Las señales previas de dios y la muerte

Una reflexión ante lo azaroso o milagroso de morir o salvarse, a raíz de la tragedia del avión que llevaba al plantel de Chapecoense. La muerte según el piloto de Fórmula 1 Ayrton Senna y en las ficciones de Ingmar Bergman. 
Las señales previas de dios y la muerte
Créditos: Las señales previas de dios y la muerte
Por: Fernando Sommantico @ferlegend1
chapecoense
La tragedia del Chapecoense.

Un avión que se estrella debido al error de un piloto que hizo mal un cálculo.

Un cisne negro en medio de una tormenta de noche (un avión con poco combustible pide aterrizar en estado de emergencia, casi en el mismo momento que otro en estado similar).

Gente que no viajó por razones menores, cuando en un principio eran tenidas en cuenta entre los pasajeros.

Gente que se suma a último momento al viaje

Personas que se salvan milagrosamente junto a otras tantas que fallecen en el acto.

¿Por qué unos sí y otros no? ¿Es el azar?, ¿El destino? ¿Es que existe aquello de que a alguien le llega la hora?

La muerte y dios, ¿dan señales previas? ¿Será que muchos de nosotros no tenemos la sensibilidad o intuición suficientes para darnos cuenta de eso?  

Hay algo que une a Ayrton Senna e Ingmar Bergman, dos personajes brillantes que pasaron por este mundo dedicados a disciplinas en principio distintas. Pero tanto el brasileño ex campeón mundial de Fórmula 1 como el director de cine sueco nos dieron su punto de vista sobre la muerte. El primero antes de su trágico accidente. El segundo, a través de su arte.

El cineasta sueco Ingmar Bergman.
El cineasta sueco Ingmar Bergman.

Tanto el corredor como Antonius Block, el personaje que Bergman eternizó en la película El séptimo sello eran dos profundos creyentes, de suertes y reflexiones distintas. Los puede unir la duda de la manifestación divina ante nuestros sentidos, esa percepción que sólo algunos tendrían, sin importar su deseo, fe o voluntad. Veamos.

Por un lado se encuentra con sus dudas Antonius Block, personaje que refleja, de alguna manera, las propias en el pensamiento del célebre director de cine Berman, al relatar en la película el regreso de este caballero cruzado sueco, luego de las guerras santas. Un retorno que lo encuentra con su tierra devastada por la peste. Y es en ese cuadro de horror cuando se le presenta la muerte y le dice que ha venido por él.

Antonius de alguna manera sabe que su suerte está echada, entonces desafía a la muerte en una partida de ajedrez: de ganar, seguiría con vida, o al menos tendría algo de tiempo para realizar un acto noble digno de un caballero;  de perder, se iría pronto con ella. Entonces es cuando Antonius reflexiona sobre el poco sentido que le encuentra a su vida y sobre su poca cercanía a dios. Sus pensamientos lo perturban: «¡¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos!? ¿Por qué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismo como vamos a fiarnos de los creyentes. ¡Qué va a ser de nosotros los que queremos creer y no podemos!» 

https://youtu.be/XEywHwIvXkg

Para Ayrton Senna las carreras de Fórmula 1 eran algo más que tratar de alcanzar un podio o lograr los mejores tiempos. Eran una experiencia casi mística, un medio para sentir la presencia de dios. El brasileño contó más de una vez que en la curva Eau Ruge del circuito belga de Spa-Francorchamps había hablado con su dios. Para los periodistas, aquellas palabras no eran más que las declaraciones de un genio excéntrico que no se tomaban demasiado en serio. Para Senna, profundo creyente, eran otra cosa.

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Por su fe, el guerrero Antonius peleó en la tierra santa por más de diez años. Pensaba que allí iba a conocer a su dios, pero sin lograrlo y ante la muerte reflexiona: «¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde y sufrido a pesar de las maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón, por qué sigue siendo una realidad que se burla de mi y de la cual no me puedo liberar? ¿Me oyes?«. Su relato llega a un extremo casi desgarrador: “Yo quiero entender, no creer… No debemos afirmar lo que no se logra demostrar. Quiero que dios me tienda su mano, vuelva su rostro hacia mí y me hable”-

El austomovilista brasileño Ingmar Bergman.
El automovilista brasileño Ayrton Senna.

