Niños tiranos y un grito contra la maternidad esclavizante

Por: Natalia Gelós @nataliagelos

¿Qué es ser una buena madre? ¿Y una mala? La maternidad como una elección y no como una obligación para las mujeres. Son temas que van ganado lugar en la literatura. La escritora chilena Lina Meruane es una de las que ha recogido el guante. Ella, que sabe cómo leer a contrapelo nuestra sociedad y tiene ojo de lince para desnudar contradicciones, le explica a #BORDER por qué escribió el ensayo «Contra los hijos» (donde muestra la lógica de niños tiranos-madres esclavas que se establece en esta sociedad). Además, celebra lo logrado por #Niunamenos y cuenta por qué cree que a veces el feminismo “de avanzada” excluye a otras mujeres.

 

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La escritora Lina Meruane

 “¿Por qué de pronto una nueva generación de mujeres parecen elegir aquello que las amarra más a la casa?”, se preguntó Lina Meruane hace unos años para hacer el libro en el que cruzó historia y diferentes experiencias. Se refería a una “nueva abnegación materna” que va en contra de toda expectativa: aquello que pensaríamos más deseable –que sin dudas muchas de nuestras abuelas y madres pensaron como tecnologías de liberación– es lo que mujeres contemporáneas rechazan. Ante mayor independencia de las mujeres, la sociedad responde con nuevas exigencias para ellas”. Habla de una imposición de que los niños sean los reyes de la casa, una movida que se ha tejido a lo largo del tiempo con puntadas silenciosas; a ciertas cosmovisiones “naturales” que terminan por significar más tiempo en tareas que se consideraban resueltas: pañales de tela, lactancia extendida de manera indiscutida, atención desmedida a las demandas. Un ser mamá natural que según Meruane haría retroceder algunos casilleros en el camino de la emancipación.

¿Y el Estado qué lugar ocupa en esta historia de la maternidad?  «Por supuesto que no es igual en todos los países – dice la escritora-, hay algunos donde el Estado efectivamente le asegura a las mujeres-madre, sin distinción de clase, sin distinción de origen nacional, una ayuda económica mensual, unos servicios de asistencia, una alimentación escolar, una educación gratuita de calidad, etcétera, y hay otros donde nada de eso existe. Son cuestiones complejas, que pasan por la voluntad política, por el orden de prioridades que se pone una sociedad. Lo que me parece escandaloso es que en sociedades donde se estimula la procreación y se niegan tanto las campañas de educación sexual como los métodos anticonceptivos, luego no se colabore con la realidad material y hasta simbólica de la crianza«.

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En 1931, en el ensayo Las profesiones de las mujeres, Virginia Woolf escribió sobre la necesidad de darle muerte al Ángel de la muerte para poder así escribir y abrir el camino del propio deseo. El Ángel era una mujer, una mujer fantasmal, un deber ser que se ponía entre ella y su vida. “Es mucho más difícil matar a un fantasma que matar una realidad. Siempre regresaba furtivamente, cuando yo imaginaba que ya lo había liquidado. Pese a que me envanezco de que por fin lo maté, debo decir que la lucha fue ardua, duró mucho tiempo, tiempo que yo hubiera podido dedicar a aprender gramática griega, o a vagar por el mundo en busca de aventuras. Pero fue una verdadera experiencia, una experiencia que tuvieron que vivir todas las escritoras de aquellos tiempos. Entonces, dar muerte al Ángel de la Casa formaba parte del trabajo de las escritoras”, escribió Woolf.14-vs-HIJOS-lo

Como el fantasma que menciona Woolf, como un búmeran, los discursos conservadores se las ingenian para volver y hay que estar alerta. Meruane retomó la mirada de la escritora inglesa:  “Woolf comprende que los discursos conservadores en torno a la mujer y sin duda el seductor llamado a la maternidad como horizonte absoluto –y en cierta medida, la ficción de una estabilidad afectiva, la certeza de una misión heroica– sólo pueden aturdirse un rato pero siempre regresan. Y con no poca vehemencia. Por eso la Woolf insta a sus contemporáneas a mantenerse atentas, y por eso yo, que en sentido estricto no lo soy (aunque de otro modo sí, como lectora de sus libros), recogí el llamado para pensar en el regreso de esos discursos hoy”.

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Para hacer la diferencia y para ponerle un muro a esos discursos, hay que dejar a un lado las superioridades morales, señala. A fines del año pasado, por ejemplo, Madonna dio un apasionado discurso al recibir el premio Billboard a Mujer del Año, donde hizo un repaso de todas las situaciones de violencia de género que debió afrontar a lo largo de la carrera, y también tiró dardos contra la conocida feminista Camille Paglia.

La diva del pop no se privó de nada y denunció también había recibido la condena de muchas mujeres por la exhibición de su sexualidad. «Soy una feminista mala», resumió. Meruane dice: “Conozco bien esas disputas entre mujeres, disputas que lamentablemente nos debilitan cuando se trata de lograr cambios más profundos. A los 21 años asistí a un curso de feminismo radical, en el que el maquillaje, al igual que el velo, eran vistos como signos de sumisión femenina. Las maquilladas salían llorando de la clase y las veladas no regresaban más. Yo me preguntaba qué sentido solidario podía tener ese humillar a las otras por no ser más de avanzada, por qué negarles la decisión de su vestimenta sin reducirla sólo a una respuesta servil a la ideología (como si el modo en el que hablamos o nos vestimos no fuera una performance cotidiana, una puesta en calle, de una posición ideológica). Por qué negar que había también en esas elecciones una cuota de consentimiento gozoso”.

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Piensa también en las cirugías de cambio de sexo y en las cirugías plásticas y dice: Si le damos libertad a unos para ser quienes sienten que son, hay que dárselos a todos y dejarse de superioridades morales. Y hay que fijarse objetivos más importantes en los que podamos coincidir en libertades que a la vez nos ayuden a vivir mejor en sociedad”.

En medio de todo ello, Meruane celebra el #NiUnaMenos. “Es notable el resurgimiento del activismo de mujeres contra la violencia femicida en Argentina, y la diseminación de la agenda Ni una menos. Digo de mujeres porque me parece que convoca a las feministas de varios años, y a las que no necesariamente se sienten parte de esos grupos pero sí responden a la convocatoria. Eso me parece fundamental, ese movimiento pluralizado que dice basta desde todos los lugares del pensamiento, que se opone al síntoma más claro del patriarcado o como le queramos llamar que responde con violencia al sentir que se le recortan sus privilegios históricos. Privilegios que habían asumido erradamente como derechos, y que reclaman con violencia. Cada conquista de las mujeres y en general de las minorías va a encontrarse con resistencias, con contragolpes, y por eso es necesario seguir pensando, seguir escribiendo, seguir movilizándonos y exigiendo políticas públicas que le correspondan a la crisis del momento, juntas y juntos”.

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