Y si de gestos (que son mucho más que eso) hablamos, ahí lo tenemos a Axel Kicillof dispuesto a reunirse con los embajadores europeos para hablar de la reincorporación de la Argentina a los mercados internacionales tras el cordial acuerdo con Repsol. A ésto le podemos sumar la emisión de deuda con letras del Tesoro por 10 mil millones de pesos, la corrección del dato del nuevo índice de precios al consumidor y del PBI (que le ahorró al país miles de millones de dólares), ambos sinceramientos necesarios de un actividad económica en baja. Y cómo dejar de lado las  conversaciones con inversores internacionales para la explotación del yacimiento Vaca Muerta que permitirán extraer las enormes y valiosas reservas de shale oil y shale gas que tiene la Argentina.

El «Mago» Miguel Galuccio, CEO de la YPF reestatizada (medida que ya tiene media sanción del Congreso), viaja por el mundo atrayendo a inversores mientras los técnicos de Hacienda hacen buena letra con los números y el ministro de Economía (ex marxista, a esta altura) empieza a coquetear con los prestamistas. Justamente YPF anunciará mañana la emisión de  un título de deuda por 1.000 millones de dólares, a diez años.Y aunque el Gobierno negó la toma de deuda con Goldman Sachs, sí se llegó a un acuerdo por US$ 938 millones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), tras la reunión de la semana pasada en Brasil.

Basta con leer algunas columnas y notas de Clarín y La Nación, que alaban el hecho de que CFK le «haga caso» al FMI y que resaltan el renovado interés inversor en nuestro mercado, para entender de qué estamos hablando.

Es algo en que los candidatos, sean del color político que sean, coinciden: la Argentina se encamina a redoblar su posición de productor de alimentos («la góndola del mundo») y es necesario volver a las mesas de dinero internacionales para acompañar el desarrollo. Así, CFK marcha a paso firme en la profundización de la inconclusa «sintonía fina». La diferencia es de qué modo se hace (algunos extrañan las «relaciones carnales» de tiempos menemistas con los EE.UU.) y a qué precio. El kirchnerismo ha logrado bajar la deuda externa, y ese camino no debería ser desandado por el sucesor. Tomar deuda para desarrollar la industria, es un camino necesario. Pero en materia de inversiones, aseguran especialistas de todo el arco política, aún falta mucho.

Los «gatafloristas intelectuales», tal como los describió el ministro de Economía al anunciar la quita de subsidios al gas y el agua son aquellos que reclaman exactamente lo contrario a lo que hace el Gobierno, sin tener una posición tomada sobre nada. La oposición por oposición misma, pequeñez política e inmadurez ideológica. Pero los guiños del establishment lo dicen todo. La Argentina marcha hacia un camino de previsibilidad que antes no tenía.

Tienen razón sin embargo los que apuntan a la lentitud para encarar ciertos cambios (siete años de mentiras del INDEC fueron una bomba a la credibilidad del país) y al mal cálculo de los tiempos: nadie nos ha sabido explicar porqué CFK encara estos pasos que hablan de «un país normal» (leer las comillas con la dosis justa de ironía y verdad) cuando está de salida y no podrá capitalizarlo electoralmente, en vez de haberlo hecho en 2011 con el 54% de la voluntad popular a su favor.

Para ese análisis es preciso ponerse psicologistas, y esa no es nuestra materia.

La Argentina está saneando sus cuentas, buscando financiación, y por ahora la jugada no viene saliendo nada mal. Es tarde. Pero más vale tarde que nunca.