El mapa de los números fatales de la migración mundial

Por: Natalia Gelós @nataliagelos

Atraviesan desiertos, muchos se ahogan en el mar. Nos enteramos cuando son muchos los que mueren y ganan los titulares en los diarios ¿De dónde vienen y hacia dónde van los refugiados que arriesgan sus vidas para buscar algo mejor?

Las cifras no se detienen. Ellos no paran de morir. Hace unos días, encontraron en Austria los cadáveres de 71 inmigrantes asfixiados en la parte trasera de un camión. Venían de Hungría y se cree que eran refugiados sirios. Pocos días antes, recorrió el mundo la noticia de 37 ahogados en las aguas de Trípoli que habían intentado llegar a Libia. Hay otras imágenes, igual de desesperantes, que también resumen la cuestión, aunque, quizá por la cifra,  la muerte de inmigrantes que más se recuerda a corto plazo es la de Lampedusa, cuando en abril murieron 700 libaneses que viajaban en un pesquero que naufragó. Hoy aparecen las fotos de niños muertos en las costas de Turquía. Cruzar el Mediterráneo es una prueba de fuego y, en el mapa actual de las migraciones, es la boca del lobo, la zona de la muerte de quienes intentan llegar a Europa para empezar de cero. Conocemos las tragedias apenas por los titulares, pero: ¿de dónde vienen y hacia dónde van los inmigrantes de hoy?

El primer dato arma la escena general: casi la mitad de los migrantes del mundo se concentra en diez países.  Esto se ve claro en el mapa de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM): en el planisferio, todas las flechas de las corrientes migratorias van hacia arriba, hacia el Norte. Tanto en América, como en África y Asia, el objetivo es el Norte; y Europa en este momento está recibiendo olas gigantes. En julio, según Frontex, 107.500 personas ingresaron de manera irregular (tres veces más que el mismo mes del año pasado). Pero en el camino quedan muchos, y eso es lo que enciende una alarma que no todos tienen la intención de escuchar. En 2015 murieron ya 3620 migrantes en tránsito de su país a destino. El 73 % de ellas se produjo en el Mar Mediterráneo, según el informe de Missing Migrants de la OIM.

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Hay una discusión candente: no llamarlos inmigrantes, llamarlos refugiados, para plantar la cuestión. Hay desesperación por ir a Europa, y hay traficantes que especulan con esa necesidad. Más de 250 mil personas arriban, en especial,a Italia, Grecia y España. Un ejemplo para dimensionar ese caudal: en cinco días, a la isla de Lebos, en Grecia, llegaron casi diez mil migrantes. Es el país que recibe la mayor cantidad de refugiados y se forman largas filas para registrarse en la policía. En medio del calor y de encontronazos entre grupos  que proceden de diferentes países, el clima se tensa a diario.

Barcos pesqueros, camiones de carga, todos clandestinos, trasladando personas de una frontera a otra. Cientos de miles dispuestos a correr el riesgo de morir para buscar algo mejor. Políticas restrictivas que los dejan en total desamparo cuando llegan. Un círculo asfixiante y sin salida. Pese a ello, por tierra y por mar, recorren kilómetros. Algunos, los que vienen de los países africanos que no limitan con el Mediterráneo, por ejemplo, cruzan el Sahara, y otros desiertos y ahí se enfrentan con el primer filtro: el clima, las bandas, la intemperie… los que llegan a la costa, lo hacen desmoralizados y exhaustos. Ahí entran los traficantes, que ofrecen lo que en ese momento parece la salvación: el viaje, por ejemplo, en la bodega de barcos que desde ya no cuentan con salvavidas ni condiciones sanitarias mínimas. El resto es el titular que vemos en las noticias.

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No es una invasión, es una emergencia humanitaria. Eso tratan de decir las organizaciones que velan por los derechos de esas personas en tránsito. Los países de origen están muchas veces en pleno colapso económico, y en situaciones de violencia: Nigeria, Libia, Siria, Iraq, por nombrar algunos de los países que más personas ven partir.

En el Informe sobre esos viajes fatales, el director de la OIM, William Lacy Swing, señala que, en todo el mundo, 232 millones de personas viven fuera del país en el que nacieron. La muerte es el riesgo que muchos asumen a cambio de una nueva vida. Entonces, muestra la paradoja: “Mientras que una de cada siete personas alrededor del mundo es inmigrante, estamos viendo una dura respuesta a la migración por parte de los países desarrollados”. En pleno endurecimiento y creciente xenofobia por parte de las políticas de inmigración en la Unión Europea, lo que él analiza es la necesidad de políticas más inteligentes, que frenen estas muertes que a diario aumentan de manera agigantada.

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Desde América Central a Estados Unidos, a través de México, a través de desiertos, con peligros varios. Desde Indonesia a Australia. Fuera de las costas de Tailandia y en la Bahía de Bengal, a través del Sahara en África del Norte; a través del Golfo de Aden, para llegar a Oriente Medio.  A través de la Antigua República Yugoslava de Macedonia y Serbia. Las migraciones se dan en todo el mundo. Son como procesiones desesperadas. Están quienes llegan y se topan con el desamparo como lo único a lo que pueden aspirar. Ahora, en el camino a Europa, muchos desaparecen o mueren. Swing dijo hace unos meses algo que resume la cuestión: “Los inmigrantes deben ser salvados, no contabilizados”. Mientras, no los vemos, pero ahí están, cruzando mares y desiertos, contra toda esperanza.

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