Esas dudas que envuelven y angustian a Antonius no las compartía Ayrton, quien daba fe de que dios le había tendido la mano en muchas oportunidades. Senna relataba que la primera vez tuvo lugar en 1988, en el circuito callejero de Montecarlo durante la sesión clasificatoria de los sábados. Sus propios tiempos mejoraban vuelta a vuelta y fue entonces cuando su percepción sufrió una extraña alteración espacio-temporal. “Recuerdo que corría más y más rápidamente en cada vuelta. Ya había conseguido la pole por unas décimas de segundo, y luego por medio segundo, y después por casi un segundo, y después por más de un segundo. Y más y más. Llegó un momento en que yo era dos segundos más rápido que cualquier otro, incluyendo a mi compañero de equipo, que conducía un coche igual. En aquel momento me di cuenta, de repente, que estaba pasando los límites de la consciencia. Mónaco es corto y estrecho, y, entonces, tuve la sensación de que estaba en un túnel. El circuito, para mí, era sólo un túnel. Dentro de los límites físicos del circuito era como si circulase sobre rieles. Y por supuesto que no lo estaba. En ese momento me sentí vulnerable. Había establecido mis propios límites y los del coche, límites que jamás había alcanzado. Aún mantenía el control, pero no estaba seguro de lo que estaba sucediendo exactamente: yo corría…, y corría… Fue una experiencia espantosa. De repente me di cuenta de que aquello era demasiado. Fui despacio hacia los boxes y me dije a mí mismo que aquel día no regresaría a la pista.”

La carrera del día siguiente comenzó inmejorable para el piloto brasileño. Senna le llegó a sacar cincuenta segundos de diferencia a Alain Prost, quien venía detrás de él. Tenía la carrera en el bolsillo pero en un error de concentración, perdió el control de su coche y se estrelló contra uno de los guarda raíles. A pesar de que este abandono suponía un duro revés a sus aspiraciones, el piloto le encontró un significado trascendente: “Este accidente me dio mucho que pensar, me hice muchas preguntas; fue muy importante para mí, para empezar a conocerme mejor y a dar la debida importancia a mi mundo y a todo lo que me rodea. Todos intentamos aprender cosas nuevas, cosas diferentes, especialmente sobre nosotros mismos. Es un proceso infinito. Hay tantas cosas a las que no encontramos respuesta… Buscaba un nuevo camino en la vida que me diera montones de respuestas, y creo que lo he encontrado, un camino donde voy encontrando esas respuestas poco a poco. Fue precisamente la necesidad de encontrar esas respuestas la que hizo que lo encontrara. Creo que las cosas que tenemos, tanto de las que somos conscientes como de las que no, nos las dio Él (en referencia a dios). Que las entendamos o no, que vivamos de un modo u otro, tanto da. Si conseguimos entender por lo menos un poco, todo tiene más sentido, especialmente las dificultades, el saber gozar de los momentos buenos. Veo esto como algo natural. Desafortunadamente, no lo había experimentado antes, y creo que es una pena (aunque nunca es demasiado tarde…)»

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Después resumiría: “Aquello no fue sólo un error de pilotaje. Era el resultado de una lucha interna que me paralizaba y me convertía en invulnerable. Tenía un camino hacia dios y otro hacia el diablo. El accidente sólo fue una señal de que dios estaba allí esperándome para darme la mano.”

¿Qué habrá querido decir con “dios estaba allí esperándome para darme una mano?” ¿Que las cosas podrían haber resultado peor si no hubiese tenido ese pequeño accidente?

Mientras dios le daba la espalda a Antonius, le vuelve a dar una mano a Ayrton en la última carrera del año 1988, en Suzuka, Japón. Situado en primera fila al momento de largar, su auto sufre un desperfecto y se retrasa. El brasileño consigue llevarlo a los tumbos hasta una pequeña pendiente, donde el arranque definitivo de su auto le fue más sencillo y le permitió quedarse con la carrera luego de una remontada espectacular que quedó en la historia de la Fórmula 1.

