Ernesto “Che” Guevara, siempre con un libro en la mano.

Fue un hombre de acción y un lector incansable cuyas lecturas influenciaron su vida. En su mochila convivían Miguel de Cervantes y Julio Cortázar, junto a Hegel y Roberto Arlt.
Por: #BorderPeriodismo

Ernesto “Che” Guevara, popular guerrillero argentino-cubano, murió un día como hoy hace 46 años, el 9 de octubre de 1967, asesinado en una humilde escuelita de la localidad de La Higuera, en Bolivia.

Su figura despierta pasiones tanto a favor como en contra y se ha convertido en un símbolo a nivel mundial. Para sus incondicionales representa la lucha contra las injusticias sociales, la rebeldía contra el status quo y un ícono del movimiento contracultural, mientras que sus detractores lo consideran un sedicioso, un golpista y hasta un asesino sanguinario.

Se puede estar o no de acuerdo con estas consideraciones, pero lo cierto es que el Che proyecta una imagen atrayente que simboliza diversas características y cualidades humanas. La foto que le tomó Alberto Korda, es una de las imágenes más emblemáticas y reproducidas del mundo y se ha utilizado infinidad de veces de forma simbólica, artística o publicitaria.

También se escribieron innumerables biografías que lo describen como un hombre de acción,  se publicaron además, en vida o luego de su muerte, los diarios y libros que escribió. Pero hay una faceta muy importante de su paso convulsionado por este mundo que se mantiene en segundo plano: la del Guevara lector compulsivo, sistemático –al punto de llevar registros y anotaciones de sus lecturas que permitieron conocer qué leía en cada momento de su vida-. Un devorador de todo libro que se ponía a su alcance y un impulsor de la lectura entre los que lo rodeaban. Al punto que, en sus últimas horas aliviaba el peso de su mochila arrojando medicamentos y alimentos para poder moverse más rápido en los montes bolivianos, mientras se cerraba el cerco del ejército sobre él, pero nunca abandonó su pesado ejemplar del Quijote, tal vez su inspiración más grande desde la niñez.

El Che encontraba en la lectura un bálsamo para su gran curiosidad, un horizonte para sus pensamientos, pero también leía muy atentamente por puro placer, hay innumerables registros que lo prueban y esos mismos registros son también los primeros borradores de los libros que él mismo ha escrito.

Carlos Soria Galvarro, periodista e historiador boliviano, que ha documentado los últimos meses del Che en Bolivia en base a materiales que se encontraron al capturarlo, sostuvo en la Feria del Libro de Buenos Aires (2008), en un coloquio llamado “Lecturas sobre el Che” que “cuesta imaginar las condiciones extremas en que estos hombres, hambrientos y desarrapados, circulaban por las tierras bolivianas imbuidos por la utopía de una sociedad justiciera y un continente liberado. Contaban para ello con el carisma casi místico e inigualable de su jefe, la fuerza de sus convicciones y el respaldo de muchos libros que llevaban consigo como parte de su instrumental bélico”.

Carlos “Calica” Ferrer, amigo de la infancia de Ernesto en Alta Gracia, Córdoba, y acompañante de su segundo viaje por Latinoamérica, cuenta que Guevara “leía muchos libros, estaba mucho más adelantado que cualquier otro joven. Eso le viene de la madre. Cuando andaba mal por el asma, la madre se ocupaba de que leyera. La madre era muy culta y Ernesto tenía todo el tiempo para leer mientras sufría los ataques de asma. Yo me acuerdo ya en Alta Gracia, llegar a la casa y encontrarlo tirado en el piso, abiertas las manos, lo cual le facilitaba que el pecho se le dilatara, y ese día ya los padres no lo dejaban salir. Entonces leía”.

Según sus biógrafos, entre las primeras lecturas de su infancia se encontraban Emilio Salgari, Julio Verne y Alejandro Dumas. Y en la adolescencia mantuvo la costumbre encarando lecturas que iban más allá de las obligatorias del colegio: libros de filosofía, historia, geografía y clásicos de la literatura.  Tenía gustos eclécticos, pasaba de Sigmund Freud a Jack London u Horacio Quiroga, de Las mil y una noches de Scheherezade hasta  El Capital de Karl Marx, que confesó no haber entendido para nada en esa época temprana.

