lo transforma en un libro fascinante una vez que se penetra en él.

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Las desventuras del joven redactor Andrés Stella en la redacción de un diario de antaño, en donde en medio de todas las intrigas palaciegas aún se podía fumar, en donde los cierres eran la excusa para beber whisky (“El psicólogo rubio”) a mansalva y terminar cenando en bacanales memorables; y en donde todavía pasaba el carrito del cafetero con el oscuro brebaje y las mejores facturas a la hora de la merienda. Un caso policial con ribetes satánicos protagonizado por un oscuro preceptor del barrio de Boedo. El romance de Stella con una chica experta en el arte de trepar a los techos de los vecindarios. Una escena de poesía underground. Todas esas cosas, y muchas más, conforman Titanes del coco: una novela donde se dan la mano el realismo, la ciencia ficción y el imaginario gótico a la True Detective (trocando el sur de los Estados Unidos por un San Juan y Boedo setentoso y la música curada por T Bone Burnett por Led Zeppelin y Pescado Rabioso). Y más allá del inconfundible estilo de Casas (en donde no faltan el humor y las teorías delirantes) se puede pensar en su admirado Kurt Vonnegut como la gran influencia al momento de darle coherencia a esta ensalada que de movida parece tan disparatada como imaginar a Gene Simmons como productor de un disco de Fito Páez.

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Al saber de pasado de Casas, el lector enseguida se da cuenta que el diario en cuestión es Clarín, que la década en la que transcurre la acción es la de los 90 y que los nombres ficticios responden a personajes que pulularon y pululan por las extrañas del Gran Diario Argentino. Pero lo interesante acá, a diferencia de otra novela que abordó a Clarín desde la ficción como El diario de la Argentina de Jorge Asís, es que en Titanes… no es necesario jugar a ser un detective como el poeta Adam Dagliesh de la inmortal P.D. James para disfrutar de la lectura. Hay referencias obvias a gente real y otras que lo no son tanto, pero lo que atrapa es el tono en el que las historias están contadas, y su humor (ahí sí se puede trazar una coincidencia con el libro de Asís). Los largos párrafos pueden atentar contra la atención en estos tiempos de microrelatos de 140 caracteres, pero, como le dijo El Hombre que Fuma a Moulder en un capítulo de The X Files, “La clave es el acceso”. Y, más allá que pueda costar, una vez que se accede a Titanes del coco es muy posible que el libro atrape al lector como una melodía conocida subvertida por Frank Zappa (chequear sus increíbles versiones de “Stairway To Heaven” o el “Bolero” de Ravel para completar este razonamiento).

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Alguna vez Casas afirmó sobre sí mismo que él carecía de imaginación, y esa frase dialoga con el “Yo no tengo subconsciente” que solía decir el desaparecido C.E. Feiling. Eso implica que la vida real es la fuente inspiradora de sus historias, más allá que después estas sean modificadas a gusto y piacere según la conveniencia de sus relatos y de los géneros que aborden. Entonces bien se puede pensar que lo próximo que escriba Casas surja de su afición por el karate, de su fanatismo por el Club Atlético San Lorenzo o de sus lecturas. No lo sabemos. Entonces, disfrutemos hoy de Titanes del coco, sabiendo que, como bien dijo el poeta, mañana será mejor.

 

 

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