Adiós a la Patagonia re verde: Cuando el fracking le ganó a las frutas

Por: Fernanda Sández @siwisi

En varias zonas de la Patagonia, la inestable convivencia entre chacras y torres de petróleo jaquea la producción frutícola con contaminación y pérdida de mercados.  

La foto es clara: de un lado, una chacra con hileras y más hileras de árboles de manzanas. Del otro, a pocos metros de ahí y las copas de otros árboles, asoma una torre. Se ven algunos camiones, mangueras, varios charcos oscuros. En uno y otro lote, dos versiones de la Patagonia argentina. Una que produce frutas de excelente calidad y otra que –mediante la técnica llamada fractura hidráulica o “fracking”- busca extraer de esos mismos suelos petróleo y gas, mediante la inyección a altísima presión de agua, arena y químicos. ¿El problema? Que una y otra práctica son mutuamente excluyentes.

En parte, porque el cultivo de frutas que es tradicional en la zona de los valles patagónicos requiere de grandes cantidades de agua. Y como lo indica hasta su mismo nombre, la minería basada en la fractura hidráulica también requiere de enormes cantidades de líquido para poder operar. Pero no sólo eso: ambas industrias son incompatibles porque los terrenos destinados a la explotación de petróleo y gas quedan irremediablemente contaminados con hidrocarburos. El agua y la tierra, estropeados para siempre.

Esto es algo que los productores saben y a lo que los compradores (sobre todo los del exterior) están especialmente atentos. Por eso el temor que es que, en medio de una conciencia cada vez mayor de lo que implica este tipo de explotación de hidrocarburos, las ventas internacionales –en especial las de fruta certificada orgánica- terminen por desplomarse. Por eso, cuando a principios de este mes una productora de Allen (capital nacional de la pera) denunció en su página de Facebook que uno de sus clientes del exterior había cancelado la compra porque quería “fruta libre de fracking”, las alarmas comenzaron a sonar.

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Border Periodismo intentó comunicarse con la denunciante, pero sin suerte. No es casual: luego de su denuncia y del pedido a las autoridades de Medio Ambiente de la provincia sobre el impacto del fracking en la zona de chacras, la mujer fue citada pero para que las explicaciones las diera ella: cuántos pozos había en la zona cercana a su propiedad y cuál era el nombre y demás datos del comprador extranjero que canceló el pedido. Si eso no fue lo que vulgarmente se denomina “apriete”, se le parece bastante. Y la productora, claro, se llamó a silencio.

Lo venimos anunciando hasta el cansancio. La fruticultura y la explotación de hidrocarburos no convencionales son dos modelos contrapuestos e incompatibles. El riesgo es alto para las economías regionales en general y para la actividad frutícola específicamente”, declararon a raíz de este episodio la senadora nacional por Río Negro Magdalena Odarda y el legislador Jorge Ocampos. Y resaltaron, además, lo absurdo de la situación: la productora que denuncia la pérdida de ingresos a raíz del fracking es hostigada e instada a rendir cuentas por las mismas autoridades que debieran haber evitado el daño ambiental.

Hace dos décadas, la sola idea de los frutales rodeados de torres petroleas y venteos de gas eran impensables en la zona del Alto Valle.  Hoy, las torres avanzan alevosamente sobre las chacras y se acercan cada vez más al ejido urbano, en el marco de lo que se conoce como la expansión de la frontera hidrocarburífera.

Como los pozos tradicionales ya están agotados o a punto de hacerlo, lo que hoy se impone (al amparo de leyes complacientes, autoridades desesperadas por recaudar y dispuestas incluso a firmar acuerdos secretos con las empresas, como sucedió en el caso de Chevron) es la llamada “explotación no convencional”. Esto es, una técnica experimental y potencialmente contaminante, puesto que nadie – ni las empresas  ni el Estado que las apaña y fogonea- pueden garantizar que la extracción no termine, por caso, contaminando las napas subterráneas.

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¿Qué es el fracking? Para decirlo muy rápidamente, este método implica la extracción de hidrocarburos rompiendo las piedras que los atrapan y  liberándolos para su uso. Y empresas como YPF, Chevron (condenada en Ecuador por contaminación ambiental) y Apache Energía SRL han descubierto que  la zona donde crecen las mejores manzanas y peras del país puede ser, también, un lugar en donde explotar hidrocarburos de modo “no convencional”.

Para peor, las empresas llegaron a la zona del Alto Valle con ofertas más que tentadoras y en un momento en el que el precio de la fruta no alcanzaba a cubrir los costos de producción. En la zona de Allen, por caso, los 300 productores de la zona se encontraron de buenas a primeras endeudados, sin ayuda estatal y con precios de risa para lo que producían. Justo en ese momento, las empresas comenzaron a rondarlos y a ofrecerles  por una módica hectárea contratos de alquiler a dos años que superaban los $ 100.000 al año. Muchos ni lo dudaron.

Así las cosas, el paisaje en pueblos como Allen se replica en otras localidades del sur: árboles y torres, torres y árboles. Y, en el medio, una serie de accidentes (“incidentes”, dirán las empresas) que los mismos vecinos se encargan de consignar. Estos son sólo algunos de esos episodios:  el miércoles 19 de marzo de 2014, en la zona de las chacras, explotó un pozo de gas.  Este año, en julio, hubo un derrame de petróleo en el barrio asentado en calle ciega 10 que terminó en una laguna. A fines de agosto, uno de los pozos de Ysur en el barrio Costa este explotó, las llamas alcanzaron la altura de los álamos de alrededor y la zona se cubrió de gases. Toda la operación se desarrolla con normalidad y de acuerdo a un plan de trabajo avalado por las autoridades provinciales”, se limitó a decir la empresa en un comunicado.

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En ese momento, un comunicado de la Cámara de Fruticultores de Allen se preguntaba dónde estaban las autoridades que decían que el petróleo y la fruticultura podían convivir. “¿A quién le vendemos la fruta contaminada? ¿Qué calidad de vida tienen los vecinos de ese lugar? Señores, no minimicen. Esto es muy grave. Inoperantes invadieron tierras productivas aprovechando la vulnerabilidad de los chacareros. Pero sépanlo: no nos vamos a quedar de brazos cruzados! Acá es muy simple: o ustedes o nosotros. No toleraremos más uno solo de sus «errores», advertía el documento.

Cuatro meses después, a lo que ya se sabía se suma lo que hasta ahora sólo se temía y sospechaba: que los compradores de fruta comenzaran a cambiar de proveedores y a preferir la fruta “libre de fracking” por sobre las peras y las manzanas producidas en medio de torres, venteos y derrames de petróleo. Las consecuencias de tanta improvisación y codicia juntas ya están a la vista. Y sus frutos no podrían ser más amargos.

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