Rojo y Banega, la revancha épica de los despreciados

Por: Mauro Fulco @maurofulco

Dos historias de héroes impensados. El defensor que metió el gol más gritado desde el de Caniggia jugó apenas 9 partidos en un año lleno de lesiones graves. El volante que mejor se asoció a Messi fue el último desafectado del Mundial de Brasil y fue cuestionado fuera de la cancha.

 

El 2 de junio de 2014 no fue un día más. Al menos no para Ever Banega. Ese día -esa tarde- Alejandro Sabella le comunicó que quedaba desafectado de la lista de 23 jugadores que disputarían el Mundial de Brasil. Contra todos los pronósticos, el volante central nacido en Rosario se quedaba sin el máximo sueño al que puede aspirar un futbolista: disputar una Copa del Mundo.

Marcos Rojo, en cambio, tuvo en ese Brasil de hace 4 años un rendimiento más que aceptable. Viejo conocido del técnico pincharrata, resultó inamovible en el esquema de Sabella y –cosa’e Mandinga– fue quien definió el partido contra Nigeria (otra vez Nigeria) por la última fecha (otra vez la última fecha) del Grupo F (bueno, tanta coincidencia sería demasiado). Fue 3 a 2 con un rodillazo del defensor. Eso sí, con mucho menos drama que en esta oportunidad.  

Señalados por la prensa, tanto Banega como Rojo arribaron a esta cita mundialista en Rusia muy cuestionados. Al volante rosarino le critican su andar algo cansino, sus lagunas futboleras y su rendimiento desparejo. Al defensor platense le señalan su prolongada inactividad después de una rotura de ligamentos que lo llevó al quirófano primero y luego a mirar los partidos por televisión.

Ever Banega. Partidazo.
Ever Banega. Partidazo.

Los dos eran una incógnita. A pesar de todo lo que se dijo, Jorge Sampaoli confió en ellos para el debut contra Islandia. Banega ingresó a los 10 minutos del segundo tiempo y Rojo fue titular. El empate, sus propios rendimientos y las persistentes dudas del DT para armar un equipo los marginaron del desastre contra Croacia. Fueron, junto a Biglia y Di María, los que pagaron el pato. Por ese motivo, en la vergonzosa derrota 3 a 0 ninguno de los dos jugó ni un minuto.

El reclamo de un vasto sector futbolero era que, dado que el partido contra Nigeria era una final, debían jugarla los jugadores con más experiencia. Los benévolos los llaman “los históricos”; los que no lo son tanto le llaman “El Club de Amigos de Messi”. Mascherano, Di María, Biglia, Higuaín, Agüero, Rojo y Banega forman parte de ese grupo de jugadores. Todos ellos, con la excepción del Kun y de Biglia, fueron titulares.

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Hoy, a su manera, los dos tuvieron su momento de redención, su partido esperado. Banega fue el eje del equipo, el hombre de buen pie que tanto necesita la Selección; el enlace entre Messi y el resto del equipo, el que se la dio redonda y –además- tuvo iniciativa propia para generar juego, defecto notable en el equipo dirigido por Sampaoli. Hizo un primer tiempo brillante y, aunque luego decayó, no se sumergió en sus habituales pozos. Siempre se mostró como alternativa de juego y las pidió a todas. Es más, metió un pase de zurda de primera y desde la mitad de la cancha que más que una asistencia fue una puñalada riquelmeana.

Rojo, directamente, se calzó la capa y fue el héroe de la jornada. Faltando 4 minutos, apareció por sorpresa y clavó un derechazo que se gritó en todo el país. Unos minutos antes había desbordado por izquierda y enviado un centro atrás que el pobre Gonzalo Higuaín (otra vez) desvió por mucho. Su patada ninja para despejar un centro y el cabezazo que luego dio en la mano y que obligó al árbitro turco a consultar el VAR fueron riesgos que podrían haber terminado mal, pero la jornada tenía otros planes para él.

Apenas surgió, en la Primera de Boca, cualquiera se daba cuenta de sus condiciones. Era cuestión de verle parar la pelota y tocar con la cabeza levantada para comprobar dos cosas: que tenía estirpe de crack y un inexorable destino europeo.