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Ya en su fase de guerrillero revolucionario, sus libretas de la Sierra Maestra revelan que por esos años leía a los clásicos de Esquilo, Aristófanes, Homero, Shakespeare, Cervantes, Goethe, Toynbee, Quevedo y Tolstoy; además de algunos  novelistas latinoamericanos como Miguel Ángel Asturias y Rómulo Gallegos, al ensayista José Ingenieros y, una constante de todos sus viajes, a autores que ampliaran sus conocimientos sobre el territorio que transitaba. Durante su trascendente participación en la revolución cubana, leía a José Martí, Nicolás Guillén y varios historiadores locales.

En su incursión en el Congo, la lista bibliográfica incluye nuevamente una gran variedad de autores:  Suetonio;  nuevamente Homero, Goethe y Shakespeare; novelistas como Juan Goytisolo, Lezama Lima, Ciro Alegría, Martha Traba, Pio Baroja, Sinclair Lewis, Máximo Gorki y otros, junto a clásicos del marxismo como Lenin y Mao Tse Tung, su infaltable Martí, biografías y libros de historia sobre África.

Cuando el Che fue capturado en octubre de 1967 en la quebrada del Churo, se secuestraron  también sus diarios, papeles y algunos objetos personales. Asesinado al día siguiente en la escuelita del poblado de La Higuera, su cadáver fue llevado en el patín de un helicóptero a Vallegrande donde lo lavaron y prepararon para exhibirlo en la lavandería del patio trasero del que era el Hospital Señor de Malta. Con el tiempo, sus últimas anotaciones se publicaron bajo el nombre de El diario del Che en Bolivia y los historiadores comentan que en las páginas finales de la agenda alemana que llevaba consigo el Che, hay una lista general de 106 títulos con sus autores, que se supone son los que estuvo leyendo en su excursión por Bolivia ya que están agrupados por meses y año, o al menos se trata de los libros  que pretendía leer por esos días desde noviembre de 1966 en adelante. Era una constante en Guevara incluir en su planificación los libros que iba a leer durante las expediciones y compartir con sus compañeros de viaje.

A vuelo de pájaro, para no detallar el centenar de libros que contemplaba su plan de lectura boliviano, podemos nombrar a algunos que dan cuenta de la heterogeneidad de sus lecturas finales: La historia como hazaña de la libertad de Benedetto Croce, Memorias de Winston Churchill,  Fenomenología del Espíritu de Georg Wilhelm Friedrich Hegel,  La revolución permanente de León Trotsky;  Tupac Amaru, el rebelde de Boleslao Lewin; Historia económica de Bolivia de Luis Peñaloza,  Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel de Karl Marx,  Lógica de Aristóteles;  De la causa, principio y uno de Giordano Bruno; El príncipe – Obras políticas de Nicolás Maquiavelo,  El Embajador de Morris West, Orient Express de Graham Greene, En la ciudad de William Faulkner, Romancero Gitano de Federico García Lorca, Cantos de vida y esperanza de Rubén Darío, La lámpara maravillosa de Ramón María Del Valle Inclán, Humillados y ofendidos de Fiódor Dostoievsky, La guerra de las republiquetas de Bartolomé Mitre; Todos los fuegos el fuego, publicado recientemente por Julio Cortázar;  Revolución en la revolución de Regis Debray, La economía argentina de Aldo Ferrer (su primera edición de 1963), En torno a la práctica de Mao Tsé Tung y hasta un ejemplar de las Aguafuertes porteños de Roberto Arlt, entre otros libros de variadas temáticas. También se cree que su ejemplar de Don Quijote de la Mancha fue rápidamente sustraído por los lugareños o los rangers, ya que el Che viajaba siempre con el libro, del que hizo innumerables menciones durante su vida, sobre todo en la correspondencia con su madre.

