El caso de Araceli Ramos (asesinada al concurrir a una supuesta entrevista de trabajo) sirvió revelar un fenómeno silenciado: el de las falsas ofertas de empleo como puerta de entrada al abuso, el crimen y las redes de trata.
Por Fernanda Sández
Niñera, o mucama. O simplemente algo tan impreciso como “trabajo bien remunerado”, y un papel pegado en un poste en la calle, en donde se consigna, apenas, un teléfono celular. “Si vas a las provincias del norte, los ves todo el tiempo. Son papelitos pegados con un número. Y muchas chicas desesperadas por trabajar responden a esa clase de solicitudes, sobre todo cuando se les promete un buen sueldo”, explica Monique Altschul, presidente de la Fundación Mujeres en Igualdad (MEI) http://www.mujeresenigualdad.org.ar/, una organización que trabaja activamente en la prevención y denuncia de la violencia de género y el actuar de las redes de trata.
Según ella, el caso de Araceli Ramos (asesinada a los 19 años y por cuya muerte está detenido Walter Vinader, quien la habría localizado por medio de una falsa oferta de empleo) es apenas un episodio más de una larga lista. Quizá no siempre se llega al asesinato ni a la repercusión mediática que tuvo este caso, pero la necesidad de trabajar de muchas jóvenes efectivamente es la ventana por la que irrumpen desde abusadores hasta asesinos. “Lo que pasa es que hay un claro subregistro de estos episodios, especialmente porque cuando no hay un asesinato sino un abuso o una violación, muchas veces la víctima opta por no denunciar ”, agrega Altschul.
Y recuerda un caso en el que estuvo involucrado un sindicato argentino. “Fue para el Mundial de Futbol en Japón: esta organización publicó avisos convocando a jóvenes para, supuestamente, trabajar como promotoras. Sólo se les pedía que hablaran en español. Pero, una vez en el destino, las obligaron a prostituirse. Muchos de los avisos convocando a casting y desfiles de moda tienen el mismo objetivo: contactar chicas, y explotarlas”.
Ahora bien, ¿cómo distinguir a un aviso de este tipo de una búsqueda real? Para Martín Sandoval, coach de carrera, autor de Cómo buscar trabajo en el siglo XXI (Lugar Editorial) y titular de la consultora laboral www.mscoach.com.ar, “como regla general, recomendamos a todos los postulantes que recopilen información acerca de la consultora o empresa convocante. Para eso, contamos con la ayuda de los buscadores de Internet, de modo tal de poder averiguar datos sobre quién nos contactó. En la jerga, “googlear” (buscar por Google u otro buscador) información específica. ¿Qué buscar? Todo: la página Web de la consultora, empresa o persona; avisos anteriores que pueda haber publicado; datos generales como actividad principal, condición ante la Afip, etc. Esa información está localizable en los buscadores y, si no se la encuentra información, es lógico dudar. También hay que tomar otras precauciones, como avisar al entorno familiar al lugar donde se concurre y quien convocó. Y, sobre todo en el caso de mujeres, ir acompañadas a la entrevista. Todos los recaudos suman”.
Por definición, las búsquedas que llegan por medio de canales menos confiables, como Facebook –tal el caso de Araceli Ramos- o un papelito pegado en una parada de colectivo, habilitan la sospecha. Y lo mismo sucede cuando no hay relación lógica entre perfil del candidato y sus antecedentes y formación, y el sueldo ofrecido. Parece obvio, pero hasta el día de hoy muchas potenciales víctimas caen en la trampa de creer que a cambio de tareas poco calificadas recibirán un salario magnífico.
Para peor, hoy hasta los espacios tradicionales de oferta de empleo se han tornado nebulosos. Porque, como explica Altschul, “desde que el rubro 59 de los periódicos fue suprimido, toda esa oferta y demanda de servicios sexuales no desapareció sino que se camufló en otros rubros en apariencia menos sospechosos. Por eso, hoy por hoy se hace difícil saber si detrás de un pedido de “empleada” se está hablando de una administrativa, una recepcionista o alguien para trabajar en un departamento privado”, dice.
El panorama se complica todavía más al no haber de parte de las autoridades de ningún nivel nada parecido a un política de prevención (o cuanto menos, de alerta) que ponga a las potenciales víctimas realmente al tanto de las mil maneras que tienen los agresores de camuflar sus verdaderas intenciones. “No hay nada, ni desde Nación ni en las provincias. De hecho, me consta que muchas veces los responsables de temas como trata o violencia no sólo no se hablan sino que ni siquiera se conocen. Y no hay manera de coordinar acciones con ese nivel de desinterés por aunar voluntades”.
Según la activista, esto pone en evidencia justamente una de las zonas más débiles en el combate de las redes de trata: el ingreso de las jóvenes al sistema de explotación y violencia. “Se hace mucho en lo que tiene que ver con el rescate de las víctimas. Pero antes y después de eso, no hay políticas para evitar que las chicas caigan en esas redes, ni para asegurarse de que no vuelvan a caer luego de haber sido rescatadas. En otros países del mundo, a las mujeres tratadas se les pregunta, desde el Estado, si quieren cambiar de vida. Y en ese caso se les da una asignación económica y se las capacita. Aquí no. La chica captada en Oberá hace cinco años es devuelta al mismo lugar del que salió…y en las mismas y hasta peores condiciones de hacer frente a esa realidad”. Por eso la trampa sigue abierta. Y siguen cayendo en ella centenares de mujeres a las que nadie escucha gritar.
