Crianza con apego: amor bien resuelto o vagancia?

Por: Leila Sucari @LeilaSucari

Adiós a la disciplina estricta y a las reglas inamovibles, la crianza con apego es un estilo que toma protagonismo y que en los últimos años se volvió tendencia. Alimentar al bebé con teta a libre demanda, alzarlo cada vez que lo pida y dormir con él son algunas de las prácticas más comunes de esta corriente que tiene tantos adeptos como detractores.¿Se trata de una manera de dar amor a nuestros hijos o de malcriarlos?

Por Leila Sucari @LeilaSucari

Que te usa de chupete. Que mejor dale leche de fórmula porque ese nene necesita engordar. Que si dejás que duerma con vos no lo sacás más de la cama. Que te está tomando el tiempo. Que tenés que dejarlo llorar para que se haga fuerte y se le abran los pulmones. Que te va a salir re mamero. Que si le hacés upa cada vez que él quiere, se vuelve un caprichoso. Que mejor tenga las reglas claras desde chiquito. Que si le das tantos besos va a ser un pollerudo. Que canilla libre de teta no te conviene porque después no va a querer comer. Que tenés que acostumbrarlo a que se duerma solo.

Cuando sos madre primeriza los “consejos” te llueven de todas partes. La generación de nuestras madres educó a sus hijos -a nosotros- con ayuda de familiares y niñeras, con mamaderas, chupetes y siguiendo el librito de los pediatras que recomendaban que el niño fuera lo más independiente posible desde la más temprana edad, lo que significaba dormir solo desde el primer día y pasar la mayor parte del tiempo en la cuna en vez de a upa. Nuestras madres tenían que salir a trabajar, y así como las pastillas anticonceptivas revolucionaban la sexualidad permitiendo tener sexo sin hijos, la creación de la leche de fórmula y el boom de las cesáreas permitía tener hijos sin la necesidad de poner el cuerpo las 24 horas.

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Sin embargo, hoy el paradigma está cambiando. La maternidad es cada vez más tardía y muchas mujeres eligen poner a sus niños en primer lugar, dejando a un lado -al menos por un tiempo- la vida profesional y las inquietudes personales. También cambió la forma de crianza. Lo que antes se demonizaba, ahora se defiende a capa y espada. Las madres del siglo XXI desafían a los manuales y buscan nuevas formas de crianza, donde la comprensión y el deseo propio y el de sus hijos toman protagonismo. Incluso cada vez más pediatras y educadores aseguran que el apego y el hecho de satisfacer las demandas y responder a las necesidades inmediatas de los más chiquitos, fortalece su desarrollo y los vuelve personas con más autoestima e independencia.

“Para algunos, el niño es tierno, frágil, inocente y necesita nuestros cuidados. Para otros, el niño es egoísta, manipulador y cruel, y sólo si le imponemos una rígida disciplina podremos convertirlo en un hombre. Estas dos visiones antagónicas de la infancia impregnan nuestra cultura”, dice el pediatra y escritor Carlos Gonzalez, uno de los principales referentes de la crianza con apego. “Es absurdo eso de que a los niños les viene bien llorar porque les abre los pulmones. Un niño que quiere estar todo el tiempo a upa no es un malcriado. Hay gente que asusta a los padres, casi dicen que si alzás a tu hijo en brazos será delincuente juvenil.

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Sin embargo, varios estudios demuestran que en nuestra sociedad los padres indulgentes obtienen mejores resultados que los autoritarios. No necesitamos un código penal doméstico para controlar a nuestros hijos, lo mismo que no necesitamos premiar o castigar a nuestro marido o a nuestra esposa. Lo natural en la especie humana es hacer caso de nuestro bebé: cuando llora, alzarlo; si se despierta, consolarlo. Eso de ponerlo a dormir en una habitación aparte y no acostumbrarlo a los brazos se ha inventado recientemente. Lo más importante para criar a un bebé no es decirle muchas veces te quiero, porque no lo entiende. Hay que demostrárselo: abrazarlo, besarlo, que sienta que estarías dispuesto a todo por él.

Algunas de las prácticas que reivindica esta forma de crianza son el contacto piel a piel, la lactancia materna a libre demanda hasta -por lo menos- los dos años, el colecho y el porteo. “La relación con el primer cuidador es fundamental”, dice Catherine L’Ecuyer, escritora y educadora. “Los niños necesitan apegarse, crear un vínculo fuerte y eso sucede cuando la persona que lo cuida atiende sus necesidades básicas. El niño recibe el siguiente mensaje: ‘si me atiende, es porque valgo la pena’, entonces aumenta la seguridad en sí mismo. El principal cuidador no necesariamente tiene que ser la madre. Puede ser el padre, la abuela o una niñera. El tiempo que se comparte con los hijos es una inversión a futuro y los dos primeros años son los más importantes.Pero tampoco hay que ser catastrófico, cada uno hace lo que puede y nada es 100% determinante. La industria del consejo empaquetado es muy fuerte. Yo siempre insisto en que no vengo a dar recetas, sino que brindo ideas, después cada padre decide. El extremo del conductismo es dejar llorar al niño hasta que se ahogue. Ese método está basado en respuesta/estímulo, premio/castigo. No es una manera de educar, sino de adiestrar”.

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Lo único cierto es que nada asegura nada. Dormir con el bebé, tenerlo a upa todo el día y darle la teta hasta que cumpla tres años no es la receta de ningún éxito. Obligarlo a que duerma en la cuna, alimentarlo con mamadera y acostumbrarlo a que se quede en el corralito, tampoco. Hay tantas experiencias como niños y madres. Y si hay una verdad es que cada maternidad es un mundo por descubrir. Lo interesante es aprender a escuchar e interpretar las necesidades, a crecer juntos y transitar el camino -que a veces parece un laberinto- de la maternidad sin presiones externas, haciendo oídos sordos a los consejos y manuales de intrucciones que muchos se empeñan en dar y buscando las respuestas adentro de cada uno.

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