Envejecer con VIH: Historias de la primera generación que llega a la tercera edad

Por: Nicolás de la Barrera

Las personas que llegan a los 60 años sabiendo su condición de positivos suelen respetar los tratamientos e incorporarlos en la rutina, aunque algunos se aíslan socialmente. Son la primera generación que fue prueba viviente de las drogas desarrolladas. Por qué el VIH envejece. La otra cara de la misma moneda: crece la transmisión en la vejez y allí suele ganar la depresión y la desinformación.

Dicen que los años dan experiencia. Roberto Durán tiene 56 años y, desde que se enteró su diagnóstico de VIH positivo, pasó por etapas que hoy, se traducen en una calma que lo lleva a hablar del tema con naturalidad.

Se enteró de su condición cuando debieron internarlo. “Tenía 20 kilos menos y zafé. Ya estaba en la etapa del sida. A los seis meses, ya estaba indetectable (se refiere a una carga viral muy baja), y a partir de ahí, por 17 años, me mantuve. Este año estuve muy mal otra vez, nunca me lo imaginé estuve internado y también zafé. Pero en tres meses me recuperé y volví a mi vida de siempre, dice el actual vicepresidente de la Red Argentina de Personas Viviendo con VIH/sida (Redar +). “El año que viene por ahí me jubile, agrega, aunque aclara que no piensa dejar de trabajar. “No puedo, es algo que no está en mi radar. Hay gente que se queda, y si te quedás morís”.

Como Roberto, hoy miles de personas que viven con VIH se acercan o ya pasaron los 60 años. Se trata de un envejecimiento que plantea nuevos desafíos para la medicina, que, en paralelo, se encuentra con una realidad que preocupa: las nuevas infecciones que se dan, principalmente, en poblaciones jóvenes, pero también, en adultos que ya pasaron los 50 años.

En nuestro país, de acuerdo a los datos de la Dirección de Sida y Enfermedades de Transmisión Sexual, durante le periodo 2015-2016, se produjo un aumento de diagnósticos de VIH de 2,5 por ciento en hombres y 1 por ciento en mujeres de entre 55 y 59 años de edad, en relación al período 2006-2007. La tendencia en alza también se dio entre personas de entre 60 y 64 años (1,7 por ciento en hombres y 0,6 por ciento en mujeres). En tanto entre los 65 y 69 años, las casos positivos se mantuvieron en 0,5 por ciento en hombres y crecieron 0,2 por ciento en mujeres.

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“A veces pienso que no sé qué efecto estarán causando los medicamentos que tomamos de acá a diez años. Nosotros somos un banco de pruebas eterno. medicamento que salen, lo tomamos, no es que tiene 30, 40, 50 años de proceso para ver qué es lo que puede producir a la persona a largo plazo. Mientras tanto vivo el día a día, tampoco me vuelvo loco, dice Roberto. Tener un “proyecto de vida”, dice, es fundamental. “Podés tenerlo aun con 90 años, podés estar programando lo que vas a hacer dentro de un mes. Yo no veo el tema del VIH como algo incapacitante, dice, además de que se considera un “enfermo del trabajo”.

Él trabaja en un estudio contable y, además, lleva adelante un programa de abordaje del VIH en el municipio de Pérez, en la provincia de Santa Fe. Con Redar, promueve distintas acciones, como la creación de legislaciones para personas con VIH y dan apoyo a quienes viven con el virus desde hace años y a quienes se enteraron hace poco.

Revela, eso sí, una preocupación reciente. “La otra vez hablaba con mi hermano… que me estoy encerrando un poco, sigo teniendo mis amigos, pero como que ya no salgo más. Debe ser también por la situación, yo vivo en Pérez, una localidad pegada a Rosario. Es una ciudad que es complicada en seguridad y no salgo más de noche, estoy en mi casa, miro tele, y el que quiera verme que venga a mi casa. A mi hermano le decía que siento que me estoy aislando. Tengo que ver eso”.

Roberto
Roberto trabaja en un estudio contable y en una ONG que trabaja con gente con VIH. Se diagnosticó hace 17 años. Tiene 56. Ph: Mariano Espinosa.

Los años de experiencia sobre la infección, no obstante, los tiene a su favor. “Antes pensaba que era el único. Pero ahora sabés cómo manejarla, sabés que ya no es un drama, explica.  