Como buen lector, el Che también era un buen escritor. Tenía pretensiones literarias que siempre postergaba por sus acciones políticas. Un tiempo antes de embarcarse en la expedición hacia Cuba, en una carta escrita a su madre desde México lo expresó con claridad y con términos quijotescos: “…decidí primero cumplir las funciones principales, arremeter contra el orden de cosas con la adarga al brazo, todo fantasía, y después, si los molinos no me rompieron el coco, escribir”.

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De todas maneras, hay muchos trabajos escritos con la firma del Che. Un proyecto no concluido de diccionario de filosofía, sus diarios de viajes, uno de los cuales ha inspirado la película Diarios de motocicleta interpretada por el mexicano Gael García Bernal y dirigida por Walter Salles, tal vez la película que mejor muestra al Che lector. También sus diarios de las campañas militares en las que participó, testimonios con estilo literario, y sus apuntes sobre cuestiones de economía política.  Sus discursos, ensayos, cartas, documentos y artículos diversos ocupan más de una decena de volúmenes. Bastante para una figura que murió con tan sólo 39 años cumplidos y que participó de forma tan activa en la historia de su época.  Su afán por escribir y documentar todo  es muy notable, dejó textos en cantidad y en calidad, que aún no se terminan de publicar.

En sus diálogos epistolares son frecuentes las alusiones al Quijote, la obra fundante de la novela moderna escrita por Cervantes. El escudo en el brazo, los molinos de viento, el caballo Rocinante tan flaco que muestra las costillas y otras frases que muestran su identificación y su amor por la lectura y, particularmente, por el clásico libro.  El Che se ve a sí mismo como un “desfacedor” de entuertos, persiguiendo la justicia de una manera alocada, al estilo del Caballero de la Triste Figura. Y se siente sujeto de su propia historia, como el hombre nuevo que describió en sus ensayos. El Che toma de ejemplo al personaje de Cervantes y se sirve de él para explicar conductas y filosofía de vida.

Tal vez por eso Ernesto Guevara de la Serna, para la historia simplemente “el Che”, haya sido un raro ejemplo de intelectual, político y hombre de acción, todo mezclado y, sin lugar a dudas, motivado por sus lecturas de la infancia, adolescencia y vida adulta. Sus lecturas lo llevaron a viajar en sueños –como a Julio Verne- en su Rosario natal y en la Córdoba de la niñez. Lo impulsaron por Argentina en su adolescencia y por Latinoamérica en su juventud. Y, ya lanzado a la vida adulta, su vida política lo interesó por las lecturas ideológicas o éstas fueron las que guiaron su vida política, siempre con un libro en la mano, en cualquier rincón del mundo.

Sobre el nacimiento del Che

Muchas publicaciones recuerdan cada 14 de junio el nacimiento de Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che Guevara o simplemente El Che. Incluso Cuba celebra homenajes para recordarlo cada año en esa fecha, con peregrinaciones hasta el mausoleo que guarda sus restos en la ciudad central de Santa Clara.

Lo cierto es que la fecha que aparece en su “acta de nacimiento” es 14 de junio de 1928. Julia Constenla, periodista y amiga personal de la madre de Ernesto, Celia de la Serna, ha contado que ella le confesó que estaba embarazada al momento de casarse, y que la verdadera fecha de nacimiento de su hijo fue el 14 de mayo de 1928. La partida de nacimiento fue realizada así un mes más tarde para evitar el escándalo. [1] [2]

[1] Fuente: “Entrevista a Julia Constenla realizado por Luciana Peker”, artículo en el diario Página/12 (Buenos Aires) del 3 de marzo de 2005.

[2] El biógrafo Jon Lee Anderson acepta como válida esta versión. Jon Lee Anderson (1997): “Che Guevara: una vida revolucionaria”. Barcelona: Anagrama, pág. 17.

 

Breve guía sobre la figura del Che Guevara en la cultura

 

Libros, cuadernos y artículos escritos por Ernesto Guevara

Diccionario Filosófico (1946–1957), publicado parcialmente.

  Festival de Cine Alemán: tiempo de probar otros sabores

Índice literario (1946–1957), inédito.

La angustia (1951), cuento publicado por Página/12, 1992.

Machu Picchu: enigma de piedra en América, 1953

Notas de viaje (Diarios de motocicleta).  Redactadas en su cuaderno de notas durante el viaje por Latinoamérica.

