Inflación y tarifas: pistas para sobrevivir a los aumentos

Por: Virginia Porcella

Mientras los precios de la economía aún no terminan de digerir el impacto de la devaluación del mes pasado, el Gobierno pone en marcha otra de las medidas más anunciadas que implican otro golpe al bolsillo: el aumento de la luz, antesala del aumento del gas en los próximos meses.

Como se sabe, los damnificados directos son aquellos usuarios de la Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, cuyo consumo era -y seguirá siendo todavía, aunque en menor medida- subsidiado por el Estado, a quienes el monto a pagar de las boletas como mínimo se les triplicará. Pero no son los únicos afectados: como el aumento de tarifas impacta también en comercios e industrias, la previsión indica que esa suba de costos se trasladará a los precios. Es decir, que alimentará la inflación. En qué medida esto ocurrirá es una discusión que por estos días enciende a los economistas,  cuyos cálculos van de un impacto de 9 a 11 puntos, si la eliminación fuera total en electricidad y también gas. Por lo cual este año, la primera etapa de reducción de subsidios y proporcionalmente la más fuerte, podría agregar entre 4 y 6 puntos a la tasa de inflación.

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Sin embargo, la cuenta no es lineal ya que la suba de tarifas no es generalizada. En Córdoba, Mendoza, Santa Fe o San Luis, donde ya se pagan las boletas sin subsidio, el impacto en el aumento de precios sería, si lo hubiera, muchísimo menor. Comercios y fábricas de esas provincias no tendrían ningún aumento directo que trasladar. Por otra parte, igual que con la devaluación, el traslado a precio puede encontrar un límite: el bolsillo de los consumidores. 

¿Cómo prepararse para los aumentos sin quebrar? No hay recetas mágicas. Lo fundamental es anticiparse y no sólo ahorrar en el consumo de energía sino en el presupuesto total. Si hasta ahora el gasto en luz y gas representaba un porcentaje ínfimo de los ingresos de los hogares, esto dejará de ser así y su peso será cada vez mayor, con lo cual sustituir consumos es prácticamente la única opción cuando las cuentas no cierran.

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Esto es ir menos al cine, comer en casa en vez de salir, dejar pasar el cambio de temporada de la ropa e incluso cambiar las marcas de los productos que se consumen, una tendencia que las consultoras de investigación de mercado detectan cada vez más, el reemplazo de marcas líderes por segundas marcas o marcas propias de los supermercados. Al menos por un tiempo hasta que los números se reacomoden.

Entre marzo y junio será el período crucial ya que es cuando rige a pleno el fenómeno “precios nuevos-salarios viejos”. Significa que los aumentos de precios no tendrán su contrapartida en el aumento de los sueldos, a excepción de aquellos que tributan Ganancias, quienes verían mejorados sus ingresos de bolsillo a partir de mayo (aun cuando el beneficio sea retroactivo a enero). Para todo el resto, la gran mayoría, la mejora de ingresos se produciría recién cuando se cierren las negociaciones salariales, momento en el cual será importante empezar a prever el otro aumento, el del gas.

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