Mentira machista: que no existe la amistad entre nosotras (¿WTF?)

Por: Fernanda Sández @siwisi

El lugar común dice que –así como no existe la amistad entre el hombre y la mujer- el sentimiento de “verdadera amistad” tampoco brota entre las damas. Pero mi experiencia afirma exactamente lo contrario. Acá te cuento por qué.

Por Quena Strauss

“Voy para allá”. Acababa de contarle lo espantoso de lo que me había sucedido (¿o un marido arma las valijas y te larga sola con un bebé de veinte meses no es “lo espantoso”?) y ni lo dudó. “Voy para allá”, dijo mi amiga. Y algo, en ese mundo que se estaba deshaciendo bajo mis pies, volvió a estar en orden.

El lugar común sostiene que las mujeres no somos buenas amigas. Que (envidiosas y celosas y apestosas como más de un salame dice que somos) no llegamos a interpretar “verdadero” sentido de la amistad. Como si el sentimiento nos quedara grande. Como si no nos diera el alma para saber de qué se trata.

“Existe la falsa creencia, muy vulgarizada, de que las mujeres se relacionan desde la competencia y la envidia”, confirma Patricia Faur, psicoanalista, docente de la Universidad Favaloro y autora de Amores posibles (Ediciones B). “Pero lo real es que en esta clase de relaciones las mujeres son más emocionales y más íntimas. A diferencia de los hombres, se cuentan todas sus miserias y vulnerabilidades, mientras que ellos comparten sus pasiones pero les cuesta hablar de sus sentimientos y mostrarse fracasados delante de otros hombres”.

Evidentemente, el sentido de la amistad que compartimos las mujeres no sólo es muy distinto del ritual de la “pizza y el fóbal”. Es otro en su naturaleza, en su profundidad. Y en sus consecuencias, porque contar con una, dos o tres amigas “de verdad” (no “contactos de FB”, se entiende) hace de tu vida un universo mucho más amable.

  Friends: cuándo se estrenará el esperado reencuentro

Sé de qué hablo. En mi caso, donde el perfil que cunde entre mis amigas es el de “separadas con hijos chiquitos”, nada sería lo mismo si no nos tuviéramos las unas a las otras. ¿Para qué? Para todo. Para cuidarnos mutuamente los pollitos, para tenerle la vela a la que está en plena pelea con el ex y hasta para prestarle ropa a la que acaba de “conocer a uno que” y anda toda emocionada con su hallazgo.

La amistad entre mujeres es eso: una red amorosa de cuidado, de presencia, de escucha, Y, sobre todo, de sentido práctico. Amiga es pues la que te ofrece traerte al pibe del colegio en día que vos no llegás a horario, o ir a tu casa a hacerte la comida y acomodar un poco cuando estás enferma. Las amigas tienen el milagroso talento de ponerse en tu lugar, y pensar desde ahí cómo pueden ayudarte mejor. ¿Plata? ¿Tiempo? ¿Oreja? Lo que sea que necesites, ahí estarán ellas para acercártelo. Y, en muchos casos, antes incluso de que vos lo pidas.

En ese sentido, la amistad en femenino es –entre otras muchas cosas- un sutil ejercicio de escucha y acción. Una cuenta, la o las demás escuchan y siempre “hacen” algo, así sea algo tan naif como mandarle un mail o una foto que la haga reír. “Estoy acá, con vos. No estás sola”: eso es lo que dice cada amiga en cada gesto, y por eso a algunas se nos hace tan difícil imaginar la vida sin ellas. Sin gente que nos conozca (y nos quiera) tanto, por más imbancables que seamos a veces.

  Reapareció Carrió: su mensaje por el Día del Amigo con una referencia a Cristina Kirchner

Tal vez por eso, Faur no duda en decir que “tener amigas es la red de soporte social que más amortigua el estrés, que permite reírse, llorar, crear, producir, compartir, atravesar un duelo. No hay muchos vínculos que tengan tantas propiedades: los vínculos familiares no fueron elegidos y los vínculos de pareja están más condicionados por dependencias (emocionales y económicas)”.

Todo intento de definición de algo tan complejo como todo lo que pasa a la altura del alma es, como mínimo, pretencioso y ridículo. Pero la amistad tiene mucho de eso, porque somos pretenciosas al pronunciar frases y juramento del tipo “Amigas para siempre” y somos ridículas al pensar que el tiempo, que todo lo cambia, no terminará llevándose puesto también esa amistad que hoy parece indestructible.

Sin embargo, lo milagroso de la amistad sea tal vez eso: que una, en realidad, no elige nada ni a nadie. Es la vida o la suerte o el destino el que nos va cruzando con gente que a veces resulta ser maravillosa y por eso mismo la queremos cerca. Acá, conmigo, para ahuyentar ese desamparo que a veces se nos vuelve irrespirable. Si es que todo en esta vida debe ser “para algo”, entonces las amigas son para eso: para hacer de nuestro mundo un lugar más mullido. Menos hostil, aun cuando ellas mismas deban volverse a veces hostiles (y cantarnos las famosas “cuatro verdades”) para sacarnos del rincón adonde estamos empacadas.

  Flaca, éste es mi regalo del Día de la amiga

Porque a menudo el dolor es estúpido y le alcanza con que una se esconda a llorar y se tenga pena, y se sienta la peor de las infelices. Es entonces cuando las amigas entran en acción; a abrir las ventanas, a sacarnos a patadas de la cama de ser necesario, a recordarnos que lo único que no se puede es bajar los brazos. Y a llorar un rato con nosotras también, qué tanto. Lo bueno es eso: que, con ellas, todo está permitido. Nada es ridículo, nada es patético, nada es demasiado.

En patas, en ojotas, en camisón. Llorosas o felices, recién paridas, enamoradas o indignadas. Todo vale, porque ellas nos quieren para siempre, y hagamos lo que hagamos. Todo vale porque las amigas no piden –como Facebook – que nos editemos ni que nos “produzcamos”. Así como estamos, estamos bien. Y así nos quieren.

Por eso son imprescindibles: porque con ellas podemos andar en alma como si tal cosa. No juzgan, no censuran, no cuestionan. Preguntan algo, escuchan mucho más. Ceban mate, acercan un té, mandan una canción estúpida para levantarnos el ánimo. Están, están siempre.

O, como dice la especialista, “si la amistad es un regalo, un hechizo milagroso, un sentimiento de tibieza y de seguridad, entre las mujeres tiene un plus: cuando las mujeres se juntan se potencia la fuerza, se suma la dulzura y el cuidado, se multiplica la intuición y se produce la magia: la risa y el llanto, las miradas cómplices y las palabras sabias. Y hasta Dios se pone celoso”. 

Suscribite a nuestro newsletter
* Recibirás emails de cada publicación semanal
Notas relacionadas
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Con tu suscripción al Newsletter de Border Periodismo recibirás emails de cada publicación semanal.
* Recibirás emails de cada publicación semanal