¿Cómo vive un niño refugiado?

Por: Jazmin Bronstein @JazBronstein

Un especial #Border sobre los niños a los que les robaron la infancia. Cómo viven quienes que se vieron forzados a abandonar sus hogares, familias y destinos.

La pregunta que me carcomía la cabeza mientras leía sobre el tema en la sección Internacionales de repente se volvió banal cuando la foto del niño sirio de tres años inundó las portadas de los medios del mundo. Aún así, permití repreguntarme: ¿acaso sabemos cómo viven esos chicos?

No lo sabía, y apenas podía imaginarlo. Pero eso me despertaba mayor curiosidad: ¿A qué le teme un niño refugiado?, ¿Con qué sueña?, ¿Será que sueña? El traspié está en concebirnos como parte de una realidad ajena, en creer que la crisis humanitaria más grande del mundo, después de la Segunda Guerra Mundial, poco tiene que ver con nosotros, los hermanos latinoamericanos.

“Esta vez le toca a Europa, al famoso primer mundo”. Grave error. Es un fenómeno que nos involucra y nos interpela –o, al menos, debería-. Mientras en América Latina todavía hay más de 6 millones de personas desplazadas de manera forzada, en la Argentina viven alrededor de 5000 “refugiados” y “solicitantes de asilo”. Es el único país del mundo que junto a Brasil y Uruguay posee visas humanitarias destinadas a los refugiados sirios, y una política más “amigable” que la europea con respecto a la regulación de las fronteras.

Los datos los revela Jorge Xavier Samaniego, representante regional del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR). Según cuenta a Border, actualmente hay más de 60 millones de personas que han salido de manera forzada de sus hogares, y dentro de esa cifra se encuentran contenidas unas 20 millones que han cruzado la frontera y por eso reciben el nombre de “refugiados”.

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Humanicemos la situación, los números a veces pueden ser muy fríos. Más de la mitad de los refugiados del mundo son niños, niñas y adolescentes. Samaniego explica que los une una característica: la mayoria de ellos viajan solos. Muchos porque perdieron a su familia, otros porque esa misma familia busca “salvarlos”. Aunque es difícil definir cómo viven estos chicos, por lo general son tres los caminos que transitan:

  • ÁFRICA: allí la situación es muy delicada porque los conflictos vienen extendiéndose por décadas. Los niños que viven en campamentos en Kenia o Uganda, por ejemplo, nunca han conocido otra experiencia. No han tenido la oportunidad de vivir en comunidad ni integrarse a la escuela junto a otros niños del país. “Es una cuestión bastante dramática, una infancia robada. Están presos en un campamento, no tienen futuro, tal vez han estado 10 años y pasaran otros 10 más”, explica el especialista.
  • SIRIA, IRAK, AFGANISTÁN, entre otros: por lo general son niños que han nacido en guerra, inmersos en la violencia. Esto hace que a sus 10 años, se hayan movilizado 4 o 5 veces. La historia se repite: los padres que pueden, pagan entre 5 y 6 mil dólares a los traficantes para que sus hijos puedan subir a los barcos de caucho en los que viajan hacinados. Muchas veces la travesia involucra esclavitud, abusos, explotación y hasta trata. Samaniego explica: “La foto de Aylan Kurdi,  de 3 años, ha circulado así porque el niño llegó a Europa. Pero detrás suyo hay una cadena invisibilizada de muchos otros que no llegaron. Son viajes a la muerte”.

http://www.youtube.com/watch?v=miQy0bPhHXo

  • CENTROAMÉRICA: se trata de países relativamente frágiles institucionalmente. Más de 80 mil pandilleros se mueven entre Honduras, El Salvador y Guatemala, cometiendo delitos y reclutando jóvenes de entre 14 y 18 años. En este último tiempo se han sumado las redes de narcotráfico. Los niños viven en barrios extremadamente violentos y son presas fáciles. Reciben amenazas, se los extorsiona. Llega el punto en el que matan a sus padres y no le queda más que salir corriendo. ¿Qué pasa si se quedan? Son reclutados.
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Niños con presentes confiscados y violentos. Los une el espanto: la falta de perspectivas. No hay porvenir que trazar. Corren a donde pueden, y si llegan vivos, tienen “suerte”. En Europa hay quienes han intentado entrar dos o tres veces sin éxito. Si un niño nace en guerra y logra escapar, pero al llegar es rechazado, imaginen el odio con el que crece. La falta de contención podría llevarlo incluso a entregarse al extremismo”, advierten desde ACNUR.

«Los refugiados llegan a Europa buscando seguridad, pero la respuesta de los gobiernos Europeos ha sido limitada y hasta ineficiente. La ruta del Mediterráneo a Europa sigue siendo la más peligrosa y letal del mundo”, explica Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.

Según dijo a Border, “la falta de apoyo de algunos Estados miembros de la Unión Europea ha contribuido con el alarmante número de víctimas mortales. Salvo contadas excepciones, la respuesta de la UE obedeció ante todo al deseo de mantener a estas personas fuera de sus territorios”.

El representante de ACNUR, por su parte, entiende que esta problemática puso en jaque el sistema de asilo europeo y la “libre movilidad” que manejaba antes de que estallara el conflicto. “Se necesita una acción integral y conjunta por parte de todos los países de la UE. Europa debe abrir sus fronteras, ya que esto es posible”, dijo.

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Ambos especialistas en el tema entienden que la solución está, entonces, en manos europeas. «Amnistía Internacional considera que los gobiernos europeos deben de modo urgente desplegar más recursos en el contexto de una operación humanitaria dedicada a auxiliar a las personas refugiadas y migrantes en peligro, llevarlas a un lugar seguro y garantizarles el acceso a la protección internacional”.

Cuando se le pregunta cómo, Belski explica que los gobiernos no solo deben admitirlos en sus territorios, sino también incrementar los canales regulares de migración, en una escala que ofrezca una alternativa real a quienes están considerando emprender una travesía por mar.

“Al no existir rutas legales seguras para llegar a Europa y ante la determinación de la UE de sellar sus fronteras terrestres, un número sin precedentes de refugiados intenta llegar por mar y la mayoría no lo logra. Mientras los gobiernos europeos no ofrezcan rutas adecuadas, seguras y regulares, la gente seguirá muriendo en estos viajes”, finaliza.
¿Cuántos Aylan Kurdi más tendrán que besar la orilla, inertes, hasta que el mundo tome acciones concretas?

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