Se cumplió un cuarto de siglo del disco que marcó un antes y un después en la trayectoria del trío que integraban Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti.
En 1990, hace ya veinticinco años, Soda Stereo estaba anclado. Es fácil decirlo hoy, pero el sonido soulero y funky de Doble vida (1988) los había llevado de manera inconsciente a un callejón sin salida, que luego profundizó el hit “Mundo de quimeras”, incluido en un EP llamado Languis (1989). Pero, y también es justo señalarlo, Soda siempre se caracterizó por tomar el desvío más incomodo de disco a disco, y esto incluía tanto a ellos como a sus fans. Ese fue, una vez más, el germen de Canción animal: el disco que los llevó a consolidarse como la gran banda de rock de su época junto con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Noveno en la lista de los 100 mejores discos de la historia del rock argentino según la revista Rolling Stone, y plagado de canciones que de inmediato quedaron tatuadas a fuego en el inconsciente colectivo criollo.
“Suena como Led Zeppelin y Pescado Rabioso”. Palabras más, palabras menos, eso es lo que dijo en su momento Daniel Melero a la desaparecida revista Pelo antes de la aparición de Canción animal el 7 de agosto de 1990, y para muchos de los “modernos” que seguían al trío, esa afirmación sonaba un poco a herejía. Y la sensación se transformó en desconcierto puro al escuchar los guitarrazos de Gustavo Cerati en “(En) El séptimo día”, el tema que abría el disco, y la recomendación que venía en el sobre interior del vinilo: “Y para mayor placer animal, escuchalo a todo volumen”. Melero tenía razón: la canción era la más pesada que había salido hasta el momento de la pluma de Cerati, y las referencias iban desde el proto grunge de Screaming Trees y los Pixies hasta La Biblia de Vox Dei, pasando por un look psicodélico tomado de los Stone Roses (y auspiciado por la firma de jeans Guess) y una convicción absoluta, que se refleja en el “¡No descansaré!” que aulló el cantante al finalizar la tonada.
Pero Canción animal recién comenzaba, y “Un millón de años luz” combinaba un riff de viola memorable con una letra que exudaba sexo por doquier (“Ella conoce mi perversión en una noche larga, y esta noche es larga…”). “Canción animal” introducía el uso del stick (una extraña deformación del bajo eléctrico) por parte de Zeta Bosio y “1990” actuaba como un relleno simpático con coros de Pedro Aznar. Acto seguido, “Sueles dejarme solo” cerraba el Lado A con una vuelta a un sonido pesado y una apelación al superhombre que patentó Nietzsche.
El Lado B empezaba con “(De) Música ligera”, el éxito más grande de la carrera del grupo. Un tema del que ya se ha escrito todo y que el propio Cerati parodió en el ranking de Todo por 2 $ junto a Diego Capusotto y Fabio Alberti (“Llamen a Moe, que Larry está en cualquiera…”). “Hombre al agua” es la metáfora perfecta que representa al álbum pero bajo la historia de un hombre que deja atrás a una relación de pareja con un resultado aún poco claro (“Voy flotando por el río, voy envuelto en la corriente…”). “Una eternidad esperé este instante…” es el inmortal comienzo de “Entre caníbales”, y en “Té para tres” Cerati homenajea a Luis Alberto Spinetta con una tonada que bien podría haber sido incluida en Artaud. Con el correr de los años el tributo se hizo más explícito, al incluir el solo que el Flaco interpretaba en su clásico “Cementerio club” tras susurrar otra frase memorable: “No hay nada mejor que casa”.
“Cae el sol”, compuesta por Cerati y Melero, es el cierre de Canción…, con un rap porteño (“Un extraño destino, una oscura verdad, tan solo tropiezos, amar o callar. Anduve caminando por calles al azar, por calles vacías, Buenos Aires, Buenos Aires, humedad…”) al final que se puede comparar con “Avenida Alcorta” o “La ciudad de la furia”, y todo adornado con una melodía digna del Manchester extasiado de Happy Mondays. Canción… se presentó por toda Latinoamérica en 1991, y el broche de oro fue un show gratuito en diciembre de ese año en la Avenida 9 de Julio para 250 mil personas. Pero lo mejor es que a veinticinco años de su aparición, Canción animal suena como grabado antes de ayer. Pocos artistas pueden presumir de un piropo semejante, y Soda Stereo se encuentra entre esos elegidos.