La modelo amaba a su gato. Cuando Matute murió, no fue capaz de enterrarlo. No podía imaginar su vida sin él, sin la suavidad de su pelo y los ojazos celestes de su querida mascota. Por eso tomó una decisión: embalsamarlo. Tenerlo cerca para siempre.»Matute falleció hace un mes. Un día volví de Pinamar y lo encontré muerto. Fue un shock”, cuenta. “Todavía estoy viviendo mi duelo. Aunque hora estoy un poco mejor, lo pasé mal.Yo había pensado hacía rato que lo iba a embalsamar porque es enorme el amor que le tengo”.

La taxidermia es un arte milenario que se encarga de conservar a los animales muertos con apariencia de vivos. En la práctica, lo que los especialistas hacen es quitar la piel natural, montarla sobre un cuerpo artificial y ajustarla hasta que quede lo más parecido al animal antes de morir. Es una manera -polémica y morbosa para muchos- de combatir el paso del tiempo. Volver eterno lo efímero.

En la Antigüedad, los egipcios lo hacían con sus faraones y sus gatos preferidos. En Beni Hassan, una localidad a orillas del río Nilo, en 1890 se encontraron alrededor de 300.000 gatos embalsamados en un cementerio dedicado a los felinos.  Luego la taxidermia volvió para conquistar los museos de ciencias naturales con el objetivo que los curiosos pudieran ver a las bestias de otros tiempos como si estuvieran vivas. Hoy la práctica sube la apuesta y se ofrece como un servicio especial para que los dueños de las mascotas fallecidas puedan conservarlas intactas en el living de su casa o arriba de la cama, tal como lo hizo Daniela Cardone que la semana pasada posó con Matute para una sesión de fotos.

El trabajo del taxidermista y lo que cobra depende del tamaño del animal y del estado. Aníbal Principiano, el hombre que embalsamó a Matute, cuenta: «El proceso demora más o menos 30 días y un perro chico puede costar desde 2500 pesos. Daniela me envió una serie de fotos, me pidió que se lo haga sentado y quedó en un porcentaje de similitud muy grande. Ella se shockeó, se puso a llorar cuando se lo entregué. Hay mucha gente que embalsama mascotas de todo tipo. Gente que tiene un lagarto overo, o un loro hablador que es lo más clásico, al igual que un perro y un gato”.

Aunque mucho no se hable, el oficio está tan instalado que existe la Nacional Taxidermist Association, una entidad que engloba a profesionales de todo el mundo. “Se hacen actividades y competencias”, cuenta Guillermo Violini Ponce, taxidermista integrante de la asociación. “Se dan premios suculentos y las evaluaciones son muy rigurosas. Un animal tiene que ser perfecto técnica y científicamente. Pero también tiene que existir algo más, algo que te sorprenda, en la actitud, en la mirada. Nosotros fabricamos y comercializamos ojos, lenguas, paladares y hacemos restauraciones”. Guillermo embalsamó todo clase de animales, incluso llegó a restaurar un búfalo, pero en los últimos años la mayoría de los trabajos son sobre los cuerpos de las mascotas. “La demanda de este servicio creció mucho. Son trabajos delicados de hacer, una persona que perdió a su mascota está sufriendo. Primero tratamos de disuadirlo, le decimos que lo piense bien, que no va a ser igual. Si de todas maneras quieren continuar con el proceso, nos ponemos a trabajar”.

Las personas también se pueden embalsamar. Es una técnica usada por médicos forenses cuando se necesita mantener el cadaver intacto por varios días, meses o años. Se hace inyectando formol en el cuerpo. Lenin, Eva Perón y Lady Di fueron algunos de los embalsamados más famosos de la historia. La actividad de restaurar y reconstruir cadáveres se conoce como tanatopraxia y pasó, en la última década, de ocupar el 2% de los servicios fúnebres, a ser pedida en el 10% de los casos: en nuestro país hay al alrededor de 500 embalsamamientos por mes.

Ya sean personas o mascotas, lo cierto es que embalsamar se trata de un acto desesperado de luchar contra la muerte. Una ficción que intenta convencernos de que podemos ganarle al paso del tiempo. Hoy, aunque el brillo de los ojos de Matute sea producto del vidrio, Daniela Cardone se acuesta todas las noches con su gatito mirándola desde la mesa de luz, mientras sus otras mascotas lo huelen con desconfianza.