Cuáles son los peores ataques contra mujeres documentados en cine?

Por: Fernanda Sández @siwisi

A unas trataron de eliminarlas arrojándoles ácido a la cara. A otras intentaron ahogarlas. Con las sobrevivientes, la directora paquistaní Sharmeen Obaid Chinoy filmó dos documentales (Salvar la cara y Una chica en el río) premiados con el Oscar. Aquí, un cuento de cuando el cine se pone realmente del lado de los buenos.

Son mujeres que se tiran ácido encima. Vaya al hospital y podrá verlas”, dice el tipo, con su mejor cara de “Yo no fui”. Es un hombre joven, sonriente. Parece amable, y en cámara nada hace sospechar que, en realidad, este encantador señor es el mismo que desfiguró a su esposa arrojándole ácido. Como él, con la misma expresión vacía, el resto de los agresores repetirá un guión calcado: que no fueron ellos, que han sido ellas mismas las que se tiraron encima el líquido que les arruinó la vida.

Sharmeen Obaid Chinoy es una joven directora de cine paquistaní que ha pasado gran parte de su vida en el exterior, formándose como documentalista entre Canadá, Estados Unidos e Inglaterra. Egresada de la Universidad de Stanford, no tardó mucho en darse cuenta de que las historias que le interesaba contar estaban ahí, en su país de origen. En cada uno de esos pueblitos lejos de Islamabad en donde todavía la vida de las mujeres vale nada y los hombres de su familia (padre, tíos, hermanos, hijos) pueden decidir sobre ellas sin rendir cuentas a nadie. Sin castigo. Y sin verguenza, como lo demuestra el muchacho ése que miente a cámara (y sin pestañar) sobre las mujeres dadas a bañarse en ácido.

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Las víctimas de las agresiones de este tipo en Paquistán son tantas que se ha abierto incluso un centro para atenderlas. Sin embargo, y esa fue una de las primeras cosas que llamó la atención de la cineasta, la velocidad con la que las atiende y eventualmente se las somete a una cirugía reparadora nada tiene que ver con la parsimonia que exhibe la justicia a la hora de condenar a los atacantes. Tarde o temprano, todos terminan en libertad.

 De todo eso habla magistralmente Salvar la cara, un documental co-dirigido por Daniel Junge y Sharmeen, con el que ella, a los 33 años, accedió a su primer premio importante y generó para su país el primer Oscar de su historia. De un universo de mujeres absolutamente desamparadas en donde se las puede agredir y aún asesinar (a una de las chicas que dan su testimonio en cámara su marido la roció con nafta y le prendió fuego mientras dormía) sin que nada suceda. Tal vez por eso, a la hora de las dedicatorias, se acordó de “todas las mujeres de Paquistán que están trabajando por el cambio. Que no renuncien a sus sueños”, dijo entonces.

Ahora, Sharmeen fue por la vuelta y no se equivocó: interesada en encontrar otro aspecto de la masacre femicida que vive su país, en donde según cifras “oficiales” son asesinadas cerca de 1000 al año (aunque según varias ONGS, una cifra más realista roza los 4000) en medio del silencio cómplice de autoridades civiles y religiosas, quiso hablar de los “crímenes de honor”.

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 Esto es, de los asesinatos que se cometen –a razón de uno cada hora y media- contra aquellas mujeres acusadas de haber “deshonrado” a sus familias,  y merecen ser castigadas por eso.

 ¿Algunos ejemplos de conductas “a castigar”? Noviar con alguien que la familia de la chica no considere adecuado, maquillarse, salir y cualquier otra cosa que para su familia resulte injuriante. Estos crímenes tienen nada parecido a la sanción penal y de hecho socialmente están muy bien vistos: uno hombre capaz de matar a su hija “por honor” se vuelve automáticamente la clase de individuo “honorable” con el que conviene emparentarse.

De todo esto y mucho más habla Sharmeen en su nuevo y premiado documental: Una chica en el río-El precio del perdón. ¿De qué “perdón” habla? Pues precisamente de ése que permite que cosas como éstas sigan sucediendo sin que nadie se dé por aludido. La explicación es muy simple: en sitios como Pakistán, que alguien cercano a la mujer muerta “perdone” al atacante alcanza para que el acusado zafe de prisión. Y todo el mundo contento.

El film cuenta la historia de Saba Qaiser, una chica de 18 años que contra todas las previsiones sobrevivió a la paliza de su tío, al disparo de su padre y a morir ahogada en el río adonde la arrojaron. Cuando supo de su caso, Sharmeen ni lo dudó: tenía que dar con esa mujer y contar su historia. Y eso hizo.

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El documental, si algo tiene de interesante, es que muestra la compleja psicología familiar que en ese contexto justifica y hasta apoya la agresión, pero también refleja cómo en el Paquistán rural matar a las mujeres no es considerando un crimen sino un tema familiar. Lógico: dado que nadie va preso por asesinato, dado que no hay crimen, la conclusión lógica es que se puede seguir adelante con la matanza. Según la directora, contra este estado de cosas clama su película.

 Y va en camino de lograrlo, en parte al menos. Ahora que el ojo del mundo reparó en esta cuestión, las autoridades pakistaníes deberán al menos hacer como si el tema les importara y desempolvar el proyecto de ley que en 2014 buscó convertir a esa clase de episodios en asesinatos lisos y llanos, y darles el castigo que merecen. El Oscar, además, arrancó al primer ministro Nawaz Sharif la promesa de ver la película y tomar cartas en el asunto.

 Hasta ese entonces, Sharmeen celebra su premio y lo dedica a sus seres más amados, empezando por su hija Amelia y siguiendo por “los hombres de mi vida que modelaron a la persona que soy: mi papá y mi marido. ¡Los quiero a los dos!”, anotó en su Facebook, todavía emocionada.

Y sorprendida, porque ser mujer y ser brillante, en su país, sigue siendo algo parecido a un contrasentido. Un mito que Sharmeen, con su impresionante trabajo y compromiso a favor de los derechos femeninos, se encarga de demoler con cada nueva película.

 

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