John Cheever: La vocación de escribir

Por: Pablo Strozza

B&W File 1979. Author John Cheever in 1979 at the Croton railroad station in Westchester County, New York. Photo by Donal (cq) F. Holway FTWP. [flatbed scan 06-30-04]

El hombre al que amó es una antología de los primeros cuentos del estadounidense, que permiten apreciar la manera en que con el tiempo evolucionaron sus relatos.

Por Pablo Strozza (@pstrozza)

¡Benditas sean las librerías de saldos y el vicio de perder el tiempo buscando tesoros en ellas! Sin esos negocios y esa costumbre personal jamás hubiera dado con El hombre al que amó, una antología de cuentos que John Cheever publicó en diversas revistas de los Estados Unidos entre 1931 (cuando sólo contaba con 19 años) y 1942, y cuya edición pasó completamente desapercibida en el momento de su aparición. Algo injusto tratándose de Cheever, uno de los grandes cuentistas estadounidenses del Siglo XX, un talento mayúsculo cuya obra es indispensable a la hora de conocer la vida en los suburbios de los Estados Unidos, donde la paz y la aparente armonía siempre esconden un Lado B que la historia oficial se encarga de ocultar.

El hombre… muestra a Cheever como una especie de estudiante en el momento de rendir las materias en una supuesta licenciatura de “escritor profesional”, en caso que esa carrera terciaria o universitaria existiera. Eso se nota en el momento de analizar los primeros cuentos, que lamentablemente excluyen a “Expulsado”, la pieza autobiográfica que narra la forma que fue echado de la Academia Thayer por fumar y que dio por finalizada su vida académica. El punto de inflexión aparece con “Autobiografía de un agente viajero”: un relato donde se alude a la gran depresión de entre guerras y que prefigura el estilo que será la marca registrada del escritor, aunque sin sus acostumbradas revelaciones que son la clave de sus escritos. Asimismo, “Autobiografía…” se inscribe dentro de una temprana postura de izquierda a la que Cheever adhirió en sus comienzos y de la que después se alejó sin escándalos, asumiendo que su único compromiso ideológico y religioso era únicamente con la escritura.

Pero lo mejor viene de la mano de “Su joven esposa”, “Saratoga” y el cuento que da título al libro. Allí Cheever prefigura el alcoholismo y la homosexualidad, dos de los grandes temas de su vida, pero los troca en la ficción por las carreras de caballos y las apuestas. Ver esto último como un vicio oculto y marginal, y ubicarlo en el contexto de la época cuando fueron escritas estas historias, para luego analizar su obra posterior.

Y la cita a la obra posterior de Cheever no es casual. El hombre… funciona mejor y se disfruta más si se conocen novelas como Crónica de los Wapshot, El escándalo de los Wapshot, Falconer, Esto parece el paraíso, los dos volúmenes de cuentos completos y los Diarios de John Cheever. Conseguir estos textos (los dos últimos de ser posible con las anotaciones de Rodrigo Fresán) y disfrutar de un escritor superior. Eso sí: son libros que quizás no se consigan en las grandes cadenas, por lo que conviene husmear en librerías de usados o en el Parque Rivadavia, ese lugar que tanto hizo para educar a los curiosos del siglo pasado. Y no caer en la tentación del libro electrónico: Cheever no aprobaría un artefacto que no desprende el hermoso olor que aparece en los volúmenes que antes tuvieron otra vida.

 

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