Huyamos! ¡Vuelven las Infumadres de la puerta del cole!

Por: Quena Strauss

No son las madres que trabajan sino «mamus» a tiempo completo cuyo mayor entretenimiento en el día es llevar y traer a sus hijos de la escuela (y quemarte la cabeza a vos, claro). Aquí, el botiquín de emergencia para sobrevivir a la más nefasta de las especies: la Infu-Madre de puerta de cole.

 Llega en su nube de esplendor, en su micro universo de preocupaciones tan centrales como hacerse el alisado definitivo, pensar qué va a cocinar hoy, cuándo podrá ir al gimnasio o qué va a hacer ahora que comienzan las clases  y ella (tan dada a ahogarse en un vaso de agua) tenga que hacer algo parecido a ocuparse de algo. ¿Te suena? Seguro, porque todas estamos, estuvimos o estaremos alguna vez expuestas a esta infame categoría de la femineidad que es la Infumadre, o madre infumable vulgar. Un ejemplar que en tiempos de regreso al colegio vuelve también a nuestras vidas, sólo para molestar.

¿Qué define a una Infumadre típica? En primer lugar, cierto nerviosismo estructural, eso de que todo lo inesperado (una mochila que se rompe, un poco de fiebre, el pedido de un mapa político de Indonesia, un paro, un corte de luz o cualquier de todas esas cosas con las que el resto de las mortales nos acostumbramos a vivir) la ponga a temblar como una hoja. Ella, preventivamente, se angustia, se asusta, se come las uñas y te mira con cara de desesperación. A vos, a quien apenas conoce de verte en la puerta de la escuela.

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El segundo dato es la escandalosa abundancia de tiempo de la que dispone. Por eso siempre la vas a ver maquillada, descansada, con cara de levantarse de dormir tremenda siesta o de venir de la masajista. Porque la Infumadre pura, sabelo, una de dos: o no trabaja y vive a expensas de su marido o de su familia de origen, o bien trabaja sólo de mentiritas. Esto es: dice ser promotora, instructora de yoga, maquilladora o cualquier otra cosa que al menos en ella deja de ser una profesión para volverse un hobby de disimular. De disimular que vive del aire, claro.

La tercera característica que te permitirá sacarle la ficha de inmediato a una Infumadre es lo pendiente, lo atentísima que está a todas las actividades escolares. Ella es la que sabe cuándo es la reunión de padres, cuándo cumple la seño, cuánta plata se pone para el regalo de fin de año, qué tiene que estudiar tu hijo para mañana. Mamá a tiempo completo, la Infumadre es de esas cuyo sentido de la maternidad hará que vos te veas como Pepita la Pistolera: desprolija, perdida, cansada. “Mala madre”, bah.

Con todo, hay algunas infumadres que -más allá de lo imposibles que pueden llegar a resultar con sus preocupaciones de plastilina y papel maché, y su tendencia a vivir pendiente del “grupo de Whatsapp de mamus de puerta de cole”- pueden también serte de enorme utilidad. No es que una sea interesada, no. Es sólo que cuando tus días suelen transcurrir a las corridas entre tu casa, la oficina y la escuela, una persona pendiente de lo que pase en el colegio y al tanto de las últimas novedades del devenir educativo puede volverse esencial. Sobre todo cuando tu jefe te retiene sin previo aviso, hay caos de tránsito o sucede “algo” que requiera de parte de su eterno tiempo libre.

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Eso sí: nunca te enrosques con ella en nada parecido a debates pedagógicos o rendimiento escolar porque llevás todas las de perder. Pensalo así: la Infumadre promedio ha venido al mundo a ir detrás de sus hijos –siguiéndolos de muy cerca- por lo que cualquier comentario que oses hacer al respecto caerá del peor de los modos. Después de todo ella es (o cree ser) La Mejor Madre del Condado y esa vocación portera y aplicada habla justamente de eso. De que se le va la vida detrás de la performance de sus chicos en clase.

En mi breve paso por la vida académica de mi pequeño de 11 años, ya he aprendido que la Infumadre es a la puerta del colegio lo que la madrecita del agua a la laguna pampeana: una pasajera inevitable y omnipresente. La verás pues dentro de poco. Exultante, saludando a todo el mundo el primer día de clase y disparando frases del tipo “Uy, no terminamos de irnos y ya estamos acá de vuelta”. Pero no te engañes: aunque se queje, la tipa está feliz. Pensalo así: después de 90 días sin nada claro por qué angustiarse, vuelve a tener un motivo para enojarse, suspirar, correr de aquí para allá. Vuelve a ser una Infumadre químicamente pura.

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Convengamos, de todos modos, que lo que abunda por el mundillo escolar es, felizmente, un perfil de madre bastante distinto. Son por lo general señoras y chicas tan a las corridas como una, de las que hacemos malabares tanto para llegar a hora al pediatra como para llegar a fin de mes. Por eso, mejor –y sin cortar nunca del todo las relaciones con la Infumadre- arrímate a ésas con las que compartís bastante más que la escuela de tu hijo y dejá que ella, solita, se autoexcluya de las conversaciones y de tu vida. Que, después de todo, existe una teoría de las almas afines que actúa siempre. Y vos, con esa mujer que te vendrá a saludar el lunes, chocha de la vida y producida como si fuera la noche del jueves, no tenés nada pero nada que ver.

 

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