Crisis de Matías Alé: ¿un regreso precipitado?

Por: Leila Sucari @LeilaSucari

A siete meses del brote psicótico que fue un escándalo mediático y que significó el fin del breve matrimonio con María del Mar, el actor volvió a tener una crisis. ¿Qué ocurrió esta vez? ¿La reinserción al mundo del espectáculo fue demasiado rápida después del primer episodio? ¿Se puede llevar una vida normal después del delirio místico?

 

La vida de Matías Alé es una montaña rusa. De tocar el cielo con las manos en escenarios idílicos de amor y de lujo, pasa a estar devastado en el fondo de un pozo. El año pasado su boda de cuento de hadas terminó siendo una pesadilla que involucró golpes, rezos y visiones del mismísimo demonio en la tierra. La Policía tuvo que llevarlo atado porque estaba fuera de control. Se habló de violencia de género, se dijo que la culpa fue del estrés, de María del Mar, de las drogas y hasta de la magia negra. Lo cierto es que Matías tuvo delirios místicos a causa de un brote psicótico que provocó que tuvieran que internarlo de urgencia en una clínica de salud mental. Pero eso no significó que bajara sus exigencias laborales. Apenas pudo recuperarse de la crisis, volvió a la exposición mediática y retomó su vertiginosa vida televisiva. 

“Un brote psicótico es una ruptura temporal que la persona tiene con la realidad”, dice la psicóloga Patricia Otero. “Puede darse por varias causas: un fuerte estrés, el consumo de drogas o una patología de esquizofrenia. Dependiendo el caso, puede que el episodio se dé una sola vez y el paciente se controle con medicación, sobre todo si se da por consumo de psicoactivos. Pero si se trata de una persona con psicosis, el tratamiento es más largo, más complejo y las posibilidades de tener nuevas crisis, aumentan”. No cualquiera tiene delirios místicos. Más allá del contexto, tiene que existir una personalidad de base que predispone a este tipo de descompensaciones. “Alguien con brote psicótico tiene una desconexión total, el juicio se desvía”, agrega la psiquiatra Blanca Huggelmann. “En el caso de la esquizofrenia, aparecen alucinaciones visuales, auditivas, sinestésicas –sensación de que ‘le caminan cosas’– y delirios porque hay una realidad que se torna incompatible con el psiquismo del individuo. No es una persona en su sano juicio, por lo que no se le puede imputar nada”.

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En abril de este año Matías parecía haber resurgido como el ave fénix y estuvo almorzando con Mirtha Legrand. Se lo veía saludable, el mismo galán de siempre. Habló de la internación con fluidez y sinceridad, como quien pasó por una tormenta pero ya está a salvo.

«La pasé muy mal estando internado, fueron unos meses horribles, los primeros seis días estuve atado y no sabía lo que estaba sucediendo, no era consciente, fue todo de un día para el otro», dijo y aclaró todas las dudas: lo que tuve fue un brote psicótico con delirio místico. Yo realmente creía que era Noé y que María era mi socia para salvar el mundo, le daba mucha importancia al mal, a la ideal del mal versus el bien. Lo bueno es que como no tengo ningún antecedente familiar y como esto me pasó de adulto, en tres meses se termina mi tratamiento, ahora solo estoy tomando litio una vez por día”.

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Tanta claridad sorprendió, pero el mundo mediático se olvida rápido, sobre todo de las historias poco felices. Matías volvió a trabajar y aseguró que el episodio le había servido para volverse más hombre. Su vida aparentemente se normalizó. “En muy poco tiempo Alé vuelve a exponerse a situaciones muy estresantes y eso no es conveniente después de un brote psicótico como el que tuvo”, dice Otero, y define: “El medio televisivo representa mucha exposición. La persona queda muy vulnerable luego de un brote y hay que tomar ciertos recaudos. La televisión es un medio hostil, donde la presión es muy fuerte. En mi opinión, Alé tendría que haberse resguardado y priorizar su salud mental antes que la fama”.

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Alé, con Delgado. La última foto publicada en Instagram antes de la nueva crisis.

Hace tan solo unos días, Francisco Delgado, el ganador de Gran Hermano 2015 compartió en Instagram una foto con Alé: “Un buen tipo. Un amigo. Lindo es verte tan bien, Matute. Te quiero”. Nada anticipaba lo que sucedería poco después de esa última foto de rutina: Matías atacó a su hermano por la espalda con un sable samurái. Se dice que tuvo una nueva alucinación con el diablo y que en su delirio se sentía dentro de una película de Star Wars.

Alé y su amigo "Huevo" Muller.
Alé y su amigo «Huevo» Muller.

“Estoy mal, triste, no puedo creer que vuelva de nuevo a lo mismo. Para mí esto es una tragedia, la estoy pasando para el orto, porque lo veía bien”, dijo Alejandro “Huevo” Muller, su amigo íntimo. “Siento una tristeza enorme, ya lo pasé cuando lo internaron la otra vez. Iluso de mí que pensaba que estaba bien, pero es una enfermedad de mierda. Yo estuve anteanoche con él y estaba lo más bien, hablábamos del laburo, de lo bien que estaba, de cómo salió del quilombo este y qué buen paciente había sido”. Hoy Matías está internado en la Clínica psiquiátrica Avril y su médico Norberto Burfaro dijo que el actor estaba desorientado pero reconocía a las personas y sabía quién era. También desmintió que Alé había suspendido su medicación.

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“Los delirios místicos, en general, son propios de la esquizofrenia”, dice Otero. Aunque una extrema presión laboral puede incidir, la causa principal nunca es el estrés, existe una personalidad de base, y, por otro lado, previo a un brote de psicosis aparecen indicios: miradas perdidas, cambios bruscos de comportamiento, temas de charla recurrentes y otros detalles que, con observación, se pueden detectar”. Qué pasará ahora con Matías Alé nadie lo sabe. Por el momento estará internado y en observación. “A medida que se suman episodios de brotes psicóticos, la persona queda más vulnerable y predispuesta a que le vuelva a ocurrir”, concluye Otero.

«Él es un laburante que quiere salir adelante», dijo Gustavo Sofovich, su jefe en La peluquería de Don Mateo. «Lo vamos a apoyar en todo lo que se pueda». La pregunta es si eso es lo que realmente necesite Alé para recuperarse.

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