Ansiedad, la nueva enfermedad de época

Por: Laura Marajofsky @lu_watermelon

El miedo, el pavor y la angustia afectan a millones de personas. A diferencia de la depresión, la ansiedad se enfoca en lo incierto del futuro y podría reemplazarla como el nuevo mal endémico. Qué es el FOMO. El rol de la hiperconectividad, el avance tecnológico y el consumo de noticias.   

 

Ataques terroristas, aviones que se caen, civiles que mueren a raíz de conflictos bélicos, colapso financiero o que un candidato gane las elecciones, hoy es posible elegir entre estos y otros tantos motivos para estar ansiosos. De hecho ya se refiere a la ansiedad como una enfermedad moderna que podría ser inclusive peor que la depresión. Hasta hace poco las disquisiciones en torno a la salud mental se focalizaban en la depresión con la OMS advirtiendo sobre una epidemia para el 2020 (se proyecta como la segunda causa de enfermedad para ese año), sin embargo, silenciosamente, la ansiedad se ha vuelto más ubicua y dañina de lo que podríamos imaginar a simple vista.

Según un estudio reciente de la Universidad de Cambridge más de 8 millones de personas sufren de alguna forma de ansiedad en el Reino Unido, con preponderancia en las mujeres y los menores de 35. La Unión Europea por su parte cuenta con 60 millones de personas afectadas por esta clase de desórdenes anualmente. Asimismo, Estados Unidos obtuvo el puntaje más alto de gente afectada por esta enfermedad en una ronda de estudios globales, según explicaba hace poco el diario The Telegraph.

ansiosoA diferencia de la depresión, la ansiedad se manifiesta como un pavor generalizado, no siempre sobre alguna problemática específica. El principal sentimiento que experimenta una persona ansiosa tiene que ver con la idea de algún peligro o amenaza inminente ante la cual será incapaz de reaccionar o con la que no podrá lidiar. Esta forma, a veces intangible o innombrable de terror -al punto de que en inglés se suele utilizar la expresión nameless dread-, puede catalogarse como algo irracional pero no por eso menos nocivo. Las personas ansiosas se vuelven hípervigilantes, más propensas a pensar en términos negativos y a preocuparse excesivamente acerca del futuro (en contraposición con la depresión en donde la rumiación se concentra en el presente y el pasado).

hiperconexion
La hiperconexión, entre las puertas de la ansiedad.

Las diversas hipótesis respecto del aumento de casos de ansiedad señalan hacia un lugar más o menos común que tiene que ver con los cambios culturales que operaron en las últimas décadas: irrupción de la tecnología en la vida cotidiana, hiperconexión (y la consiguiente saturación experiencial que esto puede generar), una degradación de instituciones tradicionales de la cultura (familia, trabajo, comunidad, religión) y luegocosas más simples como volverse loco comparando la vida propia con la ajena, la cantidad de mail de nuestras bandejas de entrada (hasta se habla del email anxiety con libros dedicados a tratar el tópico) y otros derivados de las nuevas dinámicas socio- tecnológicas actuales que nos obligan a estar pendientes y exigidos cotidianamente.

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En este orden de cosas podría entrar el FOMO (acrónimo de fear of missing out), síndrome característico de estos tiempos redsocializados en los que todo se mediatiza y prevalece la idea de que siempre te estás perdiendo de algo mejor sucediendo en otro lugar. Si bien, para ser justos, el FOMO es algo más que simplemente el miedo a quedar desconectados o fuera de las redes sociales -y no afecta sólo a los millennials como se suele decir-, si se piensa más como una reacción de desconcierto y ansiedad ante la proliferación de posibilidades, y la dificultad para sostener y valorar nuestras propias elecciones. En este sentido la ansiedad de que otros estén teniendo una experiencia mucho más valiosa de la cual vos no sos parte, parece una definición mucho más acertada del fenómeno, que además ya tiene su contratara en el JOMO (Joy of missing out), un alegato simplificador y algo tecnofóbico que incita a encontrar la dicha de perdernos de ciertas cosasen las redes -sobre todo si esas cosas son fotografías de la última cena que tuvo tu vecino o memes reproducidos al hartazgo.

Aquellos que señalan a la tecnología como principal causal y fuente de la ansiedad moderna, deberán parar y analizar los estudios que la señalan también como variable de conexión y validación social que puede aumentar el autoestima y prevenir el estrés y la depresión. En este sentido todavía no es del todo determinante la causalidad entre ciertos hábitos tecnológicos y fenómenos como el FOMO o los desórdenes de ansiedad contemporáneos, y hay más lugar para lugar para creer que la relación entre ansiedad y el uso de las redes es indirecta, y dependiente de las lecturas culturales que hacemos sobre las herramientas digitales y su uso.

