Amas de casa: el trabajo silenciado e impago

Por: Natalia Gelós @nataliagelos

Las mujeres tienen menos tiempo libre que los hombres, se ocupan del 76% de las tareas del hogar y, si se dedicaron sólo a trabajar en sus casas toda la vida, al llegar a la edad jubilatoria caen al vacío. ¿Cómo se arma este espiral de silencio y desprotección? 

 

Hacer el desayuno, preparar a los chicos para ir al colegio, ordenar la casa, comprar las cosas para el almuerzo, cocinar, lavar los platos, limpiar, poner ropa a lavar, preparar la merienda, cuidar al más chico que tiene fiebre, sacar la ropa del lavarropas, planchar las camisas, preparar la cena, hacer que los chicos se bañen, llevarlos a la cama. Hoy las mujeres realizan el 76% de estas tareas; 9 de cada 10, para ser más precisos, mientras que 4 de cada 10 varones no hacen nada.

Como las tareas domésticas no son reconocidas como un factor que haga a la economía, las amas de casa no existen en ese universo y no perciben, por ejemplo, una jubilación por todo el trabajo que hacen durante sus vidas. El informe de CEPAL del año pasado, llamado Panorama Social de América Latina, dice: “Gran parte de lo que se produce y lo que sostiene la vida de las personas no se considera ni contabiliza en la economía tradicional (…) Lograr la autonomía económica de las mujeres depende en gran medida de la distribución equilibrada del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados entre las mujeres y los hombres y entre las familias, el mercado, la comunidad y el Estado”.

María Lucila «Pimpi» Colombo, del Sindicato de Amas de Casa de la República Argentina (SACRA), revela que muchas veces les consultan desde los juzgados para ver cuál sería el equivalente económico del trabajo de un ama de casa. Cuenta que hay varios modos de pensarlo: podría ser el equivalente al sueldo de una empleada doméstica, o se podría recurrir a la diversificación de tareas, entonces pensar cuánto gana un cocinero por hora, una persona de limpieza por hora, una enfermera por hora; o se podría pensar en el promedio de salario que ganan las mujeres en la actualidad. Otra forma: si la mujer deja su profesión para dedicarse a estas tareas domésticas, se podría pensar lo que estaría cobrando de haber seguido con su profesión.

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Pimpi Colombo
María Lucila «Pimpi» Colombo.

María C. tiene 65 años. Nunca tuvo un trabajo fuera de su casa, pero desde los 19, cuando murió su madre, ha cocinado, limpiado, cuidado, a su padre y hermanos primero; a su marido y a sus hijas, después. Su esposo murió cuando ella tenía 60. Pudo recibir una pensión que pasaba apenas del mínimo; un apenas que ya la dejó fuera de las moratorias porque, además de no haber aportado nunca, tenía esa pensión. Hoy por hoy, con $7.700 tiene que vivir, comprar garrafas en invierno, alimentarse y pagar los servicios. Colombo dice que en este momento están a la espera de que se trate en el Senado el proyecto de jubilación para amas de casa, que implicaría un aporte mínimo de las mujeres que se dedican a esa tarea y que aseguraría, también, una cobertura social. Además, da un dato que contribuye a la independencia económica de las mujeres: un decreto del 2013 que permite que, presentando el formulario Nro 273 en la ANSES, las mujeres puedan percibir el aporte por familia que cobra el jefe de hogar cuando está en blanco. No se desarma la violencia si no se desestructura la violencia económica. Estas son pequeñas cosas que aportan a eso”, considera.

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¿Algo ha cambiado? La economista Mercedes D’Alessandro, autora de Economía Feminista, nos da su visión: “Creo que hay un tímido proceso de entender que las labores domésticas y de cuidados se nos han impuesto como algo que tiene que ver con la naturaleza de ser mujer, como algo atribuido a lo femenino, pero que es una construcción social y sobre todo, económica. Cualquier mujer que trabaja y además tiene hijos, entiende que hay una gran cantidad de horas dedicadas a los cuidados y labores domésticas y que esas horas compiten con trabajo remunerado, estudiar o disfrutar de tiempo libre. El problema, en todo caso, es que aún el formato de ‘es tu responsabilidad’ o es una decisión personal pesa.Libro

Para ella, es necesario entender que hay distintas soluciones, desde redistribuir las tareas en el hogar hasta demandar provisión de jardines materno-parentales gratuitos y licencias por paternidad. D’Alessandro indica que en los países nórdicos y en otros como Canadá, hay licencias de paternidad extendidas y obligatorias, e indica: “Hay estudios que muestran que los varones que se toman estas licencias después se comprometen más con las tareas del hogar. Eso repercute también en una menor tasa de divorcios”. Pero aclara: “Tampoco alcanza con redistribución entre varones y mujeres porque tenemos muchísimos casos de madres solas que no tienen con quién organizarse y necesitan del Estado dando respuestas.

En el informe de CEPAL indican que hay un patrón común en los países latinoamericanos: “la mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado de los hogares que recae sobre las mujeres, particularmente durante su edad reproductiva«. Aunque se hable mucho de las chicas que ni trabajan ni estudian, lo cierto es que ellas, aunque no estén activas en el mercado laboral formal, dedican unas 40 horas semanales al trabajo no remunerado. Otro dato: las mujeres de 65 años o más, pasan entre 9,8 y 32,5 horas dedicadas a tareas de cuidado (por lo general, ayudando a liberar a mujeres más jóvenes).

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No hay cifras exactas, justamente por esa desestimación del trabajo de las mujeres en sus casas pero los países que sí lo han hecho han mostrado que representa entre el  15,2% y el 24,2% del PIB.

En Argentina los datos realizados por el Indec de la Encuesta de Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo son de 2013 y dicen que el 88,9% de las mujeres participan de las tareas no remuneradas. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), en el país hay 8,5 millones de mujeres de entre 25 y 59 años y de ellas el 24,7% es ama de casa con dedicación exclusiva.

En CEPAL advierten: “Estas desigualdades se intensifican por el hecho de que, posiblemente, estas mujeres tuvieran una menor participación laboral durante su vida adulta y, por ende, gozan de menos prestaciones sociales asociadas al empleo, lo que las coloca en una situación de mayor dificultad para acceder a servicios de cuidado. Es una lógica perversa que deja desprovistas de servicios a personas que llevan toda su vida cubriendo estas necesidades”. D’Alessandro concluye: “Ser ama de casa no es una opción elegible para muchas mujeres, y de serlo, estaría bien que se reconozca como trabajo. La jubilación para el ama de casa es un ejemplo de eso”.

 

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