Al año de debutar fue vendido al Valencia en 26 millones de dólares. Fue luego cedido al Atlético de Madrid y al año regresó a Mestalla, donde lo esperaban con los brazos abiertos. Pero tuvo una serie de escándalos que empañaron su juego y alimentaron su fama de problemático. A poco de haber aterrizado en España dio positivo en un control de alcoholemia. Los medios españoles destacaban su afición por la noche y por las hamburguesas. Y tanto lo era que el club le puso una cocinera en su casa para que mantuviera una dieta de deportista y evitara las casas de comida chatarra.

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Pero el más sonado de sus escándalos no deja de ser una fatalidad. Una mañana salía de entrenar y frenó a cargar nafta en su Audi R8, pero se olvidó de poner el freno de mano. El auto se deslizó hacia adelante y le aplastó el pie contra el surtidor. El resultado de ese desafortunado accidente fue una fractura de tibia y peroné y 6 meses de inactividad.
Pero ese no sería su único incidente con los coches. A los pocos meses del anterior episodio, y cuando aún no estaba recuperado de su lesión, se incendió su Ferrari recién estrenada. El auto quedó reducido a cenizas.

La Ferrari de Banega.
La Ferrari de Banega.

Banega estaba deprimido, y la mejor manera de superar ese mal momento y mostrarse para recuperar su nivel era volver a las raíces. Así que fue que cumplió uno de sus sueños futbolísticos: se calzó la camiseta de Newells, club del cual es hincha fanático. En Rosario fue recibido como lo que era: un jugador excepcional de nivel europeo.

Pero la experiencia no fue satisfactoria y apenas jugó 6 partidos. En ese breve lapso se lo vio más por la noche rosarina que dentro de la cancha, con el agregado de que un canal de televisión lo sorprendió cuando jugaba un picadito con amigos en la cancha del Pájaro Cantero, el líder de la banda narco Los Monos.

Desde que Sabella lo marginó de la excursión en Brasil, todo fue para mejor. Volvió al Sevilla, se fue al Inter de Italia y regresó a jugar al equipo del sur de España. Su desempeño fue superándose y su convocatoria al seleccionado no despertó ni grandes apoyos ni grandes broncas.

El calvario de Marcos Rojo comenzó en noviembre de 2015, cuando se dislocó el hombro jugando un clásico frente al Manchester City. Un mes después lo operaban.

El 20 de abril del año pasado volvió a enfrentarse a una lesión grave. Aquella tarde el Manchester United se enfrentaba al Anderlecht de Bélgica por los cuartos de final de la Europa League y el defensor, pieza clave para el DT José Mourinho, se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda. Demasiada mala suerte.

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La lesión de Rojo en la rodilla.
La lesión de Rojo en la rodilla.

En un principio se especuló con seis meses de inactividad, y Rojo ingresó al quirófano diez días más tarde, el 1 de mayo. El último día de ese mes, el 31, asumió Sampaoli al mando del seleccionado argentino. Todo dicho. El 15 de noviembre el defensor volvió a las canchas jugando para su club y a la ilusión de una convocatoria. El llamado llegó para la gira premundialista por Europa emprendida por la selección. Pero la decepción fue veloz: Rojo fue titular en la histórica goleada en contra frente a España. Fue 6 a 1, y no faltó quien pidió la cabeza del marcador central, de flojísimo partido. Su convocatoria generó dudas de todo tipo. Es que Rojo apenas disputó apenas 9 partidos en lo que va del año. Demasiado poco para tomar ritmo mundialista. Pero el destino tenía otros planes para él. Frente a Nigeria, Ever Banega volvió a lucir su juego, tocó y tocó, jugó e hizo jugar, demostró por qué es un jugador de selección y por qué está en Rusia. Dejó atrás la decepción del mundial pasado y se olvidó de sus bajones anímicos y futbolísticos. Ojalá pueda mantener este nivel de juego y convertirse en el socio que Messi y la Selección tanto necesitan. Marcos Rojo fue el héroe que hizo olvidar los cuestionamientos, que enterró a su inactividad y que sepultó los problemas de salud. Es quien volvió a conectar el respirador a la selección y el responsable del gol más gritado en un Mundial desde aquel tanto de Caniggia contra Brasil en Italia 90. Nadie sabe hasta dónde llegará Argentina en Rusia, pero todo indicaba que debía volverse en primera ronda. Marcos Rojo –y el equipo, claro- fue quien lo evitó. Y acaba de entrar en la historia de la celeste y blanca. Nada mal.

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