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El consumo de malas noticias, ilustrado por Eddie Guy, para Rolling Stone.
El consumo de malas noticias, ilustrado por Eddie Guy, para Rolling Stone.

Quizás es por esto que en una nota reciente de la Rolling Stone dedicada a analizar el estado constante de miedo en el que parecieran vivir los estadounidenses -y su manipulación por parte de los los políticos- y el impacto del ciclo de noticias, se hace la oportuna salvedad de que una dieta de malas noticias no te va a producir PTSD (Post Traumatic Stress Disorder), ansiedad o depresión, si no estabas de alguna manera ya predispuesto hacia estas enfermedades. Puede ser que las personas que ya presentan síntomas de ansiedad o depresión sean más propensas a buscar y leer malas noticias, y que éstas empeoren sus síntomas, explican los neurocientíficos consultados en la editorial.

Por supuesto, esto no quita que aún sin ningún tipo de síntoma o antecedente de enfermedad mental, el ciclo constante -y en muchos casos sensacionalista- de información girando por nuestros televisores y redes sociales pueda tener un impacto más sutil y a largo plazo en nuestra psique.

En una época en la que nuestra dieta digital se compone cada vez más de malas noticias y fatalidades las 24hs, ¿cuál es el impacto psicológico que podría tener esto? Esto es lo que especialistas y artículos varios han comenzado a preguntarse. Perfectamente podría pensarse que algunos síntomas a futuro podrían ser una creciente impotencia, mayor negatividad y menos esperanza con respecto al futuro. Con bastante sentido del humor la columista de Salon.com Mary Elizabeth Williams catalogó a los efectos de CNN con el second-hand smoke (Está en todos lados y enferma), al referirse a los efectos para la salud que la cobertura política de las recientes elecciones tenía. En su caso, aparentemente acrecentar las migrañas.

Si bien la cobertura mediática de la dupla Trump-Clinton merece análisis y parrafada aparte, resulta interesante considerar la temática subyacente, más allá de cualquier alineación política: ¿acaso hemos terminado de estudiar y entender qué produce el feed constante de información a nivel neuronal y psicológico? ¿Qué sucede cuando el tratamiento actual de ciertas problemáticas en las noticias se vuelve hacia lo efectista, lo virulento, lo gráfico? Y, ¿quiénes se benefician con este estado de ansiedad y pavor generalizado?

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Algunos especialistas como Mary McNaughton-Cassill, un profesor de la Universidad de Texas San Antonio, que se dedica a estudiar la conexión entre consumo de medios y estrés, explican que la tendencia a reportar tragedias y calamidades de manera proactiva, extendida y viralizada encuentra sus primeros antecedentes en la TV estadounidense con los atentados en el Oklahoma City en 1995, hace más de dos décadas. ¿Qué cambió desde entonces? El crecimiento de la web con sus numerosos sitios de noticias -compitiendo entre sí por la atención del lector y volviéndose más morbosos a tal efecto-, redes sociales -donde se reproducen y amplifican discursos extremos, basta reparar en la llamada filter bubble– y apps móviles, no hizo más que recrudecer la tendencia.

ansiedadPodríamos pensar que cierta angustia es natural y esperable en un momento en que la cultura parece no poder ponerse a la par del vertiginoso progreso tecnológico y sus diversas ramificaciones. Como explica Sherry Turkle, psicóloga del Massachusetts Institute of Technology y autora de Alone Togethery Life on the Screen: Identity in the Age of the Internet, estar conectados todo el tiempo a todos es una experiencia humana nueva, simplemente no estamos equipados para lidiar con ella todavía. Ahora, ¿es posible concebir la ansiedad también como un derivado cultural y directo del miedo? Y de ser así, ¿cuánta injerencia tenemos sobre eso?

Otros sugieren una hipótesis intrigante: nuestra biología y psicología podrían ser algo falible que conviene, por un lado, relativizar, y por otro, entender que es susceptible a ser moldeado, intervenido o corrompido -al igual que los sistemas y políticos que parecieran generarnos tanta ansiedad hoy día. Este razonamiento permite pensar en el grado de responsabilidad -y soberanía- que tenemos en el moldeado de nuestras percepciones, tratando de no caer presos de nuestros propios sesgos o de primeras reacciones viscerales. Después el trabajo de apagar el televisor o la compu, y prender la cabeza, es nuestro.

 

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