Andrés Calamaro y Enrique Bunbury: Hijos del pueblo

Por: Pablo Strozza

Parece que, tras documentar su demencial paso por los estudios de grabación la década pasada (recordar el doble CD Honestidad Brutal, el quíntuple El salmón y los tres álbumes de inéditos de los seis discos que componen la caja Obras incompletas), Andrés Calamaro decidió registrar para la posteridad las giras que lo mantienen ocupado de este y del otro lado del Atlántico. Ahí están el disco en vivo Jamón del medio, el compact + DVD Pura sangre y este Hijos del pueblo, que da cuenta del tour conjunto que realizó el año pasado junto a Enrique Bunbury por México y que nos ocupa para esta reseña.

Por Pablo Strozza (@pstrozza)

La mecánica de esos recitales de Calamaro y Bunbury fue la siguiente: tras sendos shows individuales al final ambos se juntaban e interpretaban un repertorio a dúo, para delirio de los asistentes. Y esto último es lo que contiene Hijos del pueblo: versiones de clásicos propios y ajenos, que constituyen parte de lo mejor de la canción popular iberoamericana de los últimos tiempos. Lo que significa, en el caso de Andrés, volver a ponerse el traje de El cantante y ser un intérprete con alma de rockero y corazón, en este caso, azteca.

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Es que más allá de la cita obvia (ese “Prendido a tu botella vacía, esa que antes siempre tuvo gusto a nada…” de “Estadio azteca”), el argentino y el español decidieron realizar paradas en la obra de José Alfredo Jiménez (“Te solté la rienda”, “Hijo del pueblo”) y Santiago “Chego” Díaz (el clásico de clásicos “Aunque no sea contigo”, que ya había sido cantado tanto por Bunbury como por Raphael, Paulina Rubio y los Café Tacuba con Celso Piña). Y Puerto Rico también dijo presente con “La copa rota” de Don Benito de Jesús, canción popularizada para el soberano por José Feliciano y, claro está, por Los Rodríguez (fue bonus track de su Disco pirata).

Una cuestión a destacar es el complemento entre las voces de Calamaro y Bunbury. En ningún momento uno quiere opacar al otro, sino que esa humildad de ambos potencia el resultado final. Tómense como ejemplos clásicos de uno y de otro como “Sin documentos”, “Maldito duende” o “Infinito”. En el primero, Bunbury ataca la primera estrofa con una seguridad tal que la tonada parece propia, pero al sumarse Andrés embellece la canción como pocas veces. En “Maldito…” Enrique parece dominar el asunto, pero Andrés se suma con autoridad. Y en “Infinito”, más allá de arrancar juntos, la situación es inversa a la de “Sin documentos”, con Calamaro apropiándose de la canción ajena y el zaragozano que potencia la conclusión.

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Quedan para el final del análisis “Apuesta por el rock and roll”, el clásico inoxidable de los Héroes del Silencio, que sirvió como promoción de esta serie de recitales; y “Crimen”, el homenaje que los dos músicos le rindieron a su colega Gustavo Cerati. Todos quienes presenciamos aquel show a beneficio del pueblo chileno en Figueroa Alcorta y Pampa en donde Andrés subió a cantar precisamente “Crimen” y “Trátame suavemente” como invitado de Gustavo (una de las últimas veces que se pudo apreciar a Cerati en directo en la Argentina, junto con otro concierto en el Samsung Studio de San Telmo) somos concientes del tremendo afecto que los unía. “Supimos que cantar juntos nos estaba gustando mas de lo previsto y que no había nada previsto; imaginamos mas cantes juntos, pensamos que podíamos sumarnos en armonías vocales y compartir mas recitales que nunca pudimos celebrar; porque Gustavo se fue literalmente de gira y seria la última… Hicimos entonces en mismo trayecto geográfico, yo llegaba a las mismas ciudades para tocar en los mismos sitios pocas semanas después”, escribió AC en su blog el día después del deceso de Cerati al recordar ese show y las ganas de girar juntos: un deseo que jamás se cumplió. Vaya, pues, el merecido y emocionante tributo a sus figura por parte de dos camaradas.

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O, como bien escribió el Bohemio en la nota citada, “Este viejo compañero despide a un amigo. Así… Vivirás para siempre en nuestros corazones. Que encuentres descanso para tu alma, queridísimo Gustavo”. Que así sea.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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