Trabajadores argentinos: ¿está todo muy bien o todo muy mal?

Por: Diego Rojas @zonarojas

El sindicalismo mayoritario y expresiones gremiales de izquierda impulsan el paro general. ¿Cuáles son las razones? ¿Es útil la medida de fuerza?

Piquete de aceiteros durante su último paro general.
Piquete de aceiteros durante su último paro general. Foto: Cooperativa La Brújula

A pesar de que la inflación del año pasado, según estimaciones extraoficiales (debido a lo dudoso y alejado de la realidad de las estadísticas del Indec), superó ampliamente el 30%, la administración de la presidenta Cristina Fernández y del ministro de Economía Axel Kicillof dieron la orden de que ningún convenio paritario firmado entre empresarios y trabajadores debía superar el 27%, provocando de hecho una contracción salarial en los ya magros bolsillos salariales (y debido a que los sindicatos oficialistas obedecieron la orden sin chistar). Hay que recordar que la canasta familiar se ubica en alrededor de 14 mil pesos, cuando la mayoría de los salarios convencionalizados gira apenas por encima de 6 mil pesos (esto sí, según cifras oficiales). Si se tiene en cuenta a los tercerizados y trabajadores en negro, la mitad de los trabajadores argentinos cobra menos de 5 mil pesos (también según cifras oficiales). Y a los trabajadores que cobran por encima de los 11 mil pesos se les cobra el impuesto a las ganancias, cuando el salario no es ganancia por definición. Se calcula que en el último período se perdieron alrededor de 400 mil puestos de trabajo, principalmente en el área informal o la tercerizada.

En suma: los trabajadores conforman el sujeto social que paga las consecuencias de una política económica signada por la estanflación, que preludia la recesión y profundiza la crisis.

“¿Sirve parar?” es una pregunta recurrente. ¿O quizás se trate de una medida folclórica que sólo produce trastornos de tránsito y molestias a quienes no pertenecen a los sectores sindicalizados o laboriosos o que trasuntan la así llamada “clase media”, a veces ajena a estos vericuetos? El paro general del martes 9 de junio de 2015 (sexto paro realizado al kirchnerismo) está marcado por dos grandes paros de trabajadores de resultados exitosos. Los aceiteros se convirtieron en el centro de las relaciones de clase ya que produjeron un paro activo de 25 días para perforar el techo salarial impuesto por la presidenta y Kicillof. Fue una dura ardua que concentró en el Cordón Industrial de Santa Fe a miles de operarios que conformaron piquetes y garantizaron la huelga (la seccional San Lorenzo del sindicato está dirigida por el kirchnerismo y su dirección no adhirió al paro, mientras que los trabajadores pudieron plegarse a la lucha al ritmo de los piquetes de la Federación Nacional). El epicentro de la lucha se llevaba en ese cordón industrial (y también en el puerto de Bahía Blanca) y hacía allí se dirigieron obreros de distintas seccionales para aportar físicamente al cumplimiento de la medida de fuerza. Luego de quince días de lucha, los empresarios firmaron un acuerdo que garantizaba el 34% de aumento, pero el convenio fue rechazado por el ministro Carlos Tomada, que así obedeció a la ordenanza de un techo salarial del 27%. Entonces la lucha se incrementó. Decenas de barcos estaban parados con sus cargas y a la espera de cargar la carga aceitera en los puertos de Santa Fe y Bahía Blanca a razón de pérdidas de 25 mil dólares por día y por barco. Los operarios no dieron un paso atrás. Hacía dos meses habían realizado en Necochea un plenario de delegados de la Federación aceitera que definió que el punto por el que no se bajarían de la lucha era que el salario fuera igual al costo de la canasta familiar. Cumplieron. Luego de 25 días de paro se firmò un convenio en el que, para satisfacer la demanda de índices truchos del gobierno, ubica en un 27.8% el aumento al básico, pero que con la suma de adicionales y aumentos por distintos ítems ubica al salario de la categoría más baja en 14300 pesos. Los aceiteros habían impuesto el salario igual al costo de la canasta familiar y habían triunfado.

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Piquete en el Cordón Industrial de Santa Fe. Foto: Cooperativa La Brújula.

Valga señalar que la reivindicación del salario igual al costo de la canasta familiar es una reivindicación reclamada inmemorialmente por los sectores del gremialismo clasista y que su concreción podría marcar una nueva etapa en un escenario en el que los sectores laboriosos se lanzan a una intervención sostenida.

La otra huelga victoriosa, impulsada por el triunfo aceitero, fue la de los trabajadores bancarios. Así, obreros industriales y trabajadores de cuello blanco se unían en la reivindicación de un sueldo igual a lo que cuesta vivir, y ganaban. Luego de un paro que sobrevino a un feriado largo (y que en el Banco Central se extendió dos días más) los bancarios obtuvieron un mínimo de 14 mil pesos, formalmente escriturado como los aceiteros para que los índices del Indec no se le vayan de las manos a Kicillof.

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Esta situación provocó que el último jueves en Córdoba los obreros metalúrgicos salieran a las calles por miles para repudiar el acuerdo que había firmado Antonio Caló, que con un porcentaje del 27 elevaba el mínimo a 8 mil pesos. «Sentimos que nos metieron las manos en los bolsillos. Que no se tiene en cuenta lo pedido por los trabajadores en el Congreso Nacional de Delegados que pedíamos 32% de recuperación salarial», decía la declaración de la seccional Córdoba que el jueves 5 se movilizaron para repudiar a su secretario general Caló que, a la vez, es el secretario general de la CGT kirchnerista, más conocida como CGT Balcarce debido al manto de obediencia a los designios del ejecutivo.

 

Sin embargo, ¿debería desconocerse que el paro es convocado por Hugo Moyano, Omar Maturano, Luis Barrionuevo y otros personajes de repudiable trayectoria en el campo sindical? Algunos no dudan en llamarlos parte de la “burocracia sindical” y los definen como un sector parasitario de los trabajadores que recaba beneficios debido a los puestos gremiales que ocupan. Probablemente quieran llevar a cabo, mediante el paro, una demostración de fuerza para ubicarse mejor en el armado de listas de la oposición al kirchnerismo -a pesar de que quizás esta sea la oportunidad en la que el gremialismo peronista ocupe menos espacios electorales, probablemente debido a su impresentabilidad ostensible-. Sin embargo, su acción se ubica en el marco de luchas que cuentan con el respaldo de las mayorías laboriosas. Por eso es que la izquierda clasista, enemiga acérrima de la tal llamada “burocracia sindical”, apela a la táctica de “golpear juntos y marchar separados” y forma parte de las huestes del paro general, con sus propios métodos.

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Piquete del paro general en el Puente Pueyrredon.
Piquete del último paro general en el Puente Pueyrredon. Foto: Ignacio Smith.

Los sectores clasistas cortarán rutas y calles para garantizar el paro y permitir a los trabajadores de los gremios que no paran tener excusas para hacerlo (a la vez que en ciertos cordones industriales, como Pilar, lo harán para garantizar el paro en los hechos). Luego de los cortes (en la Panamericana, en el Puente Pueyrredón, en el Puente La Noria, en la bajada de la autopista Buenos Aires-La Plata, en Corrientes y Callao, en el microcentro) se dirigirán a mediodía hacia el ministerio de Trabajo para exigir el reclamo de un salario igual al costo de la canasta familiar. Como los aceiteros. Que convalidan la medida porque para ellos sirvió. Quizás entonces sirva, para los trabajadores en general, formar parte del paro general que se desarrolla mientras se publican estas líneas.

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