Trabajadoras argentinas

Por: María Julia Oliván @mjolivan

Mi cabeza no me da descanso ni tregua. Es el día del trabajo y regreso a casa despues de 16 horas de agite. En mi viaje en auto -que es corto pero se me ocurre largo- , me sucede lo que al chico de Smuldog Millonaire que recordaba respuestas de concurso de televisión que lo podría hacer millonario no basándose en conocimientos aprendidos sino en vivencias aprehendidas en la calle, que era su casa. Digo que me pasa lo mismo, con la salvedad de que no soy ni un chico, ni vivo en la calle ni estoy a punto de ganarme un millón de dólares. Pero hace un par de años practico la costumbre de recordar y reír, recordar y tener nostalgia, recordar y tener ternura. Pero sin dudas, el recuerdo es una compañía con la que me gusta caminar.

Foto 1 . A la hora en la que la mañana se filtra con la noche, caminando con mi hermana Gabi hacia la esquina de casa y de ahí tomar el colectivo para ir al cole. –Un escolar por favor, le decíamos al chofer y todos se reían de esas dos enanas de guardapolvo blanco tan formales.

Parada por favor!, (papá nos había dicho que siempre pidamos por favor y gracias, porque éramos chiquitas y en la calle teníamos que ser respetuosas, ja).

Foto 2. A los 15 nos subiámos las dos a una moto con un bolso enorme lleno de juguetes, títeres de plush que nos cosía mamá y pelucas de colores. Nos vestíamos de payasos y animábamos fiestas infantiles. Perdón, payasos, titiriteras, cuentacuentos y Xuxas. Partíamos de las fiestas ovacionadoscomo reinas de paquitas, pero ya en cansancio me pesaba en la espalda. Con los ahorros bien guardados y ayuda de mamá Gabi y yo nos compramos un 147 cada una en el Plan del cuotas del Vivacce.

Foto 3. A los 18 nos calzamos un camisolín y erámos Miss Gabi y Miss Julia en el Colegio Parish Robertson de Monte Grande. Cuando hacíamos la fila con los nenes a la hora de salida, organizábamos unos concursos un poco freaks de canciones en inglés entre grado y grado y nos reíamos mucho mientras los ayudábamos a subir al micro. Para compensar el sueldo, después seguíamos ruta. Gabi daba clases en una secundaria para adultos y tenía alumnos que tenían la edad de nuestros padres. Yo hacía perdiodismo en la Agencia Universitaria de Noticias para aprender a escribir y para trabajar en una redacción. Ya íbamos a la Universidad Pública.

Foto 4. A los 19 fue el trabajo del Banco Mercantil. La travesía de ir todos los días al centro desde Monte Grande. Mi hermana Gabi siempre tres pasos adelante mío porque «llegamos tarde».

Yo, con la misma trompa que cuando me llevaba arando al colegio, me tropezaba conmigo misma, antes de arrancar el largo viaje (colectivo, tren, subte, caminata) que nos llevaba al centro. Me acuerdo que no me daban los ojos para mirar tanto. Lavalle, Florida, los negocios, la gente, los cafecitos, la ropa, el bullicio.. era todo raro para mí, una verdadera extranjera conurbana.

Foto 5. Más tarde en el periodismo pasó todo.. Siempre poniendo el cuerpo (ahora me acuerdo las cosas que he hecho y recién me doy cuenta de la inconciencia de mi coraje). El cuerpo, el esfuerzo, la pasión, la bronca, el trabajo y la falta de trabajo. Me acuerdo de mí misma yendo de una punta a otra del país. Subiendo en un remís, bajando y subiendo a un avión, bajando y subiendo un helicóptero, bajando y subiendo a un caballo.. siempre para llegar a algún lado, para contar alguna historia. Me recuerdo sintiendo una fatiga honda, como cuando salgo a correr y me quedo sin aire. Ese camino, la trayectoria periodística, está detallado acá.

Foto 6. A mi mamá  la recuerdo trabajando, limpiando, cocinando, cociéndonos vestiditos (nos vestía igual a Gabi y a mí) peleando, soplando, insistiendo, retándonos y después haciéndonos trensas o dibujándonos las carátulas para el colegio.

Cerrando el negocio, subiéndose al fitito aceituna y llevándonos al club Atlético Monte Grande.

Un día gimnasia, otro patín, otro básquet, otro folklore. Nos dejaba y volvía a trabajar. Después volvíamos en colectivo. Qué pilas esta mujer cabrona por fuera y blandita por dentro, que es mi madre.

Foto 7. La abuela trabajó en el campo, sufrió de las violencias propias de una mujer trabajadora  hace 90 años en el campo, se casó joven y trabajó toda su vida. «Empecé limpiando la escuela, un día me llamó la directora y me dijo: Aída, te vamos a ascender. Vas a ser portera. Yo iba con tu mamá cuando todavía era de noche y llegábamos al colegio a servirles la leche a los chicos. Tu mamá me ayudaba a limpiar y yo estaba contenta porque me habían ascendido. Desde ahí fui la portera de la escuela. Me tenían confianza» (Cuando estaba muy viejita y delicada de salud, yo le pedía a mi abuela que me cuente su historia de trabajadora mil veces, porque notaba que cuando se acordaba del ascenso se ponía feliz)

La abuela, el abuelo y mi mamá hicieron con sus propias manos la casa en la que vivían. Los fines de semana cuando el abuelo cerraba el kiosko a la tarde.

Con dolor de espalda, acidez en la panza, sueño en los ojos y burn out en el cerebro, todavía recuerdo estas fotos. Las fotos de mi vida, la manera en la que el trabajo me atravesó las entrañas.
Aida, Alicia, Gabi y Juli. Las mujeres de mi casa.

Feliz día mujeres trabajadoras.

 

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