Crimen y castigo: Perpetua para un femicida

Por: Fernanda Sández @siwisi

Hace casi un año, Paola Acosta era apuñalada por su ex pareja y arrojada a una alcantarilla junto a su beba Martina. El femicida Gonzalo Lizarralde acaba de ser condenado a perpetua.

Unos crayones y un peluche. Eso fue lo que le había prometido Gonzalo Lizalde a Paola Acosta el 17 de septiembre de 2014: que, si bajaba con su beba Martina (fruto de una relación informal entre ambos) le daría a la nena esos regalos. La historia no podría haber terminado peor. Paola y Martina fueron encontradas cuatro días más tarde adentro de una alcantarilla cordobesa.

Pero las cosas son misteriosas y algo o alguien decidió que en medio de esa humedad oscura, sin comer y a poca distancia del cadáver de su madre, Martina lograra sobrevivir por 80 horas pese a haber recibido tres cortes en su cuerpito. Los especialistas atribuyeron ese pequeño milagro a la buena oxigenación del lugar y al hecho de que allí la temperatura del ambiente es más alta que en el exterior.

Alguien escuchó entonces el llanto de Martina, y se asomó. Era el “Topo” Laborda, un viejo conocido del barrio. “No llores, ya viene tu mamá”, le dijo a esa nena cuyos ojitos, en la niebla de la alcantarilla, brillaban en pánico. Acababa de salvarle la vida y fue, sin quererlo, una de las pocas luces dentro de una historia francamente siniestra que el abogado Carlos González Quintana, parte del equipo de la querella, resume para Border.

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Allí, el miércoles 7 de octubre y  a casi un año del crimen, la Cámara del Crimen N° 11 condenó a Lizarralde a cadena perpetua por asesinato con alevosía (en el caso de Paola, su ex pareja) e intento de asesinato (en el caso de su hijita), con todos los agravantes del caso.

¿Por qué no se habló en este caso de femicidio? Según explica González Quintana, “porque para nuestra ley, y para que se encuadre dentro de lo que es violencia de género, es la víctima y sus defensores quienes deben probar que hubo agresiones previas, y que además esas agresiones fueron debidamente ratificadas ante la justicia. Pero lo real es que Lizarralde maltrató a Paola y a su hija de muchos modos antes de matar a la madre e intentar asesinar a la niña”.

En efecto, el hombre (al enterarse del embarazo de Paola) primero intentó convencerla de abortar y, cuando no lo logró, “comenzó a decirle que en su familia había problemas genéticos y que quizá ese niño iba a tener tal o cual patología. Paola siguió adelante con su embarazo y, cuando la nena nació, él  no la reconoció sino hasta que la madre hizo el reclamo por vía judicial. Eso fue apenas un año antes de que la matara”.

Y ése era, justamente, el “problema” que Paola y Martina representaban para Lizarralde: que estaban ahí, que estaban vivas, que la ley había establecido una cuota alimentaria y que ambas podían poner en riesgo planes en los que él claramente no las incluía. De hecho, en el momento del asesinato el hombre estaba en pareja con su mujer actual y esperando otro bebé.

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¿Qué decidió entonces? Aniquilar a las dos, madre e hija. Para eso, le propuso a Paola ir a su departamento a llevarle parte de la cuota alimentaria y presentes para la gordita. Pero, como pudo probar la querella, fue dilatando el encuentro hasta la noche, con distintos pretextos: un embotellamiento de tránsito, problemas con el auto, una arritmia. “¿Por qué? Porque lo que en realidad quería era quedarse a solas con las dos de noche y en una zona donde a esa hora hay muy poca gente. Planeaba asesinarlas. Por eso, también, retuvo a Paola y a su hija hasta que cerró el último negocio. Unos vecinos creyeron escuchar un grito, pero quién lo sabe”, comenta el letrado.

Hoy Paola (muerta a los 36 años, mamá de tres hijos, mujer de trabajo) está en el cementerio. Lizarralde permanecerá en prisión por el resto de su vida. Martina crece al cuidado de sus abuelos  y de su tía, padres y hermana de Paola. Sin embargo, Lizarralde quiso en algún momento reclamar para sí la tenencia de la pequeña. “Sí, por increíble que pueda parecer, quiso quedar a cargo de la misma nena que había querido que no naciera, primero, y a la que apuñaló tres veces, después”, comenta el defensor.

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Habrá ahora que esperar hasta octubre para conocer los fundamentos del fallo y entender por qué el agravante de odio de género no fue tenido en cuenta en la condena. Pero, tal vez, parte de la explicación haya quedado encerrada en las palabras de la fiscal Eve Flores ante el tribunal. Aseguró ser parte de un sistema procesal “machista” y armado en torno de un Código Penal “androcéntrico”.

Precisamente por eso, tal vez, muchas de las formas de violencia ejercidas por Lizarralde en vida de Paola (psicológica y sobre todo económica, porque la joven debió incluso vender ropa usada en la calle para poder darle de comer a su hija) no fueron tenidas en cuenta. Sin embargo, hay en el expediente detalles francamente estremecedores que sí han quedado asentados.

De entre ellos, tal vez el más espantoso de todos sea el que comenta González Quintana. “Y es que en un asado con amigos, un testigo- amigo del condenado- contó que había salido entre ellos el tema de qué haría cada uno en caso de enterarse de un embarazo indeseado. Lizarralde, según consta, ni lo dudó: “La mato y tiro el cuerpo al Dique San Roque”. Tiempo después, cumplía su plan y Martina se quedaba – en una misma noche- sin madre, sin padre. Y sin peluche. Desde hace algunos días tiene, al menos, algo parecido a la justicia.

 

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