SOS, adaptación al Jardín

Por: Natalia Gelós @nataliagelos

El primer año de jardín tiene un período que es terreno minado y del que hay que estar preparada para transitar con hidalguía: la adaptación. El momento de acomodamiento, el instante en el que el retoño se queda por primera vez en un lugar con otros niños de igual edad, con una maestra a cargo y tras una puerta que se cierra en las narices de los padres. Atravesar esos días es una prueba de resistencia porque no siempre todo sale aceitado, porque, oh novedad, cada niño es diferente y la clave, parte de la clave, al menos, está en ser consciente de eso.

– Ay…¿tu nene todavía no hace horario completo? –

Conocés el tono, la sonrisa displicente. Seguro que sí. Es el mismo tonito con la que antes te preguntaban: “Ah…¿no duerme toda la noche de corrido? El mío ni se siente. Duerme como un angelito” ¿Te suena?

Ilusa. Me lo digo a mí. O a la que fui hace tres años. Pensaba que el proceso de adaptación de un niño, mi hijo, a jardín iba a ser rápido, manso y feliz. Un “Hola, seño. Este es mi pequeño” y un “Mirá, hijo, este es tu jardín”. Y todos felices, adaptados, acomodados al sistema. Pero no. La adaptación al jardín es un período sin cálculos exactos y entenderlo ayuda a relajar y, como onda expansiva, a bajar la presión incluso sobre el pequeño.  Emilia Canzutti es psicóloga especialista en infancia y adolescencia y co fundadora de Momento Cero. Conocedora de las ansiedades que se ponen en juego en ese momento, dice: “Es bueno que los padres estén confiados en la institución que eligieron para que su hijo transite su período de socialización y aprendizaje y confiados, también, en que el niño podrá adaptarse al nuevo espacio y a las nuevas personas, compañeros, maestras”. Lo que ella recomienda es no apurar a los chicos, estar atentos, tranquilos.

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María Bernat es maestra jardinera y trabaja en jardines desde hace más de quince años. En todo este tiempo, cada marzo ha tenido su período de adaptación y su decálogo para los “ingresantes”. “Lo primero que hay que tener en cuenta es que la atención tiene que estar centrada en el nene, y cada niño es diferente. Tenés el que se queda y en tres días se adaptó, y tenés el que está aferrado a su familia y va a necesitar más tiempo. Nosotros los docentes vemos eso ya desde el primer día. Lo esencial es que los padres bajen la ansiedad y estén seguros de la decisión que tomaron: decidieron que sus hijos vayan a jardín. Si un día lo mandás, y al segundo, no, porque llora, al tercer día te va a llorar más, porque sabe que el llanto da resultado”, dice la docente. “Continuidad (no faltar), seguridad (en la decisión) y confianza (en los docentes) son las tres claves”, resume.

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La primera mitad del año es crucial, porque es la prueba de fuego. Al consultorio en Momento Cero llegan consultas de todo tipo, relacionadas con esa etapa: el nene llora mucho, el nene no quiere ir a jardín, el nene está irritable. Y es una cadena: padres angustiados, inseguros. “Si  los padres tienen paciencia, están convencidos que la decisión que tomaron es la correcta, y que logran acompañar este proceso de cambio con las palabras adecuadas, con tranquilidad y confianza, paulatinamente irán viendo cómo el niño comienza a estar más contento con quedarse en ese lugar elegido, con la maestra, los  juguetes y los nuevos amigos. Vemos cómo el niño va aceptando que puede separarse de mamá y papá sin riesgo de perderlos y que luego de unas horitas se reencontrará con ellos”, dice Canzutti.

Es una adaptación para todos, entonces. Entrar a ese mundo de sillas chiquitas, mesas enanas, canciones de animales, jueguitos de pelotas, seños que te dice “Mami”… Un peaje de ingreso al sistema, a la sociabilidad, a las reglas que muchas veces no habían aparecido en casa: formar, integrar un grupo, arreglarse, acomodarse…

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Mi hijo empezó a hacer el horario de jardín completo luego de varias semanas de adaptación. Finalmente, lo logró. Lo logramos.  Este año bordo la cuarta corbata con su nombre, la última antes de la primaria. Pasó la sala naranja, la roja, la celeste. Hace unos días, se me acercó con el almanaque en la mano: “¿Mamá, cuánto falta para que empiece el jardín?”, me preguntó y señaló los casilleros de los días restantes. Encontró su lugar en ese grupo. Lo disfruta. Sus años en el jardín público se trasformaron en días felices y brindamos por eso.

Quizá se trata de desdramatizar un poco, de reírse de uno mismo. Para eso puede ayudar la serie Según Roxi, que muestra esas pequeñas tragicomedias que se desencadenan a diario. También, el tomo dos de Guía (Inútil) para madres primerizas, de Ingrid Beck y Paula Rodríguez, que mira esa etapa con humor e inteligencia. Y se trata de confiar y pensar que cada chico es diferente. Quizá también se trata de ver qué aguas se agitan en vos cuando quedás del otro lado de la puerta en la sala en la que teje sus propias redes el retoño.

 

(Foto: Rafael J M Souza / Flickr, en creative commons)

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