Twitter explotó esta semana con mensajes y contramensajes sobre la separación de la pareja del momento. Retuits, likes y faveos: la contracara de la tecnología 2.0 en las relaciones.
Lali Espósito contesta sobre su separación con Mariano Martínez por Twitter, Pampita sube las fotos de la cámara de seguridad con Benjamín Vicuña a su perfil, Calu Rivero y Candelaria Tinelli se tienen bloqueadas y se declararon hace tiempo la guerra virtual. Ni los famosos se salvan del fenómeno 2.0.
Que la tecnología avanza a pasos agigantados ya es un hecho. Pero lo cierto es que también la forma en la que nos relacionamos se fue modificando en los últimos años, y hoy nos encontramos preocupándonos por un “like” o un comentario.
La gran pregunta es: ¿cómo llegamos a esto? El poder que adquirieron el «Me gusta» y los famosos “faveos” en los vínculos que establecemos cotidianamente puede alcanzar niveles hasta contraproducentes. Parejas que viven pendientes del muro de Facebook del otro, amigas celosas, familiares que cuestionan los posteos.
¿Cómo lograr que estas nuevas prácticas no vayan en detrimento de nuestras relaciones?, ¿se puede?, ¿hasta qué punto las redes sociales regulan nuestros vínculos interpersonales?
Según Diana de Litvinoff, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y autora del libro “El sujeto escondido en la realidad virtual”, lo que sucede es que solemos asociar libremente y traer a las redes varios elementos que ya están presentes en nuestra vida cotidiana y nos preocupan.
“La red social no es el contenido en sí, sino el soporte a través del cual va el mensaje. Cambió la manera en que nos relacionamos, pero no así el fondo: los celos, la soledad, la pasión y la envidia siguen estando. Cambian los soportes pero las inquietudes siempre son las mismas”, explica.
¿Quién no ha enloquecido hace poco por un “me gusta” del ex, un comentario inadecuado de un familiar o una foto de la chica que le gusta con otro? Los likes son mucho más que un simple pulgar arriba. Hay múltiples usos y funcionan distinto según la ocasión.
Vivimos disponibles para el otro todo el tiempo: sabe que nos puede encontrar en Whatsapp, Facebook o Twitter, por ejemplo. El visto, la última hora de conexión y la doble tilde azul de repente se convirtieron en armas letales para los más celosos.
¿Por dónde pasa todo esto, entonces? “Hay cosas que quizás ya nos sucedían pero que ahora, con las nuevas tecnologías, se ven potenciadas y aparecen de manera constante. El histeriqueo, la interacción, el llamar la atención de un otro”, cuenta la antropóloga Irina Stojanoff.
Para Serena Santos, socióloga de la UBA y profesional de Enseñá por Argentina, la pérdida de todo lo que uno pone en juego en un encuentro presencial implica una distorsión del vínculo interpersonal. ¿A quién no le pasó mandar un mensaje con una intención, y que el otro se lo tome mal o lo encuentre ofensivo? La ironía muchas veces se malinterpreta.
Como marca Serena, la comunicación digital también lleva a que surjan malentendidos y falsas percepciones. “Es un espacio en el que uno da vueltas sobre su propia especulación”, agrega.
¡Pero, atención! Aunque es real que algunas actitudes se ven exacerbadas y potenciadas por las redes sociales, también es interesante pensar por qué esto pasa. Litvinoff explica que si bien Facebook funciona como una especie de vidriera en la que mostrar una determinada imagen ideal, lo importante es analizar por qué nos preocupa tanto.
Uno espera como una especie de veredicto del otro lado, los “amigos” virtuales tienen el poder de validar o no todo lo que subimos. Lo que hay detrás de todo esto es nada más y nada menos que la mirada del otro. Desde su nacimiento, el ser humano busca construir su identidad y gustarle al resto.
“Si una persona siente que lo que le dicen los otros en las redes lo destruye, no tiene que pensar en cerrar el Facebook, sino en reflexionar por qué le da tanta importancia a eso y si no sería prudente empezar terapia”, explica la psicoanalista.
En la era de la imagen, donde la apariencia lo es todo y la dependencia del “visto” también, ¿por qué no parar un poco la pelota y preguntarnos qué nos pasa? El hecho de que Facebook nos dé la oportunidad de mostrarnos, poco tiene que ver con la idea de sentirnos objetos que están en la vidriera.