Las otras mamás: la historia de amor del monstruo de los besos

Por: #BorderPeriodismo

Nació a los 8 meses del embarazo y era tan pero tan chiquitito que apoyaba su cabeza en mi mano y sus patitas colgaban en mi antebrazo. Solía ponerme un guante con caritas de sapo en la punta de los dedos para que él reposara entre animalitos.

Yo lo miraba dormir, embobada… la redondez de sus mejillas, sus ojos enormes, sus manitos apuñadas y su trompita tirando besitos mientras soñaba que tomaba en la teta de mamá, a lo Maggie Simpson me hacían suspirar.

Por un año me aproveché de su incocencia y le besé los cachetes, la pera, las manitos, las orejas y los ojos. Pero con los chicos, nada es para siempre. Ya cuando tenía un año me empezó a poner carita de hastío frente a mi pesadez. A los tres, un día me encaró “¿Por qué me das tantos besos? No ves que ya no soy un bebé?”.

-Porque para mi siempre vas a ser un bebito..

-Me contestó con el gesto de hambre.

Lo perseguí gateando y después caminando despacito. Pateamos la pelota en el parque cuando medía como un enano de jardín. Le enseñé a hacer la vertical contra la pared y el puente a los 4 años, pero un día se le aflojaron los bracitos y se dio la cabeza contra el piso. Me asusté mucho así que seguimos la historia trepándonos a las ramas de los árboles. Menos mal que sus viejos son piolas, porque daba para que se enojen.

-¿Podremos hacernos una casita acá Matías?

-Yo de mi casa no me voy ni loco tía, me contestó con esa sonrisa que le cruza de un cachete al otro.

Después arrancó la temporada de lucha libre y espadas con su papá. Son compinches, pero el padre lo tiene bastante a raya. Ahora bien, con el tema de la lucha libre se fue todo al demonio.Eran dos nenes jugando. Es que Mati ya se había sacado el pijama del hombre araña y ahora era un superhéroe de verdad. Las espadas cruzaban nuestras caras tan cerca que amenazaban.

-Qué querés ser cuando seas grande?

-Policía.

-Pero cómo vas a ser policía si le pedís a tu hermana que te acompañe al cuarto porque te da miedo ir sólo?

-Y qué? Los policías también tenemos miedo Juli, me contestó.

Debo reconocer que el juego de la lucha libre me descuadró la historia: un día tirada en el sofá mirando la tele se acercó a mí y con una espada me dio en la frente con tanta fuerza que hasta que ví las estrellitas.

Tuve que recalcular mi GPS. Por un tiempo estuvimos un poco distanciados por la cuestión de los besos y porque “la tía no es un varón para andar pegándole tan fuerte”.

La tía quería darle besitos y charlar de tantas cosas…

Suerte para mí que ya para entonces había bajado del cielo un angelito con pelo largo y una boquita de fresa, vestida de impecable rosa y con vinchas de flores y corazones que se llama Isabella.

Con ella jugamos a las bailarinas de las cajitas de música, a la pelota, dibujamos árboles y estrellas. Ante su implacable devoción a las princesas rosas me vi obligada a iniciar una campaña de desprestigio en su contra.

Chiquita, cuando seas grande vas a ser una mujer como mamá o como la tía.. que trabaja, que estudia.. No vas a ser como la princesa Ariel.

Me miró fijo, y siguió peinando a una Barbie como quien dice agua va.

Yo insistí. Ya saben que soy tosuda. Un día, encntré en una tienda un jueguito de muñecas de madera con diez vestidos de colores diferentes para ponerle a princesas de variadas nacionalidades. Pero ella solo jugaba con el lila.

En la librería El ateneo encontré el cuento de una chanchita que no quería ser princesa sino reina y se vestía de negro y celeste.

Mi campaña fue un fracaso total. Isa ama el rosa, se maquilla de rosa y duerme con la corona y el vestido de princesa puesto. Cuando estamos solas en mi casa, pasa el rato mirando mis aros y probándose collares, la maquillo con Puppa y canta como un pajarito.

Nuestras salidas juntos arrancan temprano y terminan con sueño.

Empezamos en el parque con alguna carrera de velocidad entre los hermanos, llegamos al bosque y le damos tutuca a los patos, tiramos piedritas al lago y caminamos hasta los ponys, para dar una vuelta. Primavera se llama el pony de Isa y Estrellita el de Mati.

Me encanta estrellita.. a veces la extraño, me confesó Matias un día.

De ahí volvemos caminando con Isa  a upa y nos subimos a un árbol. Ahí nos inventamos una casa y nos hacemos la cabeza con que somos Los Croods.

Un día los llevé al río a ver cómo se alejaba un barquito. Le dije a Isa que tal vez un día tenga un novio que la lleve a buscar la luna y que le diga versos de amor. Mati interrumpió diciendo: ¿sabés que mami y papi tienen una cuenta en un banco? Pero como no se cuál es si les pasa algo, no se cómo sacarla.

Tenía 6.

Cuando vamos al Shopping es otro el rollo. Si bien no son de pedir regalitos un día les aclaré de movida que la tía no tenía plata para comprar juguetes así que sólo ibamos a pasear. Mati se quedó calladito y cuando pasó la segunda persona que me saludó me miró y me dijo, pero tía, si sos famosa, cómo puede ser que no tengas plata?

Al rato, pasando por un local de ropa deportiva resaltaba un enorme con un cartel con la foto del astro que decía MESSI. “Mirá cuando en vez de MESSI diga MATI?”, le tiré para que sueñe a lo grande..

Ahora bien, cuando no hacemos salidas outdoors tenemos que rebuscárnosla de alguna forma. Así fue como inventé el Monstruo de la Campera.

Me pongo una campera cubriéndome la cara y los persigo simulando que por mis superpoderes veo sobre la tela. En realidad pispeo alevosamente corriéndome la campera de la cara y los atrapo para darle besos. El monstruo fue un éxito, prefieren eso al IPAD. Posta.

Mati ya tiene 7 y ahora está cada vez más complicado acunarlo y darle besitos. Pero todo problema tiene solución cuando uno quiere encontrarla.

Así fue como nació el Monstruo de los Besos.

Así medio jugando a la guerra o a la paz, este monstruo busca a los nenes y los besa por las orejitas y la panza. Los nenes se ríen mucho y son felices.

El amor maternal tiene diversas formas. La que florece como un jazmín en setiembre es la de una madre. Pero las tías tenemos muchas macetas con rayitos de sol, por donde corretean los chiquitos.

No quiero que crezcan. A mi manera, ellos también son un poco mis bebés.

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