Caso Marita: nena, ¿qué va a ser de tí?

Por: María Julia Oliván @mjolivan

Cuatro mujeres de Tucumán, dos de Misiones, una de Santa Fe, una de Córdoba, una de Santa Cruz, una de Buenos Aires y una de La Rioja: son once las víctimas de Trata de personas que dieron valiente testimonio en el juicio por la desaparición de Marita Verón.

De todas ellas, sólo dos están en ligadas de modo constante a la fundación que preside Susana Trimarco. Las nueve restantes volvieron a sus provincias de residencia a vivir con humildad.

La cordobesa, por ejemplo, contó que es enfermera; otras, que son amas de casa, o que trabajan como empleadas domésticas. Y una reconoció que en alguna oportunidad volvió a ejercer la prostitución.

Estas mujeres fueron bastardeadas mientras prestaban testimonio en el propio tribunal, frente a abogados, jueces y periodistas. Los abogados de los procesados  las trataron de putas pese a que explícitamente la ley 26364 (de Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus víctimas) establece que las éstas “no son  punibles por cualquier otro delito que sea el resultado directo de haber sido objeto de trata”. Y pese a que los estaban enfocando la cámaras.

Los jueces no les creyeron. Por eso desestimaron sus testimonios como elementos probatorios para condenar a los trece procesados.

Hasta el propio fiscal Marcelo Colombo reconoció este lunes en Página 12 que existen “preconceptos sexistas y clasistas de parte de los funcionarios judiciales” que intervienen en causas de Trata de Personas.

El hombre algo sabe. Es ni más ni menos que quien dirige la Unidad Fiscal de Asistencia en Secuestros Extorsivos y Trata de Personas (Ufase); o sea que es el tipo que sigue de cerca todos los procesos del país encuadrados en esto delito. ¿Capisce?

La otra cara del asunto es más porteña. Más cool.

Por un lado, están los diputados que salieron de su letargo y se aprestan a votar la modificación de la Ley que cajonearon todo el año, por otro la foto de la presidenta Cristina Kirchner junto a Susana Trimarco para brondarle “todo su apoyo”.

Y un párrafo aparte nos merecemos nosotros, los periodistas que nos llenamos la boca pidiendo justicia con la misma cara con la que mañana, quizás, estamos debatiendo sobre las internas de Bailando por un Sueño. Porque así es nuestro trabajo, ¿no?.

Y mientras esto sucede en la city ¿quién demonios está en la puerta de las humildes casas de las once testigos cuidando de ellas?.

Es casi la medianoche cuando escribo esta columna. Me acerco a la ventana de mi escritorio y veo al policía de la Federal parado en la esquina.

Pienso en una esquina ventosa y escondida de Río Gallegos, en un baldío frente a una humilde casita en Río Cuarto, en la quebrada de Tucumán, en la pesadez del calor riojano y en un barrio del Conurbano, como el que me crié yo.

Pienso en las once. ¿Hay alguien cuidando de ellas, lejos del bullicio de la política y de los medios?.

No puedo dormir. Mejor los dejo tranquilos.

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