Un desafío médico

Patricia Patterson es médica infectóloga en la Fundación Huésped y desde hace 25 años se dedica al VIH. “Cada vez el número de adultos mayores que van envejeciendo y que tienen VIH es mayor, porque desde que los tratamientos son más efectivos, más simples de tomar, y con el apoyo de una buena adherencia, las personas dejaron de morir como ocurría mucho en los años noventa. Al sobrevivir, el desafío es porque esta es una población muy distinta en cuanto a lo biológico con respecto a las personas que envejecen en el mundo que no tienen VIH”, explica Patterson, quien investiga, entre otros temas, la epidemiología de los adultos mayores que viven con el virus. “Se han hecho estudios comparativos, donde las personas que tiene HIV son 15 años más viejas, o envejecen 15 años más, comparado con las personas que no tienen HIV. (El virus) produce un estado crónico de inflamación y esto es lo que genera el envejecimiento a nivel cardiovascular”.

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Las complicaciones también pueden estar asociadas a la historia de los antirretrovirales que las personas hayan recibido a lo largo de su vida. “Muchas de estas drogas aumentan los lípidos, y se requiere tomar medicación para disminuirlos, muchas de estas drogas también están asociadas con más facilidad para adquirir diabetes. A veces algunas de ellas pueden provocar disminución de calcio en los huesos”, apunta Patterson.

El doble estigma

Nuestro país no es ajeno a una tendencia que se da a nivel mundial: el poco uso del preservativo, en parte, debido a una falta de percepción del riesgo a adquirir una infección de transmisión sexual.

Sin embargo, este no es el único problema y factor de riesgo relacionado a las nuevos casos de VIH en adultos mayores. “La visión de la sociedad en general es que quienes tienen relaciones son los jóvenes, y entonces cuando hablamos de prevención o relaciones sexuales apuntamos a los jóvenes y nos olvidamos de todo el resto. Eso hace que no lleguemos con información y con acciones a otras edades, sobre todo en este tiempo en que la gente vive más tiempo y que aparte tiene relaciones durante más años. Eso produce que en este momento estemos viendo un aumento de nuevas infecciones por VIH en adultos mayores”, dice el infectólogo Miguel Pedrola, coordinador de AIDS Healthcare Foundation Argentina (AHF), dedicada a la prevención, diagnóstico y tratamiento del VIH.

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Pedrola añade: “Alguna de estas personas a las que hacemos diagnóstico nuevo de VIH nos refiere que su pareja falleció de algo que no llegaron al diagnóstico, y es probable que esa persona haya fallecido de VIH y no llegaron al diagnóstico porque ningún médico pensó en pedirle un test a una persona de 70, 80 años.”

Patterson habla de un doble estigma: el del envejecimiento y el del VIH que, en combinación, pueden afectar en gran medida a las personas. “El mito sobre los adultos mayores, que no tienen sexualidad, cala hondo en la persona que se infectó, que tambien tenia las mismas ideas con respecto a los demás. Eso deja al paciente sumido en una gran depresión y dificulta muchas veces la adherencia al tratamiento. He tenido pacientes que se han suicidado porque no han soportado la idea de tener VIH y eran personas adultas mayores. Posiblemente tenían componentes de ideación suicida de antes, pero esto lo exacerba, entonces hay que darles mucho apoyo psicológico”.

Claro que, los adultos mayores, después de muchos años de tratamiento, pueden tener una mayor adherencia al tratamiento y esto siempre resultará mejor. Patterson destaca que “muchos ya han estado en fracaso virológico y han tenido que tomar en su momento muchas pastillas y son muy adherentes porque saben que dependen de esto para vivir. Además se cuidan en la alimentación, dejan el tabaco, bajan el consumo de alcohol. Generalmente son sumamente conscientes”.

“Es como tomar la pastillita para dormir a la noche o para la acidez –dice Francisco Mattos (62), docente jubilado, conoce su diagnóstico hace 20 años– Yo desayuno, tomo mi medicación y a esta altura de mi vida ya no me produce nada. Tengo los cuidados correspondientes, me hago los análisis cada cuatro o cinco meses, porque estoy indetectable hace 15 años. Yo pienso que cuanto más pasa el tiempo más me amigo con la infección y convivo perfectamente”.

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