Confieso que me he levantado de la cama a las dos de la mañana para buscar en Google ¿Es normal que mi bebé haga caca verde? Actualicé mi estado de Facebook cada vez que Simón hizo algo fantástico – al menos para mí, madre primeriza con genes de idishe mame- como aprender a comer una banana él solito o encastrar un collar dentro de un vaso. Confieso que me uní a grupos de Facebook sobre puerperio, sobre alimentación saludable para niños, sobre experiencias de maternidad y sobre referencias de pediatras. Hablé con mujeres virtuales como si fueran amigas de toda la vida. Mandé fotos por Whatsapp de mi bebé haciendo dos millones de muecas diferentes. Leí durante días toda la información disponible en la web sobre la vacuna antigripal porque no me convencía, y, al final, terminé más desquiciada que antes. Confieso que armé con mis amigas un chat de mamis, que navegué por el ciberespacio buscando ofertas de pañales, que le di la teta mientras chusmeaba el Twitter y que pasé noches enteras viendo instructivos en Youtube para aprender a usar el fular y a armar la practicuna. Sí, soy una madre del nuevo milenio.
Desde que nació mi hijo, hace un año, los motivos para hacer uso y abuso del dios internet se multiplicaron. Con la maternidad surgen miles de preguntas, dudas y también aflora una parte de vos que jamás pensabas que ibas a tener. Juré mil veces que no iba a hablar de la caca del bebé, que no iba a ser el tipo de madre que saca el celular de la cartera para mostrarle fotos del hijito hasta al verdulero y que jamás iba a diseñar souvenirs para ningún cumpleaños. Pero resulta que terminé haciendo el combo completo y aceptando que ese amor que te saca de eje y te moviliza como un tsunami, te lleva a ser y hacer todo lo absurdo que puedas imaginar.
En medio de esa vorágine de sentimientos encontrados, noches sin dormir y tetas chorreando leche por todas partes, surge la necesidad de compartir experiencias y charlar con otras mujeres que estén pasando por la misma y no te miren con cara de extraterrestre cuando hablás del primer dientito de tu nene o de la angustia inexplicable que sentiste al llegar a tu casa después del parto. Alguien que pueda entender esa soledad y ese amor que te desborda.
Antes se criaba en grupo, las abuelas, tías, primas y vecinas ayudaban a cuidar al recién nacido y a despejar las dudas. Pero hoy, sobre todo si vivís en una ciudad enorme como Buenos Aires, donde todo queda lejos y para visitar a tu tía tenés que viajar una hora en un colectivo llenísimo, la cosa se complica. Ni hablar de que las mujeres además trabajamos y -al menos intentamos- tener vida social por fuera de la atareada rutina doméstica. Por eso es que las tribus de madres online ayudan y mucho. Bendita seas internet, entre todas las mujeres.
Sin embargo, lo que puede servir como apoyo y tener efecto placebo, también es un arma de doble filo. La infinita información a la que estamos expuestas, la cantidad de opiniones a favor y en contra que hay sobre temas como colecho, lactancia, vacunas, crianza con apego, alimentación y jardines de infantes, es tanta que puede llegar a enloquecer y a confundir a cualquiera. Si antes elegías un pediatra según lo que tenías en la zona o preguntándole a un par de conocidos, ahora la posibilidad de googlear al profesional y de encontrar comentarios positivos y negativos hace que cada decisión te transforme en una auténtica mami-emo. ¿A quién creerle dentro del vasto universo 2.0? ¿Valen lo mismo todas las opiniones? ¿Conviene analizar y estudiar antes de dar un paso o mejor cerrar la notebook y dejarse llevar por la intuición?
Las mujeres que usamos redes sociales e internet como fuente de información somos más que los hombres: en Facebook somos mayoría, y, según el sitio BabyBump, el 70% de las madres utiliza la web para hacer compras para sus hijos y comparar precios de productos, además de hacer sociales. Pero no todo queda dentro de un monitor, muchos grupos de maternidad pasan a la vida analógica armando encuentros en distintos barrios para jugar con los nenes y charlar con un mate de por medio. Lo cierto es que internet es una gran herramienta, siempre y cuando no te pases de mambo. Si te conectás más al Facebook que a tu hijo, y hacés miles de preguntas de todo lo que sucede en vez de tratar de encontrar respuestas observando y compartiendo momentos con él, corrés el riesgo de perderte el vivo y el directo. Mientras chateás, el nene puede estar tirando la biblioteca abajo, arrancándole la cola al perro o dando sus primeros pasos. Y no hay nada más increíble que disfrutarlo con besos, abrazos y avioncitos voladores. Felíz día a todas las que comparten esta locura de amor que es la maternidad. Y no te olvides de subir la foto a Instagram, de actualizar tu cuenta de Facebook y desearle un lindo día a todas las mamis por Twitter.