Aquí nuevamente Senna volvería a insistir con la presencia de dios, pero ahora no solo como una revelación, sino como una imagen física: Él fue quien me guió. Tuve señales que me indicaron sus deseos y su poder por encima de todo, su poder para controlar lo que fuera, todo. Algunas personas nunca vivirán la experiencia que yo viví, y no creerán lo que digo, pero yo me limito a relatar la experiencia que viví, como un hecho. Rezaba, agradeciendo a dios que iba a ser campeón mundial. Cuando, concentrado al máximo, abordaba una curva de 180 grados, vi su imagen, grande, allí, suspendida, elevándose hacia el cielo. Todo al mismo tiempo en que me concentraba, conduciendo el coche. Este contacto con dios fue una experiencia maravillosa”.

En 1990, otra vez en Mónaco, Senna pide ayuda a dios para ganar la carrera pero en esta oportunidad cuenta una experiencia mística que dejo consternado a más de uno: “En los entrenamientos del sábado me di cuenta de que el coche estaba desequilibrado, sin posibilidad real de victoria. El McLaren de Berger (entonces su compañero de equipo) tenía los mismos problemas. Ganar en Montecarlo era muy importante, y se lo expliqué a dios. Él sabe todo lo que pasa por nuestro corazón. Pero es necesario entregarse a través de la oración. Y eso fue lo que hice. Cuando llegó el domingo, en los boxes, ya tuve una sensación y una visión. Conseguí verme fuera del coche. Alrededor de la máquina y de mi cuerpo había una línea blanca, una especie de aureola, que me proporcionaba fuerza y protección. Entré en otra dimensión. Tuve una paz increíble, y la certeza de que estaba equilibrado, en cuerpo y alma. Generalmente, antes de salir me concentro muy serio. Esta vez incluso sonreí. Salí del box con el mismo coche que un día antes había presentado problemas, y los defectos habían desaparecido. Estaban allí, pero no los sentía, no me molestaban. Después de la carrera, Berger vino a hablar conmigo y me dijo que su coche había seguido desequilibrado. Sólo sonreí, pero no entré en detalles. En mi coche no había ocurrido nada.”

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https://youtu.be/GTJZTc1U1tM

 

En los días previos al fatídico 1 de mayo de 1994, en donde se realizaba la clasificación del gran premio de Imola, en Italia, ocurrieron dos terribles accidentes. El piloto austriaco Roland Ratzemberger fallece y poco después su amigo Rubens Barrichello también choca, pero logra salvar milagrosamente su vida. Esto repercutió en el ánimo de Senna, quien por la noche le confesaría a su novia: No tengo buenos presentimientos y si pudiese no correría.” Sid Watkins fue el médico inglés que atendió a Ayrton Senna segundos después del accidente. Eran muy amigos.

En el libro “La vida al límite” Watkins relata que después de enterarse de la muerte del piloto Roland Ratzenberg, en el Gran Premio de San Marino, Senna lloró sobre su hombro. Watkins le dijo que sería buena idea si no corriera al día siguiente. Hablando a solas con Senna le comentó: “Sabemos que sos el piloto más rápido y valiente. No necesitás probarle nada al mundo. Si vos no corrés esta carrera, yo también la abandono y nos vamos a pescar.”  

Según el relato Senna tardó en responder y finalmente, cuando lo hizo, sonó tan contundente como resignado. Le dijo: «Sid, hay cosas sobre las cuales no tenemos posibilidad de elegir. Yo tengo que ir para adelante.” 

Poco tiempo después en una nueva entrevista le preguntaron a Watkins si sabía que Senna se iba a morir como consecuencia de un accidente. El médico fue lacónico: ««, sostuvo, sin dar mayores explicaciones. “Lo había sentido, tanto como esa extraña sensación que tuve cuando supe que partía el alma de Senna, la acompañe en silencio. Sin tratar de comprender. Simplemente despidiéndola, como se despide a un amigo.”

Watkins no es católico, siempre se considero un agnóstico.

Estas imágenes minutos antes de largar nos muestran a un Senna resignado, tal vez aceptando lo que sería su destino final. ¿Sabría si dios lo estaría esperando?

Poco antes de que se lo llevaran, Antonius se da cuenta de que había realizado un acto noble salvando a una familia de las manos de la muerte. Él insiste por saber qué hay del otro lado pero la muerte le responde que nadie le ha dado aún esa respuesta. Antonius ya resignado parte junto con sus amigos de la mano de la muerte. ¿A dónde? Quién sabe.

https://youtu.be/JXM9-o2VajQ

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