Aquí va un soldado de las Américas, cartas a su familia recopiladas por el padre.

La guerra de guerrillas, 1960.

Recuerdos de la guerra revolucionaria cubana, 1963.

Apuntes críticos a la economía política, La Habana, 2006.

El año en que estuvimos en ninguna parte, 1965. Escrita por el Che cuando participaba en la guerrilla del Congo.

La duda, cuento corto escrito en el Congo.

La piedra, cuento corto, escrito posiblemente en la época en que murió su madre.

Diario del Che en Bolivia, 1968 (publicado en Buenos Aires, Legasa, 1994).

Obras Completas, 1997.

Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo, publicado en 1999.

Carta inédita de Guevara a Armando Hart Dávalos, publicada por la revista cubana Contracorriente, 1997.

Otra vez (El diario inédito del segundo viaje por América Latina 1953–1956), publicado en 2000.

Poema dejado por Ernesto Guevara a su esposa Aleida. Ha manifestado que sólo será público cuando ella muera.

Documentos inéditos del Che Guevara

Existe una gran cantidad de escritos, poesías y materiales inéditos de Ernesto Guevara, la mayoría de ellos en poder de su viuda, Aleida March, presidenta del Centro de Estudios Che Guevara. Periódicamente y de manera pautada, March ha ido liberando y publicando algunos de esos documentos, como hizo en 1999 con el Diario del Congo. El último documento liberado en octubre de 2007, en ocasión del 40º aniversario de su muerte, fue la última carta que Guevara le escribiera, cuando ya estaba en Ñancahuazú, Bolivia.

 

Museos sobre el Che Guevara

Museo Casa del Che Guevara, Alta Gracia, Córdoba, Argentina.

Conjunto Escultórico Memorial Comandante Ernesto Che Guevara, Santa Clara, Cuba.

La Ruta del Che, circuito de memoria de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia creado por los guaraníes de la capitanía de Iupaguazú bajo diseño de Favio Giorgio. En el circuito se han organizado tres museos: en Lagunillas, La Higera y Vallegrande.

Proyecto de Museo Che Guevara en Rosario

 

Cine

El Che Guevara (1968), dirigida por Paolo Heusch y protagonizada por Francisco Rabal.

Che! (1969) de  Richard Fleischer, con Omar Sharif.

Diarios de motocicleta (2004), dirigida por Walter Salles y protagonizada por     Gael García Bernal y Rodrigo de la Serna (que lleva ese apellido por ser pariente lejando de la familia del Che).

Che Guevara (2005), de Josh Evans, protagonizada por Eduardo Noriega.

Che, el argentino (2008) y Che: Guerrilla (2008), ambas filmadas por Steven Soderbergh y con Benicio del Toro en el papel de Ernesto Guevara.

 

Música inspirada en el Che

Hasta siempre, comandante, canción de Carlos Puebla.

Si el poeta eres tú, canción de Pablo Milanés.

El pueblo te ama Che Guevara, de La Mona Jiménez.

El hombre de la estrella, de La Renga, en su disco homónimo.

El aparecido, de Víctor Jara.

Nada más!, de Atahualpa Yupanqui.

Gallo Rojo, de los Fabulosos Cadillacs, en su disco El León.

Esquina libertad, de Los Piojos, de su disco Tercer Arco.

Papá cuéntame otra vez, de Ismael Serrano en el álbum Atrapados en azul.

Murguita del Sur de Bersuit Vergarabat.

McGuevara’s o CheDonald’s, canción de Kevin Johansen

Hasta la victoria, siempre, de La 25

Canción del elegido, de Silvio Rodríguez

 

Poesía

Tristeza en la muerte de un héroe, del chileno Pablo Neruda (1969).

Yo tuve un hermano, del argentino Julio Cortázar.

La serie de poemas llamada “A ras del sueño”, del uruguayo Mario Benedetti (1967).

Che Comandante, Guitarra en duelo mayor, del cubano Nicolás Guillén (1958).

Pensamientos del argentino, de  Juan Gelman.

 

 

Autor: Marcelo Dosa

 

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