Enferma 2.0: una influencer cuenta en primera persona cómo sufrió y lo escondió a sus seguidores

Por: Agustina Rinaldi

Una instagrammer con más de 60 mil seguidores revela, valiente, cómo su aspiracional vida virtual colapsó ante las penurias de la vida real.

 

“Escribe duro y claro sobre lo que hiere”, decía uno de los escritores y periodistas más revolucionarios, Ernest Hemingway. ¿Qué es lo que te lastima? ¿Qué te quita el sueño? ¿Qué te da dolores de cabeza? ¿Qué es lo que te acompleja? ¿Qué es lo que ocultás por miedo a que te juzguen? ¿Cuál es tu mayor secreto? ¿De qué te avergonzás? Las respuestas a todas estas preguntas nunca tendrán lugar en el falso paraíso digital: las redes sociales.

A diario, niñas y adolescentes hacen hasta lo imposible por contactarse con esa supuesta influencer –término tan descriptivo como peligroso- para descubrir cómo hicieron para conseguir esa efímera fama y apariencia poco real.

¿Qué se esconde detrás de ese producto que esa mujer -supuestamente todopoderosa- promociona sin cesar? ¿Qué se esconde detrás de esa sonrisa supuestamente real? ¿Qué se esconde detrás de esas carísimas prendas que lucen a diario? ¿Qué se esconde detrás de esas fotos en bares, boliches y espacios de moda? Dinero. Sí, dinero y canjes, pero la verdadera carga con la que tienen que lidiar es otra.

  Relatos del horror: llega a la tv “Historia de un clan”

En realidad, detrás de esa supuesta perfección vive el miedo, la angustia, las decepciones, las inseguridades, las separaciones, los complejos y la necesidad de aparentar que, aunque no sea así, todo está bien.

¿Qué pasa cuando esa adolescente que navega por las redes no tiene a una figura femenina y segura que pueda hacerla entrar en razón? Lo más probable es que busque las respuestas a sus inquietudes en el actual espejismo de la vida: los perfiles 2.0.

Las redes sociales, continuamente, hacen eco de los falsos cánones de belleza que impone la sociedad. La depresión que provoca no llegar a cumplirlos puede ser fatal. Más si un adulto de carne y hueso no guía a esa joven que, todavía, está buscando su verdadero yo. Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 800.000 personas se suicidan cada año. La Argentina se ubica en tercer lugar entre los países de la región por su tasa de suicidios, con 14,2 muertes por cada 100.000 habitantes y está entre las naciones con mayores tasas a nivel mundial. El informe de Estadísticas Mundiales de Salud (2018) indica que el sector de la población con mayor tasa de suicidios es el de jóvenes que tienen entre 15 y 24 años. El año pasado, se quitaron la vida 157 chicas.

  Prohiben a los bares y restaurantes porteños usar terrazas y patios

Es cierto que las redes sociales cambiaron la forma en la que las jóvenes se expresan y comunican pero, ¿para bien o para mal? Una encuesta efectuada en 2017 por la Sociedad Real de Salud Pública (RSPH, por sus siglas en inglés) reveló que Instagram es la red social que más afecta a las adolescentes. Además de comenzar a sentirse más inseguras con su imagen corporal a partir de su uso, las jóvenes empeoran su salud mental en otros aspectos: la calidad de sueño, el ciberacoso y el sentimiento de estar perdiéndose de algo.

 


Tengo 63 mil seguidores en Instagram, la mayoría son chicas jóvenes. Jamás compartí las fotos que me sacaba hace siete años (y que no elimino para recordar lo que fui), cuando pesaba 15 kilos menos y ayunaba para, sea como sea, entrar en el jean talle 24 que promocionaba esa modelo.

  De Macri a Rodríguez Saá: la red argentina del consultor de Trump que hizo caer a Facebook

Hace un tiempo, sufrí un accidente de auto. Me fracturé el fémur, la parte lateral de la cadera izquierda, el tabique y sufrí traumatismo en tres costillas. Estuve internada casi 10 días. Un mes postrada en una cama, sin poder moverme, ni ir al baño, ni ducharme. Si, encerrada en mi casa. ¿Qué vino después? Meses y meses aprendiendo a caminar de nuevo; con andador, muletas y todo artefacto que me ayudara a volver a ponerme de pie.

Hace algunas semanas, sufrí una parálisis facial. Pasé más de un mes sin poder reírme, cerrar el ojo izquierdo, hablar y comer con normalidad. Cuando pude superar ese episodio traumático, llegó la angustia. Día tras día llorando porque una persona importante se había ido de mi vida.

No, mis seguidoras jamás se enteraron de nada de esto. Detrás de mi sonrisa (y filtros) escondí dolor físico, angustia y miedo. Y vos, compañera, ¿qué escondés detrás de tu red social?  

Agustina, la autora de la nota.
Agustina, la autora de la nota.
Suscribite a nuestro newsletter
* Recibirás emails de cada publicación semanal
Notas relacionadas
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Con tu suscripción al Newsletter de Border Periodismo recibirás emails de cada publicación semanal.
* Recibirás emails de cada publicación semanal